Resulta doloroso para mí hablar sobre este tema de acoso escolar, ya que desde que inicié mis estudios en preescolar tuve muchas dificultades con compañeros de clase que querían aprovecharse de mis buenos sentimientos para intimidarme y acosarme. Con mi experiencia me sumo a la iniciativa de @hive-102879 donde nos invitan a reflexionar sobre el Acoso escolar como Tema del mes

Es difícil imaginar cómo fue que llegué a ser víctima de acoso escolar si mis padres me enseñaron a no dejarme agredir ni física ni verbalmente, pero una cosa es lo que se enseña en teoría y otra lo que se vive en el día a día en las escuelas.

Cuando inicié en preescolar, me encantaba jugar en el área de artes manuales, un día sin imaginarlo JC que era una niña mucho más alta que yo me tomo del cabello y me arrastró por todo el salón de clase. La maestra al ver esta situación nos puso de pie en el centro del salón abrazadas por un buen rato. Realmente no sé que tanto tiempo pudo pasar, pero para mi fue eterno. Me sentí decepcionada de mi maestra, pues yo no hice nada malo para estar en semejante castigo. Así aprendí que se sentía la humillación y la vergüenza ya que todos los compañeros de clase se reían y salian a contar a los niños de salones vecinos.

A pesar de que mi mamá se quejó con la maestra por este absurdo castigo, ella alegó que era para eliminar rencillas entre las niñas y que al parecer había funcionado. Mi mamá en la casa me recomendó no acercarme más a JC ya que su comportamiento era agresivo y sorpresivo. Así fue, después de eso me quitó sin permiso un par de veces la merienda y se llevó un brazalete que nunca más volví a ver. Pero no volvió a agredirme físicamente.

No tuve más problemas durante los primeros años de primaria, hasta que llegué al 5to grado. Fui acosada por un grupo de niños que me perseguían para darme besos sin permiso, incluso de otros grupos de la escuela. Mi mamá me ayudó a escribir una carta a mi maestra y así pudimos solucionar el problema, pero se hizo una terapia de grupo que era parecido a un juicio y tuve que decir públicamente todo lo que ellos me decían y hacían. Por supuesto, algunos de ellos lo negaron y me llamaron mentirosa. Así fue como conocí la rabia, el estrés y el miedo.

Cuando llegué al bachillerato fue peor, mis compañeros se dieron a la tarea de resaltar a voces que tenía sobrepeso. Me llamaban gorda y hacían chistes y bromas crueles sobre mí, incluso algunos de ellos también tenían sobrepeso y nadie los molestaba. Y entonces conocí la impotencia.

Cuando estaba en el último año fue que llegó la ansiedad a mi vida. Me perseguía como una sombra silenciosa. Era esa etapa difícil de la adolescencia, con todas esas emociones como un torbellino dentro de mí. Sentía una tristeza profunda casi a diario ya que cada quien tenía su grupo y muchas veces me quedaba sola. Yo misma decidí aislarme de todos los demás para que no notaran que "la gorda" estaba en el salón de clase y así nadie haría una broma o un chiste sobre mí.

Tenía algunas clases en la mañana, regresaba a la casa para bañarme, cambiarme de uniforme y almorzar y por la tarde tenía el horario lleno a diario. Fue terrible llegar al punto en que no quería comer. Mi hermana, que tenía clase en el mismo colegio, me pedía que terminara de almorzar o llegaríamos tarde. Pero la ansiedad hacía un nudo en mi garganta y no podía tragar. Esto se volvió costumbre y fue tanto que un día vomité. Mi mamá, que estaba al tanto de todo porque ya estaba cansada de ir al colegio a pedir a los profesores que me ayudaran, se dio cuenta de que ya no tenía dolor emocional y que no quería seguir asistiendo a clase.

Mi mamá habló conmigo y recuerdo que me dijo que debía superar esas burlas, enfrentar mi miedo al llegar al salón de clase, que si yo seguía demostrando que me afectaba mis compañeros seguirían molestandome. Me dijo que yo era muy inteligente y una hermosa persona que tenía mucho para compartir y que si seguía quedandome en casa nadie se iba a enterar lo genial que era. Esas palabras me dieron fuerza y dejó de importarme lo que decían los demás. Seguí resaltando como excelente alumna, haciendo las mejores exposiciones de todo el colegio con mi material de apoyo hecho a mano como me gusta y pude terminar mi bachillerato.

No todos los días eran felices, ya que mis compañeros se las arreglaban para ridiculizarme públicamente. Como esa vez que en psicología hicieron una presentación de "la obesidad y los problemas psicológicos que genera" y la expositora no dejó de mirarme en todo momento, sus palabras eran dirigidas a mi y todos reían, me descubrí llorando en el baño y me ausenté la siguiente clase. En momentos como ese la ansiedad regresaba sigilosa y me rondaba. Pero no me dejé ganar. Fui más fuerte que todos ellos.

Hoy en día no les guardo rencor a esas personas. Me hicieron mucho daño, sobretodo emocionalmente, pero pasar por esos momentos incómodos me hizo ser fuerte y crecer como persona para ser mejor y dar lo mejor de mí cada día.
Gracias al apoyo incondicional de mi mamá y sus consejos pude superar esto.

Mi recomendación es para que los maestros estén atentos, ya que fueron muy pocas las veces que recibí apoyo docente para salir de este conflicto, especialmente en el bachillerato, cuando incluso descubrí un día al profesor de deporte riéndose de las burlas ofensivas de mis compañeros contra mí. Entonces debemos ser más concientes y tratar de apoyar a los estudiantes para de una vez por todas poner un alto al acoso escolar.

Muchas gracias por visitar mi publicación, por leer mi experiencia y espero nos veamos en una próxima oportunidad.