Hace una semana me encontraba estudiando los jeroglifos egipcios en lo que se conoce como El Valle de los Reyes, un área de Egipto en el que se han encontrado la mayoría de tumbas de faraones. Estudiamos los diferentes jeroglifos dentro de los recintos mortuorios, y había llamado nuestra atención una criatura sumamente extraña que se encontraba en una de las paredes.

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Este extraño ser era distinto de todos los demás, pues a diferencia de las figuras humanoides con cabeza de perro, esta criatura no tenía nada que pudiese considerarse como su cabeza, en su lugar tenía como una trompa con boca, nariz y orejas, pero en ningúna parte podían verse sus ojos.

A caso los egipcios estarían intentando reflejar una criatura real o era un constructo de su imaginario. Buscamos descifrar los mensajes circundantes a estas imágenes, y después de un exhaustivo análisis pudimos comprender un segmento que decía, “los hombres de nariz larga, debajo de la esfinge moran”.

Esto despertó nuestra curiosidad, pues no solo nos daba una pista de que bajo la esfinge existía un pasadizo, sino que probablemente encontraríamos algún tipo de restos pertenecientes a este extraño ser si alguna vez existió.

Lo primero que hicimos fue buscar un dispositivo de microondas para escanear el suelo alrededor de la esfinge y conseguir cavidades que nos indicaran la existencia de algún pasadizo o alguna entrada. A unos 500 metros de la esfinge por su lateral izquierdo, ubicamos un pequeño orificio, aproximadamente de 1,3 metros de diámetro. El escaneo de la superficie solo nos permitía detectar hasta una profundidad de 10 metros, sin embargo este agujero era mucho más profundo que eso.

Fuente

Uno o dos días después del hallazgo, nos dirigimos mis compañeros arqueólogos y yo al lugar indicado, llevamos herramientas de excavación y gruesas sogas con un metraje de hasta 90 metros. No estábamos seguros de cuentos metros de profundidad tenia, pero estábamos seguros que 90 metros de cuerda bastarían.

Mi compañero Miller fue quien decidió bajar, poco a poco fue descendiendo, impresionantemente superó los 60 metros de profundidad, y a los 75 metros tocó fondo, a través del intercomunicador nos dijo que había un pasadizo con una forma artificialmente cuadrada y perfecta y que recorrería un par de metros, sin embargo 10 minutos después, el intercomunicador dejó de funcionar, y no supimos nada más de Miller.

Hoy escribo estas palabras pues he sido designado para descender en búsqueda de nuestro amigo Miller. Dios me bendiga

A week ago I was studying Egyptian hieroglyphs in what is known as the Valley of the Kings, an area of Egypt where most of the tombs of pharaohs have been found. We studied the different hieroglyphs inside the mortuary enclosures, and an extremely strange creature on one of the walls had caught our attention.

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This strange being was different from all the others, because unlike the humanoid figures with a dog's head, this creature had nothing that could be considered as its head, instead it had a trunk with a mouth, nose and ears, but nowhere could its eyes be seen.

Were the Egyptians trying to reflect a real creature or was it a construct of their imagination. We sought to decipher the messages surrounding these images, and after an exhaustive analysis we were able to understand a segment that said, "the long-nosed men, under the sphinx dwell".

This aroused our curiosity, as it not only gave us a clue that under the sphinx there was a passageway, but that we would probably find some kind of remains belonging to this strange being if it ever existed.

The first thing we did was to look for a microwave device to scan the ground around the sphinx and get cavities that would indicate the existence of a passage or an entrance. About 500 meters from the sphinx on its left side, we located a small hole, approximately 1.3 meters in diameter. The surface scan only allowed us to detect up to a depth of 10 meters, however this hole was much deeper than that.

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A day or two after the find, my fellow archaeologists and I headed to the indicated location, we carried excavation tools and thick ropes with a length of up to 90 meters. We were not sure how many meters deep it was, but we were sure that 90 meters of rope would be enough.

My partner Miller was the one who decided to go down, little by little he was descending, impressively exceeding 60 meters in depth, and at 75 meters he reached bottom, through the intercom he told us that there was a passageway with an artificial square and perfect shape and that he would travel a couple of meters, however 10 minutes later, the intercom stopped working, and we heard nothing more from Miller.

Today I write these words because I have been designated to descend in search of our friend Miller, God Bless me.