De nuevo nos encontramos en el mismo entorno; el ruido no permitía que conversaramos, pero nuestras miradas no dejaban de susurrar aquella picardía que nos hacía cómplices en medio de tanta compañía. Sin siquiera emitir una sola palabra, ambos nos deleitamos, al pensar que nuestros más recónditos deseos podrían materializarse.

El estruendo que impregnaba ese glorioso momento de nuestro encuentro, no fue impedimento para llevarnos a sentir un pálpito diferente, un pálpito esperanzador que anunciaba el inicio de una auténtica aventura con envestidura de un amor diferente.

¿Sería posible que surgiera un idilio entre dos almas que no encajan en el estándar de la sociedad por ser personas muy realistas? ¿Realmente podría ocurrir ese portento presagioso, pese a tantas interrogantes de peso que velozmentemente se cruzaron por nuestras mentes?.

De pronto, se pronunció la negación; alegando que sería una genuina locura el que naciera un idilio entre dos seres, cuyos pensamientos se basan en la lógica exagerada y la coherencia sombría que nos hace incapaces de vislumbrar una oportunidad para amar.

De inmediato, comenzaron las sumas y las restas para determinar si era prudente darle rienda suelta a nuestras ilusiones y así atrevernos a aventurarnos a surfear en una ola arrolladora de amor. Los resultados de los cálculos no fueron positivos.

La esperanza comenzó a debilitarse; se sintió endeble, por el absurdo temor de no poder mantener a dos almas unidas por la miseria reinante del entorno. En ese momento, las miradas dejaron de ser cómplices y nuestras cuatro pupilas dilatadas volvieron a contraerse; disipando cualquier aliento proveniente de dos corazones, víctimas de una lógica aplastante.

Ante tal escenario, que se tornó gris de un momento a otro; dijo presente el tiempo; quién comentó que el podría unirnos, si tan solo le dábamos oportunidad de realizar su trabajo. "Hay que esperar, afirmó el tiempo, mi labor requerirá de la paciencia de ambos". Sin embargo, no nos garantizó nada.

Odiando la incertidumbre que se instaló en nuestros corazones, decidimos desecharla; pero no pudimos. Por ahora, ella vive en el centro de nuestros motivos y deseos.

Esperamos que el tiempo realice su trabajo, que pueda aportarle gallardía a la esperanza; para que nuestros encuentros sean duraderos y pese a la adversidad, el amor verdadero se coloque una diadema y siendo triunfante, nos de lo que tanto deseamos.