Poesía narrativa: Los secretos de una mariposa en agonía [Esp-Eng]

Deseos profundos y desgarradores, brutal y horrible verdad. Viviendo por una superación más. Librando batallas internas y traiciones externas en esquinas de un corazón sin compás. Ocultando lágrimas tras el maquillaje colorido y brillante para engañar a los demás. Sujetos a consejos de vidas que no pueden entender, que los caminos y sus piedras son distintos para cada quien, como en realidad es aunque no lo quieran ver.

Aquí en lo más alto de la insanidad, aquí en lo más salado del mar, aquí en lo más radioactivo de la planta nuclear. Aquí es donde puedes tocar con confianza cada puerta a tu alrededor pero sin respuesta quedarás. Soy el globo aerostático que a medio cielo se ha quedado sin fuego ni gas. Pensamientos sutiles capaces de cortar, se introducen a la brevedad en mi piel dejando hemorragias imposibles de sanar.

Laberintos de indecisión. ¿Realmente sabes lo que se siente la ansiedad y la depresión? Los fantasmas en la oscuridad me invitan a bailar. Polaroids de años atrás me demuestran con descaro que no soy la chica alegre de aquella vez, sonriendo y con el corazón aun sin pegamento ni alambres que aseguren un latido al mes. Suspiros a media tarde, la procrastinación se vuelve relevante y el sobrepensar huele a café.

Discos de vinil y flores secas sobre un escritorio parecido a un cuervo. Eso fue lo que dijo mi amigo el sombrerero. Mis pensamientos oscuros me comienzan a asfixiar. ¿O por qué mis pesadillas parecen programa de televisión dentro de un malabar? Monedas de caramelo y copas de té de manzanilla sin endulzar, será mi dieta hasta que me logre reencontrar.

Solo han pasado algunos meses desde el día fatal. Cuando las nubes grises me comenzaron a acompañar. Mi mundo colapsando ante una simple fatalidad. Coincidiendo con gritos de muerte llenos de gravedad. Ella era una fuente de inspiración. Una canción invaluable hecha de los sonidos de la brisa y la risa de su alegría al danzar. Una esperanza inagotable de luz y calidez que abrazaba mi corazón con cada respiración, entrelazando nuestras manos transmitiéndome paz.

Sus ojos eran un océano que ameritaba exploración. Yo solo era una obra artística de una escultura sin igual. Madre e hija columpiándose en el hilo de la mortalidad. Presenciar como su luz se apagaba con cada segundo más, fue para mí como intentar atar la arena al cielo y no al mar. Las rosas liquidas que abandonaban su cuerpo aceleraban el minuto de perderla entre olas de altamar.

La lluvia fue el ingrediente principal, de aquella noche de Agosto cuando el asfalto húmedo nos llevó al precipicio cerca del mar. El agua entró con violencia al auto donde me recogía cuando culminaba clases en mi etapa escolar. Poco tiempo duró su consciencia y mi decisión estaba tomada desde el segundo en el que comenzamos a caer sin poderlo evitar.

Me negaba a creer que moriríamos en tales circunstancias, abruptas y totalmente crueles. Luchaba por mantener mi respiración con el poco aire que quedaba dentro del auto y la inundación que nos golpeaba contra las paredes. Las puertas estancadas nos mantenían cautivas sin compasión. Pero entonces sus ojos buscaron los míos y sus manos delicadas buscaron mi rostro lleno de desesperación.

Con una sonrisa sutil y un beso a mi frente salpicada de agua de mar, señaló a mi puerta alentándome para que me fuera creyendo que yo lo podría lograr. Poco después, como al apagar una caja de música sin más, ella sucumbió a la enorme herida en su cabeza dejando de respirar. En medio del pánico y rompiéndose mi corazón, me aferré a ella hasta que el agua nos cubrió por completo dejándome sin opción. ¿Pero cómo podría abandonar a quien me había regalado la vida y ahora antes de morir me había dado su bendición?

Su sangre pintaba el agua que me ahogaba de un profundo carmesí y quedándome sin aire en mis pulmones cumplí su última petición antes de morir. Tomando una de las decisiones más crueles que en mi vida sentí, soltar a mi madre para yo poder vivir. Pocas eran mis fuerzas pero logré salir y nadar hasta la superficie donde me saludó el cielo gris.

