El que no fue (SPA-ENG)

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Cuando transcurría la etapa del colegio secundario, el fútbol era nuestro deporte favorito, lo jugábamos en los recreos, en el receso del mediodía, los viernes durante los campeonatos que se desarrollaban al finalizar la semana escolar. Íbamos a la cancha donde entrabamos en tropel unos 15 con solo 3 carnets de socio, gracias a un control de acceso que era pariente de uno de los chicos de la barra de la escuela.

Los fines de semana jugábamos en Casa Amarilla, frente al hospital Argerich, en esa época eran playas de maniobra del ferrocarril, y entre las vías y los galpones donde antiguamente se almacenaban mercaderías que venían por barco y el ferrocarril traía hasta allí o al revés, mercadería que venía por ferrocarril desde el interior y se guardaba allí hasta que el barco que las llevaría con rumbo desconocido atracaba en el puerto de Buenos Aires. No había canchas de fútbol, solo amplios terrenos donde se armaban partidos y torneos que muchos curiosos que atinaban a pasar por la Avenida Brown se quedaban a presenciar. Jugábamos con público.

Entre los varios buenos jugadores que había en nuestro colegio, sobresalía Roberto, un joven nacido y criado en La Boca, por supuesto fanático del club de la Rivera. La diferencia entre Roberto y el resto de nosotros era apabullante, había nacido para jugar fútbol, piernas fuertes pero ágiles, velocidad de carrera, habilidad superior. Amaba el deporte y en cualquier disciplina sobresalía, eso hasta que en tercer año llegó Augusto, hijo de una profesora de gimnasia. Este era todavía mejor, hacía todo bien, la mayoría de nosotros lo envidiaba, casi tanto como a Roberto que continuaba siendo nuestro preferido, pasamos toda la primaria y secundaria juntos mientras que Augusto era foráneo. Cuando terminamos la secundaria, Augusto desapareció tan raudamente como había llegado, luego nos enteramos por los diarios que jugaba profesionalmente al fútbol en el club Lanús.

Apenas tuvo edad suficiente y los contactos necesarios, Roberto se fue a probar en las inferiores de Boca, no quedó. Todos nos desilusionamos y pensamos que, si él no era lo suficientemente bueno como para ese club, nadie más tendría oportunidad. No sabíamos en aquellos años que no siempre quedan los mejores, de hecho, es mucho más probable que quede el hijo de, el sobrino de, el ahijado de, que un excelente jugador, a menos que fuese un superdotado. Eso se repite en otros órdenes de la vida, en la política lo vemos a diario.

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Con posterioridad a su desazón, la que le costó un tiempo digerir, Roberto se fue a probar a Argentinos Juniors, no era lo que hubiera querido, pero amaba más al fútbol que al equipo de su barrio y de sus raíces. En Argentinos Juniors lo tomaron y Roberto jugó en tercera división y llegó a primera. Lo pusieron de puntero derecho para explotar su rapidez y fortaleza, no sé si era lo más conveniente para el que estaba acostumbrado a jugar de lo que hoy se da en llamar media punta, con tal de jugar lo aceptó gustoso.

Un día jugó contra Boca en cancha de este último, para él y para todos nosotros fue un sueño verlo en el terreno de juego, aunque la camiseta no fuera del color adecuado. Ese partido no lo jugó bien, quien sabe que pensamientos cruzaron por su mente en aquel encuentro.

Jamás descolló en el club de La Paternal y con el tiempo fue cambiado a otros equipos que militaban en categorías promocionales hasta su temprano retiro. No sé el porqué de su bajo rendimiento cuando en el colegio era el mejor.

Este tema que traigo me ha llevado a reflexionar en varias oportunidades, hoy por ejemplo dado que hace pocos días tuve noticias de este compañero al que le puse el nombre ficticio de Roberto. Todos los recuerdos volvieron a mi mente y también las elucubraciones y deducciones.

Quizás no alcanza con descollar en un ambiente amateur; la aptitud física estaba, eso es seguro, probablemente la mentalidad necesaria para superar lo competitivo, lo avieso y quizás lo indeseable del fútbol profesional se obtenga luchando desde otras posiciones, desde otros estratos sociales más acostumbrados a ambientes difíciles, me lo he preguntado en varias oportunidades.

Quizás simplemente se nace para ser una estrella, un Roberto o solamente un espectador.

Hoy, los terrenos de Casa Amarilla pertenecen al club Boca Juniors, hay canchas de fútbol con arcos, redes y totalmente marcadas; aun juegan jóvenes amateurs en esos terrenos y los ocasionales transeúntes de la Av. Brown se acercan a observar el espectáculo.

