Todo tiene un costo||Everything has a cost

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En este momento estoy leyendo el libro “Cuentos para pensar” de Jorge Bucay, entre otras razones, para participar el 8 de febrero en la actividad propuesta del “Club de Lectura” del podcast Encuentros de Bienestar que desde la comunidad @holos-lotus lleva el amigo @irvinc, valga la presente oportunidad para que entres al link y te unas a esta nutritiva actividad de crecimiento personal.

La referencia al libro viene porque entre sus primeras aportaciones el escritor hace la siguiente afirmación: “Nada que sea bueno es gratis”, desde que leí esa idea no deja de dar vueltas en mi cabeza y al establecer relaciones enseguida me ubico en el emprendimiento y en un razonamiento lineal de causa-efecto podemos concluir que “todo tiene un costo”. Un costo que, como señala el autor, no necesariamente es dinero eso me lleva a plantearme sobre los costos no monetarios que genera el emprender.

Los costos no monetarios que genera el emprender

Partiendo del hecho que consideramos que emprender es “algo bueno para nosotros” cuando nos iniciamos, entre el entusiasmo, las expectativas y las actividades propias del quehacer, no nos planteamos o no podemos visualizar algunas consecuencias personales que van ligadas a la trama del emprendimiento y que se transforman en costos porque de muchas manera pagamos esta “necesidad de realización personal” en pequeñas cuotas diarias que van transformando las rutinas de nuestro día a día. Entre los costos que detecto desde mi experiencia se hallan:

1.- La Familia. ¿A cuántas situaciones, que vivimos en familia, dejamos de prestarle la atención que merecen, requieren o necesitan porque estamos metidos de lleno en el emprendimiento? Muchas veces justificamos, no sin razón, que de allí sale el sustento familiar, sin embargo, tener claro que la familia es parte importante de nuestro soporte y apoyo emocional, así como que cada miembro de este núcleo requiere ser atendido (hijo, pareja, padres) debe ser suficiente para redimensionarnos y no dejar que el emprendimiento ahogue esta relación porque, si esto sucede, el costo a pagar es muy alto ¿No te parece?

Busquemos el precio justo y encontremos ese punto de equilibrio donde podamos movernos produciendo el menor impacto posible en la familia, las estrategias para logra esto convergen en un punto: colocarnos límites y estos parten del reconocer el valor que este “bien, tiene para nosotros.

2.- El tiempo. Una de las ideas más vendidas y compradas al emprender es creer que eres dueño de tu tiempo y puedes manejarlo a tu antojo. Es un verdadero mito porque el que ha emprendido sabe que los compromisos van escalando y darle respuesta a las diversas situaciones, a los clientes, a los empleados y a la dinámica propia de sacar adelante el negocio, si te descuidas, absorbe todo tu tiempo, incluso, ese que deber dedicar al descanso.

Aprender a manejar nuestro tiempo es una herramienta indispensable para el emprendedor y este manejo comienza con la organización y la planificación, no hacerlo significa pagar un costo muy alto que se puede traducir en deterioro de la salud, afectación en las relaciones interpersonales, frustraciones personales (porque no hay nada más triste que sentir que no tienes tiempo para más nada) y por supuesto, un costo real en dinero cuando te mides en rendimiento y productividad.

3.- Los excesos. Dice la conseja popular que “todo en exceso es dañino” y mucho de cierto hay en ello, el exceso de trabajo, de compromisos y responsabilidades que asumimos a través de desarrollo de nuestro emprendimiento puede hacernos colapsar en muchos sentidos: como ya referíamos en la salud entrando en situaciones de estrés, ansiedad, bajones de ánimo, mala alimentación, restarle tiempo al descanso, en fin los costos, en este sentido también pueden llegar a ser muy elevados.

Adicional a ello es probable que una mente saturada ralentice los procesos creativos y nos lleve a cierto nivel de apatía pagando el costo de entrar en emociones negativas que debilitan nuestra percepción de motivaciones y logros.

4.- El costo emocional. Aunque he tocado este aspecto en los puntos anteriores quisiera puntualizar algunos detalles. Al emprender sabemos que estamos entrando en un mundo donde las certezas no existen, que cualquier cosa puede pasar y cambiar las circunstancias y condiciones de un momento para otro, de allí que se haga tanto hincapié en que el emprendedor debe desarrollar las fortalezas de carácter y contar con un Equipaje emocional que lo sostenga cuando el viento no sople a su favor.

El miedo, la frustración, el querer tener el control de todo, la culpa detrás del error, son sentimientos que pueden aflorar en un momento dado, es un costo posible que habrá que pagar si se presenta, tener herramientas para afrontarlo es la manera de minimizar su impacto.

Definitivamente, Bucay tiene razón: “Nada que sea bueno es gratis”, en esta misma frase, mirándola desde otra perspectiva encontramos un gran motivador: lo que es bueno. La acción de emprender, para el que lo hace es algo bueno, en ella se encuentran nuestras pasiones, deseos, desde el emprendimiento miramos nuestro presente y futuro y si es verdad que se encuentra lleno de incertidumbres al mismo tiempo nosotros nos encargamos de convertirlos en retos, en propósitos y objetivos que nos mueven y le dan vitalidad a cada nuevo día.

¿Qué tiene un costo? Todo tiene un costo, es cuestión de “saber administrar” porque aquello que nos lleva a la “autorrealización” bien vale dedicarle nuestro esfuerzo e intención.