Historias en su tinta 069: "Ciegos", por bonzopoe [cuento]

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Un día Pedro llegó temprano a su casa, y justo en la entrada, al abrir la reja, se tropezó con una hermosa mujer qué lo abrazó como si lo conociera y le plantó un apasionado beso, qué después de un par de segundos de confusión, no pudo evitar corresponder.

Gloria, que era el nombre de la mujer, no escuchó ni una sola de las palabras que dijo Pedro tratando de explicarle que se había equivocado de persona, y tomando sus palabras como una broma entró a la casa con todo y la maleta que traía.

Gloria —según le contó a Pedro— estaba regresando de un viaje de unas semanas, y decía que lo había extrañado mucho. Como si conociera ya la casa, desempacó y acomodó sus cosas en el closet, el baño, en los cajones del buró, y se metió a bañar mientras le contaba a Pedro todos los pormenores del viaje que había hecho para visitar a sus padres.

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Al pasar de los días Pedro renunció a intentar sacar a aquella hermosa pero confundida mujer de su casa, para ella él era su marido y no había más que decir. Con el tiempo Pedro se enteró que de Gloria era legalmente ciega, y solo veía sombras y contornos, pero se desenvolvía tan bien sin el apoyo de un bastón que no se le notaba.

También tenía algo de problemas en el oído, debido a una infección que tuvo con apenas unos meses de nacida, lo que la hacía confundir ciertas frecuencias que le dificultaban distinguir una voz de otra.

Cuando Pedro se enteró poco a poco de todo esto, se sintió culpable. El era el destinatario del amor de una mujer que no era la suya, pero ya era tarde, se había enamorado de ella. Gloria por su parte estaba feliz con Pedro, y le decía todo el tiempo que desde que regresó de visitar a su madre, sentía que vivía en una eterna luna de miel con él.

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Un día el vecino de al lado lo felicitó muy discretamente por su nueva pareja, y a Pedro simplemente se le escapó la verdad y le contó todo. El vecino no se notó demasiado sorprendido por la historia, lo que tranquilizó a Pedro, y además se ofreció a ayudarle a investigar sobre el pasado de Gloria, con la discreción que ameritaba el caso.

A pesar de los esfuerzos de Pedro y su vecino, no hubo manera de conseguir información alguna sobre Gloria y su pasado; era un verdadero misterio. Después de unas semanas ambos desistieron y no volvieron a hablar del tema.

Con el tiempo la culpa se fue diluyendo poco a poco, y llegó un momento en el que Pedro dejó de preocuparse por como había llegado Gloria a su vida, y de que en realidad no era su esposa. Se la presentó a su familia y amigos, valiéndose de algunas mentiras y las limitaciones visuales y auditivas de Gloria, y se dedicó simplemente a ser feliz con ella.

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Sin embargo unos años después Gloria empezó a arrastrar una tristeza notoria que se tornó en depresión. Extrañaba a sus padres y necesitaba verlos. Con el paso de las semanas, fue el mismo Pedro quien la alentó a ir a visitarlos, y para hacerlo posible, le dio parte de sus ahorros, simplemente no soportaba verla así.

Los padres de Gloria vivían en un remoto y pequeño país de Europa del Este, por lo que el viaje sería largo y ella estaría fuera varias semanas. Pedro esperaba ansioso su regreso y pasaba parte de sus mañanas en el jardín delantero, ya sea cuidándolo o leyendo, para poder estar pendiente de la llegada de su amada Gloria.

Pasaron las semanas del viaje, y luego otras más, y ante la falta de noticias sobre Gloria, Pedro temió lo peor. El vecino, con quien había tramado una extraña amistad basada en leves movimientos de cabeza y saludos con la mano a la distancia, se acercó muy serio a él, y le dijo: «Tengo algo importante que contarte sobre Gloria, la verdad es que no he sido del todo honesto contigo, y no me gusta verte así».

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Estaban por tomar asiento en el jardín cuando de repente apareció Gloria caminando hacia ellos. Pedro rebosando de alegría salió a la calle para recibirla, pero esta se detuvo una media cuadra antes, abrió la reja de otra casa, entró, se acercó a un hombre que estaba regando su jardín, lo besó y acto seguido ambos entraron al domicilio.

Pedro no pudo evitar soltar una lágrima, y sabiendo que la historia que había pasado con él se repetía, simplemente dijo : «La extraño tanto, nunca la voy poder olvidar». "Yo tampoco" —dijo entre sollozos una voz detrás de él—. Pedro giró y se topó con la mirada vidriosa de su vecino, quién mirándolo fijamente a los ojos le confesó todo en silencio.

Después de un abrazo espontáneo de apoyo y comprensión mutua que no pudieron evitar, se dieron la media vuelta y entraron a sus respectivas casas, para sufrir su pena en silencio y nunca más volverla a mencionar.




©bonzopoe, 2023.

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Si llegaste hasta acá muchas gracias por leer este publicación y dedicarme un momento de tu tiempo. Hasta la próxima y recuerda que se vale dejar comentarios.


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2 comments
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Muy curioso y extraño relato de una no menos extrana historia de loco amor; muy bien narrada; tan interesante que atrapa desde el primer párrafo. De verdad que el amor es ciego y sordo, amigo @bonzopoe ; felicitaciones

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Muchas gracias por el comentario, amigo. ¡Saludos!

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