La destrucción comenzó sin previo aviso. Terremotos devastadores y erupciones volcánicas estaban presentes en continentes enteros. La humanidad estaba aterrada, la mayoría de los miembros de las religiones se inclinaban mirando al cielo, preguntando la causa del castigo y pidiendo clemencia. Los seguidores del ateísmo, salieron de eso y de forma asombrosa se volvieron creyentes.

Después de que muchos países fueran seriamente afectados por los movimientos telúricos, aparecieron unos seres deformes.

Estos emergieron de las profundidades de la tierra, arrastrándose desde las entrañas del subsuelo, con sus cuerpos retorcidos y desfigurados, eran realmente horribles, de apariencia espeluznante.

La piel de estos seres era arrugada y con verrugas en toda su extensión, sus extremidades (si es que se le podía llamar así), eran retorcidas. Lo que parecía ser sus ojos, eran varias protuberancias oscuras, diabólicas, daban la impresión de que veían las almas de aquellos que se atrevían a mirarlos.

Estos seres deformes habían estado planeando la destrucción del planeta durante milenios. Estaban hartos del mundo que los había rechazado y confinado a las sombras, querían vengarse y llevar a la tierra en el caos. Su plan consistía en utilizar sus habilidades para manipular las fuerzas tectónicas del planeta, desatando terremotos y erupciones volcánicas.

A medida que la destrucción avanzaba, la humanidad se vio al borde de la extinción. Los seres deformes parecían imparables. Pero entonces, cuando todo parecía perdido, surgió un héroe inesperado que llamaron: Camburator.

Este héroe era de apariencia de un cambur o banana gigante, pero no era una simple fruta. Su fuerza y energía provenían del potasio, que le permitía luchar y resistir los ataques de los seres deformes. Armado con una piel amarilla atractiva y una sonrisa que cautivaba a todos, Camburator se convirtió en el último bastión de esperanza para la humanidad.

Pese a su aspecto algo cómico, Camburator era un guerrero tenaz. Comenzó a enfrentarse a los seres deformes utilizando su poder del potasio para contrarrestar sus habilidades destructivas. Los villanos descubrieron que era muy difícil derrotar a este extraño héroe, y pronto comenzaron a temerle.

La guerra entre Camburator y los deformes se intensificó, la contienda fue feroz.

La humanidad observaba con horror y asombro mientras su salvador en forma de cambur luchaba por proteger el mundo que tanto amaba.

Entonces, en lo que parecía ser la batalla final, algo extraordinario sucedió. En medio de la lucha, un rayo de luz brillante surgió de todos los vegetales de la tierra, envolviendo a los combatientes en un resplandor cegador.

Cuando la luz se disipó, Camburator y los deformes habían desaparecido. En su lugar, había un enorme cráter y en el fondo un objeto extraño y resplandeciente.

Los que estaban cerca del sitio, se acercaron con cautela y observaron que el objeto era un cristal inmenso, que emitía una energía poderosa pero bondadosa. Se sentía como el calor de los rayos del sol.

De inmediato, todos se echaron para atrás porque el cristal comenzó a vibrar, y una voz atrapó la mente de todos los presentes. Era Camburator, hablando desde su nueva forma cristalina.

Él explicó que durante la batalla había descubierto la verdadera naturaleza de los deformes. No eran monstruos malvados, sino seres torturados y deformados por la energía oscura que emanaba del núcleo de la tierra. Por muchos siglos, esta energía les había corrompido, convirtiéndolos en seres resentidos, vengativos y destructivos.

Camburator en un último esfuerzo por vencer al enemigo, había utilizado la energía del potasio. Con esto logró purificarlos para liberarlos de la influencia maligna que los había consumido. Ahora los deformes se habían unido a Camburator en una forma cristalina y juntos se dedicarían a sanar el planeta y revertir el daño que se había causado.