Mujer Prohibida: Epílogo [ENG/ESP]

Rosario se monta en el coche y no sé lo puede creer todavía. Una disquera está interesada en su música. Al menos le han dado la oportunidad de escuchar su música en vivo, aquello era más que suficiente para ella. Cuando se enteró ha entrado gritando a su habitación asustando a todos. Ahora se preparaba para irse, aunque ha evitado despedirse de su mamá. Las despedidas siempre le hacían llorar.

Aquello no era una despedida, pero nunca se había separado de su madre. Siempre habían sido ellas dos contra el mundo y ahora le tenía que dejar para hacer sus sueños realidad. Se sentía plena, llena de sueños e ilusiones. Está esperando a que su prometido para marcharse, pero, algo andaba mal; Mauricio se asoma por la ventana y le hace señas de que se baje. Ella resopla un poco y gira su mirada en busca de su teléfono, entonces logra ver a Dober, el inquieto perro de Mauricio masticando su bolso.

—¡Dober!, ¿qué estás haciendo? —le grita mientras trata de liberar su bolso de la boca del animal.

Mauricio, por su parte, es testigo de la escena y ríe con ganas. Decide resolver el asunto, silbándole a Dober. Esté al ver a su amo silbando, sale disparado y suelta por fin el bolso de Rosario, quien se ha puesto de morros. Mauricio coge a Dober y lo levanta acariciándole la barbilla. Esto solo hace enfurecer aún más a Rosario.

—Amor, debes tener paciencia con Dober. Él te ama, solamente dale tiempo a qué sé acostumbré a ti.

—¿Qué clase de amor es ese?, yo nada más quiero que se aleje de mis cosas... Pero, ¿a ti que te ha pasado? –dice ella señala el rostro de Mauricio, que sin darse cuenta había cogido un montón de grasa en la cara.

—Solamente es grasa, el motor del auto estaba botando una sustancia viscosa, pero ya lo he arreglado. Ya no vamos tranquila—de repente Mauricio se encuentra a sí mismo, mirando a su alrededor. Iba a extrañar a Altagracia, aunque odiaba admitirlo.

—¿Pasa algo? —pregunta Rosario mirándolo fijamente.

—No, para nada.

—Yo también voy a extrañar a Altagracia, pero siempre vamos a estar viniendo por estos lares. Ambos tenemos querencias aquí y supongo que cada vez que nos perdamos, podemos venir a encontrarnos aquí. Aquí están nuestros padres, nuestras raíces y todo lo que somos.

—Es verdad, siempre digo que odio este lugar, pero uno nunca puede odiar sus raíces. De aquí vengo, aquí están mis padres. Supongo que el estrellato te espera a ti y a mí, pues una obra de gran envergadura. Bueno, eso espero. Siempre que vengo, me cuesta irme. Cuando llegue a la capital, todo esto se me va a pasar.

—También existe la posibilidad de convertirte en mi manager. Si todo este tema con la disquera funciona, voy a necesitar uno y que mejor que tú para eso... Además, pasaríamos más tiempo juntos. Yo estoy tan entusiasmada con todo que nos está pasando.

—Te lo agradezco, pero creo que no sé exactamente lo que hace un manager. Lo que sí puedo ofrecerte es hogar, no importa cuán famosas llegues a ser Rosario. Hablando de eso, sé que nos irá bien viviendo en el mismo sitio por primera vez, solo intenta querer a Dober.

—Gracias amor, gracias por apoyarme. Yo también te apoyaré a ti en lo que sea que decidas. Si eliges seguir al viento, te acompañaré. Si eliges la calma seré paz y si, por el contrario, eliges amor...

—Aquí estaré yo para amarte. Créeme cuando te digo que estoy seguro de cada palabra de esa canción. Me complace no haber errado con nosotros, sabía que íbamos a compaginar. Estos 3 meses por aquí, tu compañía, me hicieron darme cuenta de que volver fue lo mejor que pude hacer. Más por el hecho de que no aceptaba que me hacía falta volver. Hoy que me voy le doy gracias a la vida, por estar a tu lado. Tú mi mujer en libertad.

Un beso y un adiós, así partieron aquellos tortolos, en busca de un destino. Nada estaba claro en aquel momento, ya que solo se tenían el uno al otro. Una nueva vida les esperaba en la capital, ellos dos, Dober y Virginia, la guitarra iban camino a lo desconocido. Nada malo podía ocurrir. Aquello solamente el tiempo lo diría.