Celebrando los sesenta y ocho con los amigos | Celebrating sixty-eight with friends

El pasado sábado veintisiete de agosto la vida me permitió llegar a los sesenta y ocho años. Para esta fecha siempre mi esposa prepara alguna sorpresa. Ella se ha encargado desde hace muchos años que ese día de mi nacimiento no pase por debajo de la mesa; llama a los viejos amigos, convoca familiares, prepara la torta, y mueve cielo y tierra por que se dé la reunión.

A mediados de la mañana me sorprendió la visita de dos amigos muy queridos. Uno que fue mi alumno de bachillerato y su hermano menor quien reside en Caracas y vino especialmente a compartir un rato con nosotros. Con ellos hicimos un ligero almuerzo y nos tomamos dos botellas de un exquisito vino chileno, muy apropiado para la celebración.

Unas horas más tarde llegaron mi hermano y mi cuñada y a los pocos minutos mis otras dos cuñadas y una sobrina. El grupo ya estaba completo; como dice la canción del cumpleaños: me acompañaron mis más íntimos amigos. Durante todo el día estuve respondiendo mensajes por Whatsapp de sobrinos, hijos y amigos que están dispersos por el mundo, y viendo los videos de los avances de mis nietas en su aprendizaje del piano y el violín.

El resto de la tarde y las primeras horas de la noche lo dedicamos a picar algunos pasapalos y sobre todo a lo que más nos gusta, disfrutar del infinito placer de hablar. Hablar de cualquier cosa, saltando de un tema a otro, dejando que la memoria vaya marcando el rumbo de la conversación, sin ánimo de abordar algún tema en particular, solo hablar…hablar…y hablar…

Este tipo de reuniones con amigos y familiares siempre me han gustado, son de esas cosas sencillas de la vida que nos dejan grandes satisfacciones. No hay nada que sustituya a estos momentos de gran calor humano, donde el cariño de todos fluye espontáneamente para introducirnos fácilmente en un ambiente de felicidad.

No deja de sorprenderme que ya tenga ese montón de años encima. Créanme cuando les digo que el tiempo pasa volando. En realidad me parece que fue ayer cuando mi abuela paterna estaba viva, o cuando terminé mis estudios, o me casé, o nacieron mis hijos y mis nietas. Nuestra memoria tiene la gran facultad de disolver la idea del tiempo, lo más antiguo y lo reciente conviven allí como si se tratara de lo mismo.

Entre las tantas cosas que tenemos que aprender por nuestra cuenta está la de envejecer, lo que por cierto no es nada fácil. Uno tiene que aprender a hacer las paces con el envejecimiento, no ponerse rebelde contra él. Aceptarlo como uno de los tantos momentos de la vida.

En mi caso una cosa que me cuesta y me causa nostalgia es aceptar la merma de la energía, sentir que ya no tengo la fuerza y la entereza para hacer las cosas que podía hacer algunos años atrás, pensar en eso a veces me pone de mal humor...

Si voy a la playa, por ejemplo, tengo que tener más cuidado con un revolcón de las olas, no me atrevo a montarme en la tabla de surf por temor a un accidente. Son cosas que a lo mejor pudiera continuar haciendo pero es indudable que el riesgo de accidentarme es muy grande, no vale la pena ponerme a inventar, así que más vale prevenir que lamentar… En la montaña ya no puedo hacer las grandes excursiones donde podía avanzar fácilmente quince o veinte kilómetros en una jornada, con tres o cuatro kilómetros ya mi cuerpo empieza a sentir la tensión, y vuelve uno a pensar que el límite entre lo que se desea y lo que el cuerpo permite se ha vuelto chico. Hay que aceptar que el tiempo de hacer algunas cosas sencillamente pasó.

Otro asunto interesante del envejecimiento es la gran diferencia entre el cuerpo y la mente. La mente tiene la facultad de ser mucho más flexible y uno se puede sentir en cualquier momento como si estuviese de veinte o treinta.

En general estoy bastante bien, camino, nado, me monto un rato en la bici y hablo con todo el que se me atraviesa en el camino. Que me canso más rápido es verdad, pero el cuerpo cambia y es un asunto con el que no hay que darse mala vida.

La vida ha sido muy generosa conmigo, y agradezco a la Providencia Divina lo que me ha dado y lo que me sigue dando en cada segundo de mi vida. He tenido la gran dicha de poder conocer lo que es tener hijos y nietos; además de contar con algo muy valioso como lo es la compañía de mi compañera de andanzas en la vida. Como decimos acá en nuestro país: ¡pa que más…!

