Yo era el nuevo de la banda. Después del ensayo todos se iban a casa o de fiesta y yo debía quedarme limpiando el lugar y guardando los instrumentos.

Una noche, ya era bien tarde. Me quedé con la guitarra de Lucas y toqué la canción que compuse. Cerré los ojos para sentir cada nota. Amo la música y estás melodías, me las ha dictado mi alma.

Escuché unos aplausos y una risa un poco burlona. Era el manager de la banda. Medijo que nunca se imaginó que tuviese ese talento, también me preguntó de quién era el tema que estaba interpretando, cuando le dije que era mi canción, me dijo que debía tocarla.

Fui a casa muy emocionado. No imaginé que me darían esa oportunidad. De ser el que limpia y recoge todo el equipo, ahora podría tocar mi canción.

Practiqué toda la semana. Y a los chicos de la banda les gustó y me apoyaron. Me sentía feliz y los chicos comenzaron a invitarme a las fiestas y ya era uno más de ellos.

Llegó la noche de mi presentación. Abríamos el concierto de una banda nacional y estaba repleto el estadio. El manager me paró antes de subir y los chicos estaban tan felices, que solamente me pedían que los alcanzara en el escenario. Cruzamos unas palabras y subí un poco decepcionado.

Los chicos comenzaron a tocar y todo sonaba diferente a lo que practicamos. Era un desastre. El público permaneció en silencio, mirándonos con decepción. Hasta que comenzaron a abuchearnos y nos sacaron del escenario. Lo último que supe fue que un zapato venía a toda velocidad a mi cara y desperté en una ambulancia.

Nunca más tuve la oportunidad de pisar un escenario. La sonrisa que me caracterizaba se borró totalmente ese día y terminé con mi cinturón enrollado en el antebrazo y una jeringuilla que me daba lo que necesitaba para mantenerme aislado de mi auto decepción.

Una tarde me trajeron un producto nuevo. Más barato y mejor viaje, me dijo el amigo que pasó a verme. Lo probé y fue cuando una luz tan brillante me dejó ciego. Me desplomé al suelo y cuando levanté mi cabeza una sombra me perseguía.

Me sentí acorralado. Corrí, pero parecía que no tenía escapatoria. Reconocí el lugar mientras me escondía detrás del basurero, era el callejón detrás del lugar donde tocaba la banda. Pero ya hace años de aquel fatal día en que mi vida se destruyó.

Comencé a sudar frío y sentía que no podía respirar. La sombra seguía acechándome, cuando sentí que me tomaron del codo. Quise voltear, pero una voz muy familiar me dijo que no me moviera.

-Si me ves la cara todo terminó. Solamente quiero que entres al lugar. Quiero que subas al escenario y toques la canción tal cual y como la ensayaron toda la semana.

No entiendo qué dices, le dije con preocupación. Suenas igual que yo cuando acabo de despertar.

La voz se acercó a mi oído y me dijo que no hiciera caso a las palabras del manager o arruinaría mi vida para siempre.

-Estuve allí, amigo, te vi morir en un par de años. Eso pasará si cambias la canción por la del manager. Eres un gran músico y no debes dejar que nadie se interponga en tu camino al éxito.

Terminó de decir esto y desapareció. Entré al lugar del concierto y efectivamente, el manager me detuvo en las escaleras mientras los chicos gritaban que los acompañara.

-No toques esta mierda. Me dijo mientras arrugaba las partituras de mi canción y metía en mi bolsillo una canción nueva. Ve y dale a la gente lo que quiere.

Recordé las palabras de la sombra. Entré al escenario y le dije a los chicos que conocían la canción y que lo hiciéramos como siempre.

Aquella noche rompimos un espacio en el tiempo cuando mi guitarra sonó y mi voz retumbó en eco por cada rincón de aquel lugar. La gente enloqueció y coreaban mi nombre: Arthur...Arthur...Arthur...

La adrenalina recorrió todo mi cuerpo y fue como nació un nuevo género musical y la leyenda de la música Arthur.

Fin