A lonely race (English/Spanish)

Una solitaria carrera (Ingles/Español)

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Karina había esperado unos minutos en la sala de espera del consultorio de traumatología, pero a ella le pareció una eternidad. Sostuvo su brazo derecho como si con ello pudiera retener el dolor en medio de sus dedos, tenía mucho miedo sobre todo, cuando atravesara la puerta del consultorio tendría un diagnóstico y por cómo se había comportado su cuerpo en las últimas semanas, sabía que no sería el más favorable.

Miró de reojo el asiento a su lado derecho, encontró a su madre con las manos apretadas, tenía los ojos hinchados, tal vez había llorado un poco, pero se hacia la fuerte. Karina no pudo evitar sentirse desgarradoramente triste ¿Qué harían si el diagnostico era desfavorable? Eso le rompería el corazón a su madre. Cuando pensó en ello, la culpa recorrió sus venas a la velocidad de la sangre, ahora su madre estaba allí sentada, con la cara demacrada, haciendo un esfuerzo por no desmoronarse y todo era culpa de ella ¿Por qué tenía que enfermarse así? ¿Por qué ahora?

Aquellos pensamientos la desesperaron, sintió que la silla le incomodaba, así que se meneo de un lado a otro en el asiento. Quiso ponerse de pie para respirar mejor, pero el dolor en el brazo derecho le recordó su limitada movilidad, le abrumo admitirlo mientras se incorporaba nuevamente en la silla, el aire en la pequeña sala de espera le parecía escaso. Se esforzaba por respirar cuando la puerta del consultorio se abrió, vio salir a un chico joven que sonreía al despedirse del doctor, pensó que ese muchacho había recibido un buen diagnóstico y lo envidió profundamente mientras su ansiedad se incrementaba.

Mientras su mente divagaba de un tormento en otro, no escucho cuando la asistente del doctor dijo su nombre anunciando que era su turno. Karina volvió en sí cuando su madre le tomo suavemente del brazo, se puso de pie y caminaron juntas hacia la puerta que se abría frente a ellas como una boca sangrienta y hambrienta. Al entrar se toparon con el doctor, un hombre de mediana edad, con sonrisa amable y voz tranquila.

“Revise los estudios que me trajiste Karina, lamentándolo mucho tienes un tumor en el hombro derecho. La situación es delicada, pues ha consumido la cabeza de tu humero, por eso sientes tanto dolor y has perdido la movilidad en tu brazo.”

Cuando escucho esto, Karina se quedó perpleja por unos segundos, mientras la madre se llevo las manos a la cara para contenerse. Había escuchado algo parecido del médico internista, pero se negaba a creerlo, ahora el traumatólogo lo confirmaba y no sabía qué hacer con aquella verdad que se estrellaba contra ella de manera despiadada. El doctor trago saliva, dar estos diagnósticos era la peor parte de su trabajo, quiso continuar sin que se le notara en la voz, llevaba tantos años haciéndolo que ya se le hacía fácil.

“Tienes que hacerte una biopsia cuanto antes, estas enfermedades avanzan velozmente, si se descarta la malignidad del tumor un médico especialista sabrá cómo proceder. Ahora tendrás que ir con un oncólogo.”

Karina escuchaba las palabras y se veía desde fuera de su cuerpo, como si aquello le estuviese pasando a alguien más y no a ella. Quiso gritar pero la voz resonaba en su interior y le dolía todo. El medico se dio cuenta de que Karina estaba atónita y la madre descompensada y se dirigió a ellas con mucha firmeza:

“No te duermas en los laureles Karina, tienes que hacer todo lo que puedas para salir de esto y lo debes hacer pronto.”

Karina y la madre no hablaron mucho, hicieron algunas preguntas y abandonaron el consultorio un poco más pobres de cuando entraron. “Dormirse en los laureles” una expresión popular para referirse a “No actuar a tiempo” que pintoresco había sido el doctor ¿Por qué razón escoger esa frase? La había atravesado por completo. Empezaron a caminar y Karina sintió que sus pasos eran más rápidos, al principio le costó entenderlo, pero casi al instante lo asumió en su totalidad: su vida se había convertido en una carrera contra la muerte, una carrera olímpica, tenía un público espectador conformado por su madre y su familia, quienes celebrarían sus aciertos y llorarían sus tropiezos; tenía también a los jueces de bata blanca, que decidirían hasta donde avanzaría su recuperación; y por ultimo tenía en su pecho un corazón que latía a galopes como un caballo de carreras levitando sobre la arena del hipódromo.

“Este es apenas el inicio mamá, no me pienso rendir, hay una sola opción y es vencer.” Sentencio Karina con determinación, mirando al horizonte, como quien ofrece un discurso solemne antes de una gran proeza.

Su madre asintió con la cabeza, convencida de que entendía a lo que su hija se refería; sin percatarse del sudor que corría por las piernas de Karina, que anunciaban el inicio de la carrera que tendría que ganar o perder sola.