Roberto luego de su retiro tuvo una librería y más tarde un negocio de artículos de limpieza, ahora es un jubilado, de bastante mal carácter, por cierto.


The one who was not

When we were in high school, soccer was our favorite sport. We played it during recess, the midday break, and on Fridays during the championships at the end of the school week. We went to the field where about 15 of us flocked in with only 3 membership cards, thanks to access control related to one of the boys at the school bar.

On weekends we played at Casa Amarilla, in front of the Argerich hospital, at that time they were railroad maneuvering yards, and between the tracks and the warehouses where in the past merchandise that came by ship and the railroad brought there or the other way around was stored. merchandise that came by rail from the interior and was stored there until the ship that would take them to an unknown destination docked at the port of Buenos Aires. There were no soccer fields, only large fields where games and tournaments were held that many curious people who happened to pass by Brown Avenue stayed to watch. We played with the public.

Among the several good players who were in our school, Roberto stood out, a young man born and raised in La Boca and, of course, a fan of the Rivera club. The difference between Roberto and the rest of us was overwhelming, he was born to play soccer, with strong but agile legs, running speed, and superior skill. He loved sports and excelled in any discipline, until Augusto, the son of a gym teacher, arrived in his third year. This one was even better, he did everything well, and most of us envied him, almost as much as Roberto who continued to be our favorite, we spent all of primary and secondary school together while Augusto was a foreigner. When we finished high school, Augusto disappeared as quickly as he had arrived, and then we found out from the newspapers that he played soccer professionally for the Lanús club.

He was barely old enough and had the necessary contacts, Roberto went to try out for Boca's youth team, but he didn't stay. We all became disillusioned and thought that if he wasn't good enough for that club, no one else would have a chance. We did not know in those years that the best does not always remain it is much more likely that the son of, the nephew of, the godson of, will remain an excellent player unless he was gifted. This is repeated in other areas of life, in politics we see it daily.

After his disappointment, which took him a while to digest, Roberto went to try out for Argentinos Juniors, it wasn't what he would have wanted, but he loved football more than the team from his neighborhood and his roots. he. In Argentinos Juniors, they took him and Roberto played in the third division and reached the first division. They put him as the right forward to exploit his speed and strength, I don't know if he was the most suitable for him as he was used to playing what is called midfielder today, as long as he could play, he gladly accepted it.

One day he played against Boca on the latter's court, for him and all of us it was a dream to see him on the field, even though the shirt was not the right color. He didn't play that game well, who knows what thoughts crossed his mind in that match?

He never stood out in the La Paternal club and over time he was changed to other teams that were active in promotional categories until his early retirement. I don't know the reason for his poor performance when he was the best at school.

This topic that I bring up has led me to reflect on several occasions, today for example given that a few days ago I heard from this colleague to whom I gave the fictitious name of Roberto. All the memories came back to my mind and so did the speculations and deductions.

Perhaps it is not enough to stand out in an amateur environment; physical fitness was, that's for sure, probably the mentality necessary to overcome the competitive, the dangerous, and perhaps the undesirable of professional football is obtained by fighting from other positions, from other social strata more accustomed to difficult environments, I have asked myself this on several occasions. opportunities.

Maybe he is born to be a star, a Roberto, or just a spectator.

Today, the grounds of Casa Amarilla belong to the Boca Juniors club, there are soccer fields with arches and fully marked; Young amateurs still play on those fields and the occasional passersby on Brown Avenue come to watch the spectacle.

Roberto later had a bookstore and later a cleaning supplies business, now he is a retiree, with quite a bad character, by the way.




Héctor Gugliermo
@hosgug



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Me siento identificado con muchas de las cosas que dices. En mi barrio lo que más jugábamos era fútbol (a pesar de ser un país beisbolero) y así como Roberto, conocí jugadores que desde mi punto de vista eran excepcionales, no entendía como podían ser tan buenos y talentosos; sin embargo, la poca disciplina y constancia que tenían evitó que en algún momento dieran un salto significativo y es allí donde creo que la educación y los valores familiares juegan un papel importante para poder lidiar con el talento y gestionarlo.

Interesante historia, fue un gusto leer. ¡Saludos!

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Muchas gracias @musicandreview, en este caso no fue un tema de falta de dedicación o disciplina, fue, desde mi punto de vista un tema relacionado con su carácter y con no encontrarse cómodo en el ambiente del fútbol profesional.
Pero lo que tu mencionas es generalmente el mayor problema con que se encuentran los jóvenes que quieren triunfar pero con poco esfuerzo o disfrutando de la vida gracias a los jugosos ingresos aun antes de afianzarse en el medio.

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