A veces somos tan duros con nosotros mismos, que los golpes que nos propinamos con palabras y/o pensamientos son tan fuertes que nos cuesta volver a intentar lo que no se logró, nos convencemos de que somos totalmente incapaces de hacer algunas cosas o de que hacemos las cosas mal, por ejemplo, yo en algún momento de mi vida me creí totalmente incapaz de crear contenido como el que ahora redacto para mi blog en HIVE.

Ahora bien, para cambiar ese pensamiento, tuve que enfrentarme a mí misma, a esa parte de mí que estaba convencida y programada para creer que no podía, no fue fácil, pero opte por simplemente intentar, una y otra vez, por leer a otros creadores, ver como lo hacían, leer información al respecto, preguntar e inspirarme, luego escribir, leer y releer lo que había escrito, hasta que cree mi propio estilo y aquí estoy, todavía desafiándome para profundizar en algunos nichos en los que todavía siento un reto para ser mejor, como la escritura creativa.

Este es solo un ejemplo de como podemos cambiar esa manera dura y errada que tenemos muchas veces para vernos, pero también puede pasar que tengamos algunos aspectos nada lindos, pero corregibles y estemos empeñados o negados a cambiarlos porque puede ser nuestra manera de protegernos para que no nos hagan daño y mostramos algo que en realidad no somos.

En mi caso muchas, pero muchas veces tengo la costumbre de no comunicarme de la manera más acertaba con mis seres queridos, lo que trae sin sabores y hasta escaramuzas con ellos, ya es algo que reconozco y que me ha tocado vivir de regreso y fue allí cuando al vivirlo en carne propia, comprendí realmente que es algo debía cambiar y es algo en lo que vengo trabajando.

El problema es que suelo callar cuando debo hablar, dejo pasar las cosas las voy acumulando y cuando estallo soy un volcán es erupción, a veces callo para no molestar, porque no me quiero incomodar, para que no me crean una mandona o para que no digan que soy fastidiosa, amargada y tantas cosas más que pueden venir a mi mente.

Así, hace unos días me senté a pensar un rato en las razones por las que dejo llegar las cosas al límite, al punto de que llegan a afectar mi salud, se me sube la presión, padezco insomnio, ando incómoda y de mal humor, nada de esto me beneficia y llegue a una conclusión: no puedo continuar incomodándome yo, para no molestar o incomodar a los demás.

Por lo anterior, actualmente estoy en un proceso de lucha conmigo misma para perdonarme por quedarme callada a costa de mi propia paz y salud, y trabajando en decir las cosas de la manera más acertada posible para llegar a los que me escuchan, de manera que el mensaje sea recibido de la mejor manera posible y no sea percibido como algo hostil.

Así que básicamente estoy reconciliándome conmigo por permitir y por no saber comunicarme, y al mismo tiempo reconozco que he dado mucho de mí y merezco expresarme libremente y que mis esfuerzos sean reconocidos, primero por mí que soy la que sabe realmente todo el empeño que puse en ello.

En resumen, el reconciliarnos con nosotros mismo es un proceso que viviremos tal vez más de una vez, pues podemos tener varios asuntos por resolver en diversas áreas, pero lo primero es reconocer y querer hacerlo, me despido dejando por acá mi participación en la iniciativa ¡Vamos a reconciliarnos! a la que deseo invitar a participar a mi amiga @cirangela.