Cuando viene la fe (When faith comes)

Gálatas 3: 23 Antes de que se nos abriera el camino de la fe en Cristo, estábamos vigilados por la ley. Nos mantuvo en custodia protectora, por así decirlo, hasta que fuera revelado el camino de la fe.
24 Dicho de otra manera, la ley fue nuestra tutora hasta que vino Cristo; nos protegió hasta que se nos declarara justos ante Dios por medio de la fe.
25 Y ahora que ha llegado el camino de la fe, ya no necesitamos que la ley sea nuestra tutora.
26 Pues todos ustedes son hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús.
27 Y todos los que fueron unidos a Cristo en el bautismo se han puesto a Cristo como si se pusieran ropa nueva. 28 Ya no hay judío ni gentil, esclavo ni libre, hombre ni mujer, porque todos ustedes son uno en Cristo Jesús.
29 Y ahora que pertenecen a Cristo, son verdaderos hijos de Abraham. Son sus herederos, y la promesa de Dios a Abraham les pertenece a ustedes.
Sabemos que la fe es un don del Señor y que nadie nace con fe, por lo que podemos entender la falta de sentido de bautizar a un niño, porque incluso la mayoría de las personas mueren sin haber tenido fe.

Ahora bien, la fe es la certeza que el reino del Señor vendrá y estaremos en él, pero también que el Señor está en medio de nosotros aunque no lo veamos, es decir, la fe no acepta duda porque son incompatibles; la fe nos lleva a estar firmes por más fuertes que sean los ataques del maligno, por eso dice el Señor que la fe es el escudo que apaga los dardos de fuego del maligno.

La fe es la moneda para entrar en el reino del Señor, porque sin fe es imposible agradar al Señor, es como el perfume agradable exigido para entrar a una fiesta y que sin él nadie podrá entrar, no hay otra forma, es decir, ni la confianza, ni el conocimiento, ni la esperanza, ni la buena conducta, ni las grandes obras valen, solo la fe en el Salvador, en nadie ni nada más.

La fe llegó a nosotros, no por casualidad ni por algo que hiciéramos, sino que al Señor le plació dárnosla porque sabe que la necesitamos para poder mantenernos firmes, por lo que debemos entender que una de las manifestaciones de la fe es la firmeza, sin titubeos, retroceso o cambios de camino.

Sabiendo que la fe es un regalo del Señor y que llega por medio del Espíritu Santo, porque es parte de su fruto, no debemos olvidar que quien nos llevó a ella fue la palabra del Señor, es decir, la fe es la meta, pero el camino es la palabra, porque sin conocer la palabra del Señor es imposible alcanzar la fe que nos lleva al Señor, porque sería una creencia basada en pensamientos y doctrinas de hombres.

Todo aquello que no provenga del Señor es incapaz de llevarnos a la fe en el Mesías, porque las doctrinas de hombres llevan a adorar a los ídolos que se inventan, incluyendo a la misma persona que la practica.

La fe nos hace libres del pecado, pero no de la tentación, por lo que siempre seremos tentados de muchas maneras para que pequemos y nos apartemos de la luz, volviendo a llevarnos a la oscuridad de la cual la palabra del Señor nos ha sacado.

Dice el Señor que aquel que permanece en su palabra y su palabra permanece en él, será verdaderamente su discípulo, conocerá la verdad y será verdaderamente libre, lo que nos lleva a deducir que la fe no es algo fácil de adquirir, implica un esfuerzo, una búsqueda constante, un anhelo por tenerla y un deseo por una relación permanente con el Señor.

Ahora bien, con la llegada de la fe, la palabra no pierde valor sino que ya no necesitamos que nos muestre el camino, ya que al ser guiados por el Espíritu Santo, lo menos que vamos a desear es ofender al Señor.

Con la fe, vivimos por el Espíritu y andamos por el Espíritu, por lo que nuestra mente está llena de la voluntad del Señor, es decir, nuestro deseo es hacer lo que el Señor nos ha mandado y no queda tiempo para desear hacer las obras de la carne.

Si nuestro plan es predicar la palabra del Señor, orar, reunirnos a estudiar su palabra, visitar a los enfermos y afligidos, atender a nuestra familia, y trabajar para ganar el sustento, no quedará tiempo para desear emborracharnos, chismear, robar, matar, fornicar, adulterar, discutir, sostener contiendas, ni ninguna de las obras de la carne.

Sabiendo esto, podemos concluir que la ley del Señor es como ese maestro que nos enseña durante nuestros estudios, pero una vez graduados hacemos para lo que nos hemos preparado, lo que no quiere decir que el maestro haya quedado obsoleto ni sin vigencia, sino que ya es nuestra responsabilidad hacer lo que debemos, mientras que el maestro enseña a aquellos que se vienen preparando detrás de nosotros.

La ley del Señor seguirá vigente hasta el último día de la creación, porque sus mandamientos son eternos, pero el que vive por el Espíritu lleva su ley en el corazón como un tesoro que guarda y aprecia.

El que ha recibido la fe ahora se cuida de no ofender al Señor, a quien considera su Padre, por lo que evitará con todas sus fuerzas ofenderlo, y sus energías las utilizará en honrarle delante de los demás.

Luego de haber explicado el efecto de la fe en nuestra vida, podemos mencionar su importancia, de la siguiente manera:

1. Es el único medio por el que podemos ser salvos;
2. Es la herramienta que nos ayuda a soportar los ataques del maligno;
3. Es el don que nos hace tener la certeza que el Señor está con nosotros y conoce toda nuestra vida;
4. Es el camino para entrar delante del Señor;
5. Es el aroma más agradable para el Señor;
6. Es la base que nos permite estar firmes en medio de la tempestad;

Ahora que conoces un poco acerca de la fe ¿Crees que es buena para nosotros? Pídela a quien puede dártela, y si la tienes, pide al Señor que la aumente cada día. Gloria a su nombre.