Carolina estudiaba en la universidad Católica del Táchira. Se sentía plena en esa gran casa de estudios. Amaba su carrera de contabilidad y sabía que sus padres estaban haciendo grandes sacrificios para poder pagarle la colegiatura.

Carolina era muy aplicada, se desvelaba estudiando y sus calificaciones eran excelentes. Pero tenía un serio problema con matemáticas, por más que ella estudiara y sus compañeros le explicaban, ella no entendía.

Entre derivadas y vectores Carolina se sentía acorralada. Le pidió ayuda a su madre, ella era comprensiva y le contrató una profesora particular para que le explicara después de clase. Carolina se sentía muy ya que la profesora fue la misma que le daba clase en el colegio y ella le entendía perfectamente.

Cuando llegó la hora del examen parcial, Carolina estaba muy segura que aprobaría matemáticas. Llegó temprano y se instaló con su lápiz ajunto a la ventana para estar más cómoda. Pero una vez frente aquellos números y letras que anunciaban los problemas se quedó congelada y no respondió nada.

Estaba muy angustiada pero tenía la oportunidad de aprobar en las siguientes pruebas. Desafortunadamente no fue así y Carolina reprobó matemáticas de primer año. Pero podía avanzar en la carrera y cursar matemáticas I y II en el segundo año.

Estaba muy deprimida. No tuvo el valor de contarle a sus padres este enorme problema que tenía. Así pasó el tiempo y Carolina seguía siendo una alumna excelente en todas las materias, pero matemáticas era su karma. Llevaba esta materia arrastrando con una cadena prensada en su cuello por todos los pasillos.

Sus padres tuvieron que vender el automóvil familiar para pagar la colegiatura que aumentaba cada año casi el doble. Después terminaron hipotecando la casa y Carolina sufría con todas estas cosas.

Para el año 1988 le correspondía graduarse a la promoción de licenciados en contaduría pública de UCAT en la que se encontraba Carolina. Sus padres vendieron las 3 últimas vacas que quedaban en la granja para hacer los festejos de la graduación de su hija. Que orgullosos estaban.

Carolina fue ese día a recoger el listado de calificaciones y en rojo estaba su gran enemiga matemáticas. No paraba de preguntarse cómo iba a decirle a sus padres que los había defraudado?

Con lágrimas en sus ojos subió al tercer piso del edificio de educación y geografía y por un enorme ventanal salto sin mirar atrás.

Con lágrimas en sus ojos subió al tercer piso del edificio de educación y geografía y por un enorme ventanal salto sin mirar atrás.

Hoy, después de más de 30 años en la universidad podemos ver el ventanal con una reja doble para la seguridad de los alumnos.
Y cuentan los estudiantes de la UCAT que en la temporada de examenes parciales puede escuchar el llanto y las lamentaciones de Carolina retumbando por todos los pasillos.