Crónicas de lo cotidiano 069: "Cena a la luz de una vela", por bonzopoe

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A eso de las 11:50 de la mañana, se escuchó un ruido extraño, uno muy similar al que hace la rama de una palmera al caer. La cuestión es que ni yo, ni mis vecinos, ni la calle, tienen palmeras, así que me levanté de mi escritorio y miré por la ventana que da a la calle, y vi que el sonido lo hacían un montón de cables eléctricos de atraviesan la calle entre poste y poste.

Tengo la mala suerte de que en mi esquina hay muchos cables de electricidad, telefonía y servicios de televisión por cable, ya muy viejos y a baja altura, por lo que cuando pasan vehículos altos como autobuses o tráilers, siempre hay el riesgo de que se traben con los cables (como ya ha pasado antes) y nos arruien el día a los vecinos.

En esta ocasión no se sabe si eso fue lo que pasó, pero al ver esa imagen de nuevo (la de los cables chispeando), lo primero que hice fue correr a bajar el interruptor de la luz para evitar, que, como ya me ha pasado antes en situaciones similares, que algún electrodoméstico se me descomponga.

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Después salí a checar el transformador que está en un poste justo a un costado de mi casa, y que podemos ver desde varias ventanas de la misma, y pude apreciar que una de sus tres cuchillas estaba en llamas. Mientras los vecinos salían de sus casas para ver que estaba pasando, me apresté a llamar a la compañía de luz para reportar el incidente, y me dijeron que en un lapso de una a cuatro horas se presentaría una cuadrilla a resolver la situación.

La verdad es que se tardaron más de 4 horas pero llegaron. Dicen que más vale tarde que nunca, así que más que enojado me sentí aliviado cuando se presentaron a eso de las 6 de la tarde, cuando ya casi oscurecía. Las reparaciones terminaron hasta las casi las 9:30pm, así que además de pasarme todo el día sin luz, estuve así las primeras horas de la noche.

La experiencia fue interesante, y me trajo muchos recuerdos. Y si bien me representó un atraso, y la perdida completa de un día de trabajo, en cierto modo me obligó a desconectarme de muchas cosas y a reconectarme con otras. Para no perder el tiempo me puse a arreglar la casa, a ordenar cosas, y sacar varios pendientes que se habían ido acumulando, y luego hasta pude leer un rato y tomar una siesta.

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Luego al ir cayendo la tarde pude, literalmente, disfrutarla de principio a fin, porque no pude prender la luz, como suelo hacer para no irme quedando a oscuras, y aquí comenzó la andanada de recuerdos. Recordé los dos huracanes que me tocó vivir, y como después de su paso no solo mi cuadra sino muchas partes de la ciudad se quedaron sin energía eléctrica, lo que curiosamente hizo que los vecinos nos reconectáramos e hiciéramos de la calle nuestro punto de encuentro. La fraternidad y colaboración que se vivió en ambas ocasiones no se me olvida.

Luego recordé mi infancia. Cuando en vacaciones de verano acompañaba a mi abuela a pasar unos días al pueblo del que es originaria toda mi familia. En ese entonces aún era común que los televisores fueran en blanco y negro, y al caer la noche no había mucho que hacer más que cenar, ir tal vez un rato al parque ubicado en la plaza principal del pueblo, y luego irse a dormir temprano.

Recuerdo muchos los desayunos, muy temprano, cuando el rocío de la mañana aún goteaba de las plantas, y las cenas a la luz de una débil lámpara que alumbrara solo lo suficiente, e impregnaba de calidez las paredes de la humilde cocina de la casa a la que llegábamos.

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Hoy, cenando a la luz de una vela, mi cocina se parecía mucho a esa cocina en que cenaba con mi abuela, algún primo, y mis tíos abuelos, pan dulce remojado en chocolate batido al momento, o un sándwich de jamón hecho con pan fresco recién horneado y vendido por panaderos callejeros, una tradición que afortunadamente ha resucitado y ahora en es común en las calles de mi ciudad.

Hoy mientras los panaderos pasaban frente a la casa, mi preocupación se centraba más en saber si algo se había descompuesto debido al accidente de los cables (afortunadamente no fue así), pero a pesar de la angustia e incertidumbre, el viaje al pasado al que me obligó la ausencia de energía eléctrica, me hacía ver el suceso hasta con cierto agradecimiento.

Recordar a mi abuela y aquellos tiempos de mi infancia, y en cierto modo recuperar, aunque sea muy brevemente, ese ritmo natural de la vida guiado por la luz del sol y las estrellas, han hecho de este fin de semana algo especial, y han despertado en mi deseos de reconectarme con "el pueblo" y una parte de mi familia que hace mucho que no veo.

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Quien hubiera pensado que un accidente que pondría en riesgo mi patrimonio tendría el potencial de reconectarme con una parte de mi pasado. La vida, en su inmensa sabiduría, tiene la capacidad de regalarnos experiencias como esta, en las que si somos un poco receptivos tenemos ante nosotros puertas muchas veces ocultas, o veladas, a partes de nosotros mismos que desconocíamos, o como en mi caso, habíamos olvidado. Aprovechémoslas, y tratemos de sacar siempre lo mejor de las cosas que nos toca enfrentar, y como dice el refrán, "al mal tiempo, buen cara".




©bonzopoe, 2023.


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Si llegaste hasta acá muchas gracias por leer este publicación y dedicarme un momento de tu tiempo. Hasta la próxima y recuerda que se vale dejar comentarios.

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4 comments
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Alteraciones que hacen estrechar lazos vecinales. En principio asocié el tema a una noche de velas en Choroní, y yo andaba con una amiga tal vez en 2002.Eperiencias, estimado Bonz.

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Así es, experiencias que con los años salen de los lugares y situaciones más inesperados. Saludos estimado @lecumberre.

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