Había muerto una parte de mí ese día, pero el calendario ya marcaba el mes de abril y mi corazón ya no ardía con tanto esmero en agonía. Pero si alguien preguntaba, mi sonrisa siempre mentiría, frente al espejo en noches de lluvia mi alma se comprimía. En silencio aún revivía ese día y soñaba con reescribir la narrativa, eligiendo sin remordimientos quedarme con ella hasta el final de la travesía. Juntas para siempre como una promesa infinita, pasando a la otra vida como madre e hija.

Deep and heartbreaking desires, brutal and horrible truth. Living for one more overcoming. Waging internal battles and external betrayals in corners of a heart without a compass. Hiding tears behind brightly colored makeup to fool others. Subjected to advice from lives they cannot understand, that the roads and their stones are different for everyone, as it really is even if they don't want to see it.

Here in the highest of insanity, here in the saltiest of the sea, here in the most radioactive of the nuclear plant. Here is where you can confidently knock on every door around you but with no answer you will remain. I am the hot air balloon that in the middle of the sky has run out of fire and gas. Subtle thoughts capable of cutting, are introduced to the brevity in my skin leaving hemorrhages impossible to heal.

Labyrinths of indecision. Do you really know what anxiety and depression feel like? Ghosts in the dark invite me to dance. Polaroids from years ago brazenly show me that I'm not the cheerful girl from that time, smiling and with my heart still without glue or wires to ensure a heartbeat a month. Mid-afternoon sighs, procrastination becomes relevant and overthinking smells like coffee.

Vinyl records and dried flowers on a crow-like desk. That's what my friend the hatter said. My dark thoughts begin to suffocate me. Or why do my nightmares look like a TV show inside a juggling act? Candy coins and cups of unsweetened chamomile tea will be my diet until I can find myself again.

Only a few months have passed since the fatal day. When the gray clouds began to accompany me. My world collapsing before a simple fatality. Coinciding with death cries full of gravity. She was a source of inspiration. A priceless song made of the sounds of the breeze and the laughter of her joy as she danced. An inexhaustible hope of light and warmth that embraced my heart with every breath, intertwining our hands transmitting peace.

Her eyes were an ocean that merited exploration. I was just an artistic work of unparalleled sculpture. Mother and daughter swinging on the thread of mortality. Witnessing her light fade with each passing second was for me like trying to tie the sand to the sky and not the sea. The liquid roses that left her body accelerated the minute of losing her among the waves of the sea.

The rain was the main ingredient of that August night when the wet asphalt took us to the precipice near the sea. The water violently entered the car where I was being picked up when I was finishing school. His consciousness did not last long and my decision was made from the second we began to fall without being able to avoid it.

I refused to believe that we would die in such abrupt and cruel circumstances. I struggled to hold my breath with the little air left inside the car and the flood that was pounding us against the walls. The stalled doors held us mercilessly captive. But then her eyes sought mine and her delicate hands searched my face full of despair.

With a subtle smile and a kiss to my seawater-splashed forehead, he pointed to my door encouraging me to leave believing I could make it. Soon after, like turning off a music box without further ado, she succumbed to the gaping wound on her head ceasing to breathe. In panic and my heart breaking, I clung to her until the water covered us completely leaving me with no choice. But how could I abandon the one who had given me the gift of life and now before she died had given me her blessing?

Her blood painted the drowning water a deep crimson and running out of air in my lungs I fulfilled her last request before dying. I made one of the cruelest decisions I had ever felt in my life, to let go of my mother so that I could live. I had little strength but I managed to get out and swim to the surface where I was greeted by the gray sky.

A part of me had died that day, but the calendar already marked April and my heart no longer burned with such painstaking agony. But if anyone asked, my smile would always lie, in front of the mirror on rainy nights my soul was compressed. Silently I still relived that day and dreamed of rewriting the narrative, choosing without remorse to stay with her until the end of the journey. Together forever as an infinite promise, passing into the afterlife as mother and daughter.