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☀️ El Reinicio del Amor.

Ana cerró de un solo golpe el portátil. Después de ver en la pantalla de su laptop cómo su vida se comenzaba a desmoronar, sus ojos se humedecieron con las lágrimas. Visiblemente sorprendida, se acercó al espejo y, al mirar su reflejo, se dio cuenta de que hacía mucho tiempo no se veía cómo realmente era.

Su teléfono celular repicó en ese instante. En la pantalla, la fotografía de David le sonreía mientras una melodía de Mecano le recordaba los mejores momentos de su vida. Decidio no contestar y se sentó el sofá.

El celular repicó una segunda vez. Ana lo miró y sintió cómo el corazón casi se detenía en una lánguida agonía de incertidumbre, temores y tristeza. Lo dejó repicar mientras su mente divagaba por escenarios que jamás pensó que le tocaría enfrentar.

Cuando el celular repicaba por séptima vez, Ana lo tomó en sus manos, deslizó lentamente la pantalla y dejó escuchar por el altavoz las palabras de David.

—¿Dime qué es lo que está pasando? —Se escuchó con firmeza la voz al otro lado de la línea.

—Ya lo sabes, —contesto Ana, con un tono de derrota.

—Entonces, ¿eres tú la del video? —Pregunto de nuevo, David.

—Sí, —respondió Ana, con seguridad.

—¡Maldición!, —escuchó en el auricular antes de que la llamada se cortara.

Transcurrieron seis minutos, que para Ana parecieron una eternidad, hasta que el celular repico de nuevo. Esta vez, la llamada no era por la mensajería de WhatsApp, sino a través de la línea telefónica del celular, estrategia que usaba David cuando se trataba de asuntos muy complejos o serios.

—¿Quieres hablarme sobre eso? —Inquiere un David algo más sereno.

—¿Qué te podría decir que ya no hayas visto?, —respondió Ana con la voz casi quebrada.

—Quiero que me digas las razones, el porqué de todo eso, no lo que todo el mundo puede estar mirando en internet. —Le insistió David.

—¡Simplemente, estaba loca! ¡Es la parte loca y desenfrenada de mi vida! —Contestó Ana, mientras el llanto la desbordaba.

Hubo un largo silencio, interrumpido solo por los quejidos llorosos de Ana. Luego, cuando se sintió un poco más la calma, la voz de David se escuchó nítida: —¿Y ahora?

Ana dejó escapar un hondo suspiro y, con semblante más decidido, respondió: —Recogeré mis cosas para que no me encuentres aquí cuando vuelvas.

El silencio a través de la línea telefónica se hizo eterno de nuevo, y continuo cuando David colgó la llamada. Ana permaneció inmóvil en el sofá, mientras pensaba en cómo había llegado a este momento tan decisivo.