La importancia de la confianza y la transparencia

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Hace un par de días, un vecino me propuso comprarme una camioneta que tengo estacionada en la acera del frente de mi residencia.

En realidad, pienso en que ya no la usaré. La pobre estuvo mucho tiempo estacionada, sin las debidas atenciones. Es decir, sin el calor de un dueño consistente.

Lo que no quiere decir que sea un perol. A pesar de estar cerca de cumplir veinte años, solo tiene un recorrido de un poco más de 100.000 km: 5.000 km por año, en promedio. Así que, la camioneta todoterreno, de tracción en las cuatro ruedas, de hecho, ha envejecido muy bien con respecto a muchos vehículos de su generación.

Claro, no quiero venderla como si fuera casi nueva. Estoy consciente de que los materiales sin el cuidado y el uso adecuado van degradándose paulatinamente, y sería un exabrupto de mi parte exigir un precio al igual que una que esté operativa.

Para no hacerle el cuento muy extenso, el potencial comprador, luego de inspeccionar y probar en un recorrido corto el funcionamiento del vehículo, ofreció un pago a brinco rabioso, por debajo de mis expectativas, alegando urgencia de comprar un apartamento. En tal sentido, él iba a vender dos vehículos de mayor valor, y por razones laborales no podía darse el lujo de quedarse sin transporte, por lo cual mi camioneta le vendría bien mientras tanto.

Claro, forcejeamos el precio alrededor de unos quince minutos. Pensé, «Bueno, unos cientos de dólares por debajo, es mejor que nada. Además, no pienso invertir en ella. Reacondicionarla para el uso diario no está en mi presupuesto actual.»

Así que, hice un preacuerdo, condicionado a la decisión de una junta familiar.

Esa misma noche, en la reunión, solo mi esposa mostraba una sutil resistencia. Ustedes saben, la intuición femenina. No obstante, llegamos a una decisión unánime incómoda.

Podrías preguntarte, ¿por qué hacer una junta familiar? Sí, yo podría asumir la decisión. Al final, represento la cabeza en mi hogar, y hay otros vehículos al servicio de mi familia. Mis tres hijos, ya son jóvenes adultos, y dos aún viven con nosotros: los tiempos para emanciparse no son propicios como en mi generación.

Vale decirle que amo mucho a mi familia e involucrarlos en las decisiones, además de un modelo de enseñanza, también constituye una actividad que crea compromiso y cohesión: confianza y respeto.

Todo parecía que el negocio se concretaría. Inclusive, nosotros habíamos decidido en qué y cómo invertiríamos el dinero. El problema llegó justo cuando el comprador me pasó el documento privado de compra venta para revisar los términos previamente acordados.

El documento escueto y sencillo presentaba una falla a mi entender garrafal. Él no firmaría el documento y tenía una frase leonina a su favor para deshacer el negocio ante daños ocultos no declarados.

Me pregunté, ¿y quién es este señor? El nombre no coincide con quien conversé. Al contactarlo, me cambió la historia, y sin pensarlo dos veces decliné el negocio a pesar de su insistencia.

Perdió el beneficio de la buena fe. Simplemente, mintió con el propósito de abusar de mi consideración, viéndome la cara de estúpido. Voy a verme más a menudo al espejo, o creyó que yo tenía una urgencia económica muy grande para rematar el vehículo.

Algunas personas tienden a pensar que basta con ofrecer pagar en efectivo para comprar del necesitado. Asumo: me vio cara de necesitado.

Aunque todos necesitamos, inclusive los millonarios, no significa que siempre puedan llegar al precio.

En todo caso, yo debería ser un poco más pragmático en esto de las compras ventas. Con seguridad, soy un pésimo negociante, pero estoy convencido de que aquello que parte en un inicio en una mentira, terminará mal.

Así que decidí esperar por un próximo cliente, mientras tanto, le daré un poco de calor a mi hermosa camioneta.

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Imagen de OpenClipart-Vectors en Pixabay

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Gracias por detenerte para divagar conmigo un rato.

Imagen de la miniatura Robert Simukonda en Pixabay

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