Micro ficción: El caldero de terracota

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Juana atizaba los leños separándolos un poco en el fogón tradicional de la vieja casa. Pronto llegaría su marido, y quería que el estofado estuviera a punto.

Escuchó una risilla justo detrás de sí, y volteó extrañada. No vio a nadie. Sí, recordó que el vendedor les advirtió sobre ruidos ocasionales reportados por los antiguos inquilinos.

¡Nada!, se dijo en voz alta, mientras volcaba de nuevo la atención sobre el caldero de terracota obsequiado en la compra del inmueble.

Casi cayó al piso, al percatarse que ya no estaba allí.

Sintió el escalofrío correr por todo su ser.

Escuchó el giro del cerrojo de la puerta principal. Estaba desconcertada. ¿Quién había sido capaz de robarla de frente sin que ella lo notara?

Corrió a la sala de estar con la esperanza de alcanzar al ladrón. Pero para su sorpresa, encontró sentado a su esposo en la poltrona principal.

—¿No vistes a quién se llevó el caldero?

—¿Cuál caldero mujer? ¿Qué formas son esas de recibir a tu esposo? —, respondió muy consternado, y molesto.

Fuertes carcajadas femeninas terminaron con la incipiente discusión. Ambos inspeccionaron alrededor, cuando de nuevo oyeron la voz estridente decirles, ¡qué rico estofado!

Juana lo haló fuerte por la manga de la camisa, obligándolo a seguirle a la cocina.

Allí estaba el caldero vacío con la tapa abierta.

Escucharon la misma risa envolvente.

Aunque estaban aún incrédulos por lo ocurrido. Las gracias y el chupeteo de los dedos, dieron el golpe final para que despavoridos abandonaran para siempre la casa.

¿Quién iba a disputarle el caldero a su dueño? Por supuesto, ni Juana ni su marido.

Fin

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Una micro ficción original de @janaveda

Imagen de Angelika en Pixabay

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Muchas gracias por leerme, espero sea de su agrado.



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