A los que son más jóvenes les sugiero que no pierdan el tiempo en tonterías como las de estar amargándose por cosas innecesarias. No piensen tanto en el futuro, concéntrense mejor en hacer lo que corresponda cada día. Si están con alguien ámenlo sin reservas, intensamente, así si algún día se va les va a quedar la experiencia de haber sentido en lo profundo de su corazón la vivencia del amor. Si tienen chance no dejen de ser generosos y algo muy importante, traten de dejar ir la prepotencia…

Si la vida me sigue dando permiso quizá el próximo año les escriba una nota similar celebrando los sesenta y nueve. A disfrutar cada día…

Gracias por tu tiempo.

Last Saturday, August twenty-seventh, life allowed me to reach sixty-eight years of age. For this date my wife always prepares a surprise. For many years she has made sure that this day of my birth does not pass under the table; she calls old friends, summons relatives, prepares the cake, and moves heaven and earth for the reunion to take place.

In the middle of the morning I was surprised by the visit of two very dear friends. One was my high school student and his younger brother who lives in Caracas and came especially to share some time with us. With them we had a light lunch and drank two bottles of an exquisite Chilean wine, very appropriate for the celebration.

A few hours later my brother and sister-in-law arrived and a few minutes later my other two sisters-in-law and a niece. The group was already complete; as the birthday song says: I was accompanied by my closest friends. Throughout the day I was answering Whatssapp messages from nieces, nephews, children and friends who are scattered around the world, and watching videos of my granddaughters' progress in their piano and violin learning.

The rest of the afternoon and the early evening hours we spend snacking on some pastries and above all doing what we love the most, enjoying the infinite pleasure of talking. Talking about anything, jumping from one topic to another, letting the memory mark the course of the conversation, without the intention of addressing any particular topic, just talking...talking...and talking...

I have always liked this kind of meetings with friends and family, they are one of those simple things in life that give us great satisfaction. There is no substitute for these moments of great human warmth, where everyone's affection flows spontaneously to easily introduce us into an atmosphere of happiness.

It never ceases to amaze me that I already have that many years on top of me. Believe me when I tell you that time flies by. In reality it seems to me that it was only yesterday when my paternal grandmother was alive, or when I finished my studies, or when I got married, or when my children and granddaughters were born. Our memory has the great faculty of dissolving the idea of time, the most ancient and the most recent coexist there as if they were the same thing.

Among the many things we have to learn on our own is how to grow old, which is certainly not easy. One has to learn to make peace with aging, not to rebel against it. Accept it as one of the many moments of life.

In my case, one thing that is hard for me and causes me nostalgia is to accept the loss of energy, to feel that I no longer have the strength and strength to do the things I could do some years ago.

If I go to the beach, for example, I have to be more careful with a roll of the waves, I do not dare to get on the surfboard for fear of an accident. These are things that maybe I could continue to do but there is no doubt that the risk of having an accident is very high, it is not worth it to invent, so it is better to be safe than sorry... In the mountains I can no longer do the great excursions where I could easily go fifteen or twenty miles. kilometers in a day, with three or four kilometers my body starts to feel the tension, and you start to think that the limit between what you want and what your body allows has become small. You have to accept that the time to do some things has simply passed.

Another interesting issue of aging is the great difference between the body and the mind. The mind has the faculty to be much more flexible and you can feel at any time as if you were in your twenties or thirties.

In general I am quite well, I walk, swim, ride my bike for a while and talk to everyone who crosses my path. It's true that I get tired faster, but the body changes and it's a matter of not giving yourself a hard time.

Life has been very generous with me, and I thank Divine Providence for what it has given me and what it continues to give me every second of my life. I have had the great joy of knowing what it means to have children and grandchildren; besides having something very valuable as is the company of my companion in life. As we say here in our country: ¡pa que más...!

To those of you who are younger, I suggest you not to waste your time in silly things like being bitter about unnecessary things. Don't think so much about the future, concentrate on doing what you have to do every day. If you are with someone, love him or her without reserve, intensely, so that if someday he or she leaves you will have the experience of having felt in the depths of your heart the experience of love. If you have the chance, don't stop being generous and something very important, try to let go of your arrogance...

If life keeps giving me permission, maybe next year I will write you a similar note celebrating sixty-nine. Enjoy every day...

Thank you for your time.

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Hasta una próxima entrega. Gracias.

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