Like a lady of the night, a hint of a Maleficent vegetable, she steals from the tranquility and peace of the place, mimicked by inconspicuous colors and surrounded by green foliage, rabbits and mice, the marvelous certainty of life.

Then, not so slowly, she expands, detaches herself from enclosures and selfishness, and offers herself, entering the day, to the astonished gaze of the people.

She is a subtle moment of midday, whose light is reflected in violets that transmute painful moments and spaces, brightens the morning, the afternoon, to fall asleep again and reappear victorious the next day; in a complex wheel that lasts only hours.

For an instant, she seems to hide among the green leaves that surround her, in an attempt to evade intense looks, destructive hands or some enervating and hungry insect that could sneak into the very well covered pistil that some wandering hummingbird has to take, embedded in the long and sharp beak, after drinking the delicious and sweet nectar that she treasures.

She is the utopian dance of vegetables tied to the earth.

The light of the garden, if you let her.

The exact minute in which we demonstrate the opulence of existence.
A miracle.

If I had to define this moment, I would call it the dance of life.

The ephemeral immortality of beauty.

ESPAÑOL

El baile de la vida -Floración en violeta-

Como dama de la noche, insinuación de vegetal Maléfica; va robándole a la tranquilidad y paz del lugar, mimetizada de colores poco llamativos y rodeada de verdes follajes, conejos y ratones; la maravillosa certidumbre de la vida.
Luego, no tan lentamente, se expande, se desprende de encierros y egoísmos, y se ofrece, entrando el día, a la mirada asombrada de la gente.
Ella es un momento sutil del mediodía, cuya luz, se refleja en violetas que transmutan momentos y espacios dolorosos, alegra la mañana, la tarde, para dormirse nuevamente y reaparecer victoriosa al día siguiente; en una noria compleja que tan solo dura horas.
Por un instante, parece esconderse entre las verdes hojas que le envuelven, en un intento de evadir miradas intensas, manos destructoras o, algún enervante y hambriento insecto que pudiera colarse entre el muy bien cubierto pistilo que, algún errante colibrí, ha de llevarse, incrustado en el pico largo y afilado, luego de beberse el néctar delicioso y dulce que atesora.
Ella es la utópica danza de los vegetales atados a la tierra.
La luz del jardín, si se le deja.
El minuto exacto en que demostramos, la opulencia de la existencia.
Un milagro.
Si tuviese que definir este momento, lo llamaría el baile de la vida.
La efímera inmortalidad de la belleza.