El día en que Laura empezó a creer en la Navidad, recibió dos regalos. Desde que había muerto su madre ella siempre había estado de alguna forma, triste. Festividades, obsequios, cenas familiares, nada parecía compensar el vacío que sentía. Su padre siempre que se acercaba diciembre con ternura le preguntaba ¿Esta vez sí lo vas a disfrutar? A lo que ella asentía sin mucha convicción.

Un día en el colegio le pidieron que escribiera una carta de deseos. Esa tarde se sentó con lápiz y papel, escribía pocas líneas y tachaba, arrugaba la hoja, se levantaba de la silla para volver a sentarse y repetir el ciclo. Al final, solo escribió: Deseo un abrazo de mi mamá.

Laura guardó su carta en la biblioteca y se fue a dormir temprano luego de cenar. Cuando abrió los ojos, no podía creer lo que veía. Allí, frente a ella, la mirada más tierna y la sonrisa más anhelada le dieron los buenos días. Laura se pellizcaba, saltaba, se reía, aunque su corazón solo le pedía correr a abrazarla tenía miedo de hacerlo y que ella se esfumara… No tuvo que accionar, su madre, con gran calidez se acercó a ella, la tomó de la mano y le dijo, “Soy yo”. Se abrazaron al unísono y entre lágrimas y risas, se profesaron todo el amor que sentían. “No puedo estar mucho tiempo, solo vine porque Santa me avisó de tu deseo, quiero darte dos regalos, el abrazo que pediste, y el regalo de la fe. Cuando crees, creas. No sigas lamentando mi partida, algún día nos reencontraremos y puede que hasta venga a visitarte nuevamente mientras, solo te pido que seas feliz, que vivas, que disfrutes, que creas y que jamás pierdas la fe de una vida mejor para ti.” Su madre le dio una hermosa pluma color turquesa y la abrazó fuertemente hasta acurrucarla. Ese aroma a vainilla tan peculiar que hacía años no disfrutaba le inundaba los sentidos.

“Laura, Laura, despierta, ya es navidad” La voz de su papá la hizo despertar sobresaltada mientras recorría la habitación con la mirada del que busca con desesperación. Decidió no tratar de entender… al final había sido un sueño muy bonito y no lo iba a arruinar con pesadumbres ni tristezas. Desayunó, se vistió con muchos colores y salió al jardín a respirar aire puro. Algo dentro de ella estaba cambiando.

En la cena navideña sonrió genuinamente, cantó, disfrutó. Su padre no cabía de contento. Cuando se empezaron a repartir obsequios, Laura los abrió todos con entusiasmo. Uno en particular la hizo no parar de sonreír. Era una libreta decorada, y, dentro del empaque se encontraba una hermosa pluma turquesa que ninguno de los asistentes recordaba con anterioridad.

“¡Los deseos sí se cumplen papá, tenías razón!” Comentaba con algarabía sin dejar de abrazarlo, “Un milagro de navidad” se repetía su padre mientras contenía sus lágrimas de alegría.

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Esta es mi entrada para el concurso de nuestros amigos de #Literatos, agradeciendo la oportunidad y el espacio y deseándoles a todos los lectores de la comunidad unas felices fiestas y muchas bendiciones.

"La navidad agita una varita mágica sobre el mundo, y por eso, todo es más suave y más hermoso.” Norman Vincent Peale*

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