Miguel era un pescador que vivía en un pequeño pueblo rural del llano venezolano. La tierra de ganado, sombreros de palma, el imponente río, chimó y aguardiente era todo lo que Miguel conocía.

Ese año,la pesca era más importante para Miguel. Su hija mayor cumplía 15 años y su mujer quería una fiesta para ser la envidia del pueblo.

La familia despidió a Miguel, su mujer empacó unas arepas rellenas de queso y aguacate con una cantimplora llena de aguapanela. Miguel se fue por 3 largos días y volvió a casa cansado pero con una cava llena de Bagres.

Esa noche, Miguel colgó su Chinchorro en el corredor y se acostó. Todos se fueron a dormir y cuando se consumió la última vela la casa estaba en total silencio.

Un grito desgarrador despertó a todos. Amaneció y la hija de Miguel se puso en pie y cuando tocó su cabello, su larga tranza no estaba. Alguien cortó su cabello y lo colgó en el árbol de aguacate.

Las cosas se calmaron con los días, Jacinta logró convencer a su hija de que el cabello corto estaba de moda y que se veía muy bella con ese corte. Así que los preparativos del fiestón siguieron.

Pasaron los meses y por fin llegó el día en que la hija de Miguel dejaba de ser una niña y se convertía en una bella adolescente de 15 años. La fiesta se llevó a cabo en el Caney. Había ternera a la leña y aguardiente como piedra en el río. Todo el pueblo estaba allí.

A lo lejos estaba Marta, la mejor amiga de la quinceañera observaba la fiesta.

Los gritos interrumpieron la música. La quinceañera tomó un trago de aguardiente para celebrar, se sirvió de la botella que le había regalado su mejor amiga. Se levantó y fue al árbol de aguacate y con su propia tranza de colgó a una rama del cuello.

El Caney se incendió, mientras Miguel se adentró en el río para ir a encontrarse con su pequeña quinceañera.