Había salido pasmado de aquella lectura de cartas. Por una parte, aquella bruja loca me decía que mi destino estaba cerca, más cerca de lo que creía, pero yo no veía ningún pretendiente cerca. Tenía más de 28 años, una profesión, un perro y estaba más solo que reo sin familia. ¿Cómo era que un hombre gay exitoso como yo, no tuviera a nadie con quien compartir sus triunfos?, de nada servían todos esos momentos, sin un amor, alguien con quien hablar después de una larga jornada, alguien al cual amar.

Llegué a casa y allí estaba el señor Erick, saludándome con su estúpida sonrisa. Era como si él se compadeciera de mí. Aquel hombre tocaba el piano sin cesar cuando yo quería tomar una siesta en las tardes, odiaba con locura su frenesí, pero con el tiempo logré entenderlo, incluso disfrutarlo. Erick no era mucho más mayor que yo, apenas pasaba los 38, pero yo le decía señor a todo aquel pasara el umbral de los 30 años. Pero, Erick era amable, muy atento y cordial. Solo que no era mi tipo. Tampoco él demostraba tener algún interés.

El único que podría ocupar ese lugar en mi vida era Charles, mi mejor amigo. Había estado perdidamente enamorado de él, desde que tenía uso de razón, pero tenía un gran defecto: era hetero. No obstante, aunque aquella bruja me hubiera dicho que mi destino en el amor estaba muy cerca, yo descartaba todas las opciones y me quedaba solo con Charles. Aunque también existía, Bruno. Él era un compañero de trabajo que había tratado de llamar mi atención todo aquel último año, pero tampoco era mi tipo.

Lo cierto es que un buen día comenzaron a llegar detalles a mi casa. Aquellos detalles no tenían remitente, cosa bastante extraña, una copia de Shakespeare in love, un perfume suave, una carta, una canción de Sting, una rosa y hasta un arlequín, llegaron a mí de forma anónima. Aunque quise hacer conjeturas, no pude adivinar de quien se trataba. Entonces decidí arriesgarme, hice un pastel de esos que sé hacer muy bien y me dispuse a llevárselo al señor Erick. Cuando iba a abrir la puerta, este permanecía parado frente a mi timbre, «señor Erick, iba a ir a su casa a dejarle este pastel» dije, mientras él me miraba sonriente.

«Es muy amable de tu parte Thair, yo había venido a buscar a Patrañas, no lo he visto desde esta mañana y me preguntaba, ¿si no lo habías visto?» Patrañas, así, se llamaba el gato angora blanco de mi vecino. «Definitivamente, no lo he visto, pero yo también quería saber si usted ha visto a alguien extraño merodeando la casa. Es que me han estado dejando entregas sin remitente y quería saber de quién se trataba», Erick se quedó pensativo como si tratara de recordar algo, «definitivamente no lo he visto, pero voy a estar al pendiente».

Los días pasaron y mi admirador secreto por fin me contactó. Lo hizo a través de Instagram. No había fotos en su perfil y su nickname era @perfectodestino, comenzamos a hablar día, tarde y noche, yo trataba de descifrar de quien se trataba, pero no podía dar con aquel hombre. Quise buscar respuestas en Bruno, si era él, necesitaba saberlo, quería darme una oportunidad, mandar al infierno esa tontería de “ser de mi tipo o no”, quería enamorarme. Busqué a Charles le conté lo que me estaba pasando, quise pensar que era él, pero el anuncio de compromiso con su novia me hizo desistir.

Pensé en Ethan, mi barbero de confianza. Muchos me decían que él gustaba de mí, pero para mí no era más que un amigo. Investigué, sobre pensé y nunca pude encontrar respuestas, era como si no pudiera existir nadie con la cualidad suficiente para ser @perfectodestino. Entonces, me armé de valor y le dije por el dm que no podía seguir hablando con él si no se presentaba. Aquello me iba a doler mucho, pero aquella situación era patética. Estaba buscando amor en un tipo del que no sabía nada, solo que le gustaban las películas románticas, la música clásica y los obsequios exóticos.

Tomé una botella de vino, me puse mi mejor outfit y salí rumbo a la casa de mi vecino. Si @perfectodestino se decidía a venir aquella noche, quería verlo primero y si era un demente, por lo menos podría llamar a la policía. Toqué el timbre del señor Erick y cuando abrió la puerta, él estaba vestido como nunca antes. Su cabello estaba perfectamente peinado, llevaba una camisa blanca de proporciones holgadas con un lazo que caía del cuello, combinando todo esto con un pantalón negro que lo hacía ver perfecto.

«Señor Erick, discúlpeme, ¿iba a salir?, le he traído una botella de vino. Hoy voy a conocer a mi admirador secreto y quería esperarlo desde aquí», Erick se quedó pensativo y sonrió con ganas, «pasa Thair, no todos los días tengo visita» respondió siempre afable, parsimonioso, todo un caballero. Yo me sentí triste hasta mi ceremonial vecino tenía algo que hacer en noche de viernes. «Mejor, tome la botella de vino, llévela a donde va. Yo esperaré a mi admirador en mi casa».

Cuando me iba a dar la vuelta Erick me tomó del hombro «Espera Thair, quería salir, pero supongo que el perfecto destino es aquí y ahora», aquello me heló la sangre. Entonces entendí todo. Entendí la música clásica, entendí aquellos perfumes exquisitos, suaves fragancias que evocaban solemnidad. Entendí a Tobago, la bruja de las cartas. Comprendí aquellas películas de amor, los detalles que me llenaron el alma por aquellos días y le pregunté: «Eres tú, siempre fuiste tú».

«Iba camino a tu casa. A dar la cara, después de todo nunca me pusiste en duda, como si yo no entrara siquiera en la lista de tus posibles admiradores», aquello me entristeció mucho, a veces no vemos el amor ni estando en nuestras narices. «Quería invitarte a salir desde hace mucho tiempo, pero no me he atrevido. Me he inventado toda esta situación. Pero, hoy quería decirte que me gustas, que ya no tengo porque esconderme y que, si no me correspondes, igual debía intentarlo».

«Erick, no sé qué decirte. Porque siempre he deseado a un hombre como tú, pero nunca me doy cuenta de nada. Hasta hace poco pensaba que tenía un tipo definido de hombre, pero me doy cuenta de que la única constante en mi vida es que necesito amor» dije conmovido. «Yo puedo darte amor» dijo Erick, finalmente nos fundimos en un abrazo que fue casi eterno y lo bese como nunca antes había besado a alguien. Mi destino estaba cerca. Mi perfecto destino.

FIN