To foolish words... / A palabras necias... (eng-esp)
Hello, friends of @holos-lotus.
There's a well-known saying that we boast about what we lack, and it's true. However, sometimes we've found ourselves (or someone else) trying to prove that we can, or that we are, or that we have, etc.
The other day, I was talking to a friend, and he, annoyed by a work problem, started listing his achievements to prove a point. So I told him that wasn't necessary. I've been in that situation too, but, thank God, I learned that it wasn't necessary; instead of elevating myself, it brought me down. Let me tell you why.
First, that old idea has a lot of truth to it. When you feel an urgent need to list your degrees, your money, or your connections, it's usually because, deep down, you doubt their real weight or your worth based on them.
It's a defensive reaction. Therefore, even if everything you say is true, the mere act of boasting empties the achievement of meaning.
The listener perceives the insecurity, not the merit. The goal of being respected is lost in the attempt to demand that respect. It becomes noise, not a signal.
In other words, the other person achieves their objective.
Second, think about this: how much is enough? If you boast about a promotion today, someone else will be a director tomorrow. If you flaunt one degree today, someone else will have two tomorrow.
The race to impress others has no finish line. It's exhausting and absurd.
Humility, on the other hand, is not weakness. It's the quiet confidence of knowing your worth without having to announce it.
A confident man doesn't need to recite his resume; his simple way of acting already suggests his experience. Quiet humility says more about your character than any list of achievements shouted at the top of your lungs.
Third, and this is key: when someone challenges you, belittles you, or questions your abilities, they usually do it to drag you down to their level.
If you are truly better, more competent, or more honest than that person, why stoop to arguing? Why stoop to their level?
They already know.
Their game is to waste your time and composure, to drag you down to their level of conflict and discomfort.
If you take the bait, they've already lost, but so have you. The real victory lies in refusing to play their game. Your silence and your refusal to engage in that dynamic are the ultimate proof of your superiority in this matter.
Realize that, since they can't surpass you, the only option is to lower yourself.
Never do it.
That's why, "ignore foolish words." It's not a cliché, it's the truth. Whoever challenges you in that way desperately needs external validation; they need your reaction to feel important.
You don't need that validation. By ignoring the attempt at provocation, you win the fight without throwing a single punch. You deprive their fire of oxygen. Your inner peace is the trophy.
In the end, it all comes down to this: your actions speak for themselves. Your deeds, the results you generate day after day, the way you treat people, the responsibility with which you keep your word—that's who you are.
You don't need to proclaim it.
Those actions are, in themselves, your beacon and your banner. They are visible to anyone who wants to see them. And if someone chooses not to see them, no speech, however eloquent, will make them visible to them.
Let the insecure ones make their noise. You, keep working. Keep moving forward. You don't need to prove anything to anyone. You just need to know it yourself. That's the only validation that can't be faked and that no one can take away from you.
The photos are mine with @elviguitarra from the Cienfuegos viewpoint, the highest point in the city
Versión en español
Hola, amigos de @holos-lotus.
Hay una frase muy conocida de que uno alardea de lo que carece, y es verdad. Sin embargo, en algunas ocasiones, nos hemos visto (o hemos visto a otra persona) demostrando que sí puede, o sí somos, o sí tenemos, etc.
El otro día, conversando con un amigo y él, molesto por un problema de trabajo, comenzó a nombrar sus logros para demostrar un punto. Entonces le dije que aquello no era necesario. Yo también me he visto en esa situación, pero, gracias a Dios, aprendí que no era necesaria; en lugar de elevarme, me rebajaba. Les digo entonces la razón.
Primero, esa vieja idea tiene mucho de cierto. Cuando sientes la necesidad urgente de enumerar tus títulos, tu dinero o tus conexiones, generalmente es porque, en el fondo, dudas de su peso real o de tu valía basada en ellos.
Es una reacción defensiva. Por tanto, incluso si todo lo que dices es cierto, el solo hecho de alardear vacía el logro.
La persona que escucha percibe la inseguridad, no el mérito. El objetivo de ser respetado se pierde en el intento de exigir ese respeto. Se convierte en ruido, no en señal.
O sea, el otro gana su objetivo.
Segundo, piensa en esto: ¿cuánto es suficiente? Si hoy te jactas de un ascenso, mañana alguien será director. Si hoy presumes un título, mañana otro tendrá dos.
La carrera por impresionar a los demás no tiene línea de meta. Es agotadora y absurda.
La humildad, en cambio, no es debilidad. Es la tranquila seguridad de saber lo que vales sin tener que anunciarlo.
Un hombre seguro no necesita declamar su currículum; su manera sencilla de actuar ya sugiere su experiencia. La humildad callada dice más de tu carácter que cualquier lista de éxitos gritada a viva voz.
Tercero, y esto es clave: cuando alguien te desafía, te menosprecia o pone en duda tu capacidad, generalmente lo hace para arrastrarte a su terreno.
Si tú realmente eres mejor, más competente o más íntegro que esa persona, ¿para qué bajas a discutir? ¿Para qué rebajarte a su nivel?
Ya lo sabe.
Su juego consiste en hacer que pierdas el tiempo y la compostura, que te rebajes a su nivel de conflicto y malestar.
Si te enganchas, ya perdió él, pero tú también. La victoria real está en negarte a jugar su juego. Tu silencio y tu negativa a entrar en esa dinámica son la prueba definitiva de tu superioridad en el asunto.
Date cuenta que, al no poder superarte, la única opción es que te rebajes tú mismo.
No lo hagas nunca.
Por eso, "a palabras necias, oídos sordos". No es un cliché, es una verdad. Quien te reta de esa manera necesita desesperadamente validación externa, necesita tu reacción para sentirse importante.
Tú no necesitas esa validación. Al ignorar el intento de provocación, ganas la pelea sin dar un solo golpe. Le quitas el oxígeno a su fuego. Tu paz interior es el trofeo.
Al final, todo se reduce a esto: tu obra habla por ti. Tus acciones, los resultados que generas día a día, la manera en que tratas a la gente, la responsabilidad con la que cumples tu palabra, eso es lo que eres.
No necesitas pregonarlo.
Esas acciones son, en sí mismas, tu faro y tu bandera. Son visibles para quien quiera ver. Y si alguien decide no verlas, ningún discurso, por elocuente que sea, las hará visibles para él.
Deja que los inseguros hagan su ruido. Tú, sigue trabajando. Sigue avanzando. No necesitas probarle nada a nadie. Solo necesitas saberlo tú. Esa es la única validación que no se puede falsificar y que nadie te puede quitar.
las fotos son mías con @elviguitarra desde el mirador de Cienfuegos, el punto más alto de la ciudad
