Con mucha frecuencia escribo acerca de la importancia del buen trato, esa cordialidad que debe establecerse en las relaciones para tener mejor «calidad de vida». Bastante se habla de este concepto desde hace tiempo.

_{Agradables momentos de tertulia, con dos de mis hijos.}

Dentro del bienestar social se considera necesario tener buenas relaciones personales, con los miembros de la comunidad, familia, amigos, entre otros. Esto implica por supuesto, ese trato cortés y de compañerismo que fomenta la amistad. Darse la oportunidad de compartir con las personas, sin más exigencia que la de simplemente estar.

Dentro de las muchas características, que pueden estar presentes, para que se dé un clima armónico en el intercambio humano, está el buen humor: elemento mágico que tiene el poder de desestresar al individuo.

En la conversación habitual se presentan muchas situaciones que se decantan en una risa alegre y sincera, que ayuda a limar asperezas, si las hubiera, pero también al relax de todos.

En las reuniones grupales surge esa risa, que puede llegar a ser absurda, como lo es reír de todo y de nada, pero esto puede llegar a ser una terapia muy agradable, porque esa manifestación es contagiosa

En la conversación sana y natural, ese intercambio de saberes con anécdotas y reflexiones, se produce algo gracioso que nos lleva a reír. Mientras más momentos de ese tipo tengamos, mejor nos sentiremos.

Hay conversaciones que son forzadas, temas pendientes para resolver algún inconveniente de alguna de las partes, llegar a algún trato por motivos de trabajo y otro asunto serio. Ese tipo de interacción, más formal, aunque resulte exitosa, no provoca la misma reacción en el cuerpo y las emociones.

Hoy inicié mi día con un buen café y una persona que sabe conversar, amanecí en el hogar de uno de mis hijos. Es realmente un privilegio, un disfrute más, aparte de todos los otros regalos, que se puedan conseguir en el día a día, cuando se tiene un ojo curioso, avizor, que se dedique solo a pescar cosas buenas.

En la tarde tuve la misma suerte acompañada de dos de mis hijas. Reír en estos contextos se vuelve algo natural y espontáneo. No hay propósitos de crítica o juicio, solo compañía y esa costumbre de ponernos al día, cuando tenemos tiempo que no compartimos juntas.

_{Con quien reír no cuesta nada.}

Lo mejor que tiene este tipo de diálogo es el estilo libre e improvisado que la enmarca. Nunca es igual lo que se planifica para resolver un problema que este encuentro espontáneo.

La vida en general está repleta de momentos donde el látigo del tiempo martiriza y las personas se han acostumbrado a creer que lo pierden en actividades de poca importancia y que es necesario ganarlo, no importa que no se sepa para qué. Las personas andan apuradas demandando rapidez de los demás. El estrés y mal humor hacen mella en cada uno que lo refleja luego en problemas de salud.

Es necesario aprender a regalarse tiempo de ocio, mismo que puede ser utilizado en meditar o caminar, pero también en este intercambio con la familia donde hasta la irreverencia puede hallar espacio.

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