Percibió el sonido distante de un riachuelo y por razones que desconocía, despertó en un campo tendido boca abajo, su cuerpo aplastaba el pasto seco, la brisa era cálida, pero sus manos y pies estaban espantosamente fríos. La primera imagen que distinguió al dar la vuelta fue el cielo con una amplia gama de hermosos colores, algunos pájaros nocturnos volaban encima de él y con un débil aleteo giraban en delicadas formas sobre la inmensidad, para el chico era todo un espectáculo, aunque se sentía bastante confundido.

Entonces, tuvo la sensación de estar atrapado en una especie de agujero bendecido por las maravillas de la naturaleza, donde los árboles lo rodeaban todo con sus extensos y sombríos brazos. Sin embargo, la incertidumbre, la curiosidad y el deseo de encontrar respuestas le impulsaron a investigar para comprender lo que estaba ocurriendo y descubrir una salida, aunque tuviera miedo por internarse en el asunto.

En medio de todo aquel misterioso lugar había un pequeño lago tranquilo, protegido por un manto oscuro que le daba ese toque enigmático, el hombre se acercó y notó que el agua estaba congelada, decidió cruzarlo, ya que la capa de hielo soportaba su propio peso y extrañamente a medida que avanzaba la densa niebla lo cubría todo aún más. Sobre el silencio también surgió el piar de los grillos, eran como baladas antiguas que sonaban en su cabeza como las letras lamentosas de algún poeta eterno al que admiraba por su arte, pero no recordaba nada, ni siquiera su nombre o alguna pista que le ayudara a entender quién era y por qué estaba allí.

De repente, apareció el amanecer y la oscuridad empezó a desvanecerse. El viento agitaba fuertemente las ramas de los árboles y los girasoles que comenzaban a marchitarse por los tallos se estrellaban contra una roca, entonces el hombre caminó lentamente hacia la piedra tallada y sus pasos eran como escuchar el tiempo moverse a su lado, intrigado se detuvo a mirar la piedra perfectamente cuadrada, tenía una letra cursiva que le causaba dolor al leerla. Había una frase corta grabada en ella, difícil de entender su significado al principio, difícil de aceptar en lo que se había convertido aquel hombre.

Se sentó en la hierba y con lágrimas en los ojos siguió mirando lo escrito mientras los vientos racheados obligaban a los árboles a separar sus ramas por segundos unas de otras. El hombre recordó su nombre y parte del accidente que sufrió cuando pilotaba su coche de carreras durante los entrenamientos y cayó al vacío.

Jame era su nombre y adornaba ahora la parte frontal de aquella lápida gris.

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