Micro ficción: La casa de la calle 36 | Drabble: The house on 36th street (SPA-ENG)
Versión en español
La casa de la calle 36
–Buenos días, por favor, ¿dónde queda la calle 36?
—Muchacho, camine hasta al final de la avenida y cruce a la izquierda.
—Muchas gracias, señor.
Él imaginó durante meses con aquel momento. Las investigaciones lo lleva a la casa 30-47. Un viaje planeado para descubrir las propias raíces. El calor es sofocante, a pesar de las nubes grises que cubren el Sol. Aligera las zancadas, a mitad de la calle, observa la numeración de las casas intercaladas entre pequeños edificios, no mayores de cinco pisos.
La emoción lo envuelve, siente ofuscación. Pronto verá a los padres quienes lo abandonaron en el albergue de la ciudad más distante del Estado. Quiere mirarlos a la cara, y exigirle una explicación. Quiere mostrarle que sin su ayuda, él logró superar la pena de no conocerlos. Que buenos maestros le inculcaron valores y dieron mucho cariño durante la infancia y la adolescencia hasta el momento de recibir una beca universitaria.
En frente de la casa casi destruida leyó con dificultad el número que el investigador le suministró hace semanas. La idea de increparle el abandono retumba fuertemente. Abre el portón y camina el sendero sin brillo lleno de hojas marchitas. Toca la puerta, el corazón late fuerte, espera unos minutos y ve con asombro una cara familiar detrás de la puerta.
—¿Qué haces usted aquí?
—Hola, Michael. Yo vivo aquí.
—¡No, entiendo! ¿Qué es esto?
Michael mira al fondo de la sala desolada, y con sorpresa ve a la amorosa maestra de la infancia sentada en la única silla de la casa.
—¿Me puede explicar qué ocurre, y qué hacen ustedes aquí?
—Es una historia larga y compleja.
—Usted es mi padre.
—¡No, yo soy tu abuelo, pero ella, es tu madre!
—¿Dónde está mi padre?
—Supuestamente llega hoy, la semana pasada le absolvieron de la condena.
Escuchan unos pasos y ambos voltean hacía la puerta. Es el señor que le indicó la dirección de la calle.
—Papá, aquí estoy, libre al fin.
—¿Hijo, y tus enemigos?
—La justicia tarda, pero al fin somos libres.
—Ya no tenemos que esconder a Michael.Ahora si estará a salvo.
Una lágrima surca su rostro mientras abraza a su madre.
Fin
Una micro ficción original de @janaveda
Imagen de Gioacchino Volpe en Pixabay
English version
The house on 36th street
"Good morning, please, where is 36th Street?"
"Boy, walk to the end of the avenue and turn left."
"Thank you very much, sir."
He imagined for months at that moment. Investigations take him home 30-47. On a planned journey to discover your roots. The heat is suffocating, despite the gray clouds that cover the Sun. Lighten your strides; in the middle of the street, observe the numbering of the houses interspersed between small buildings, no larger than five stories.
Emotion envelops him. He feels obfuscated. Soon he will see the parents who abandoned him in the shelter in the most distant city of the State. He wants to look them in the face and demand an explanation. He wants to show you that without your help, he managed to overcome the pain of not knowing them. That good teachers instilled in him values and gave him a lot of affection during childhood and adolescence until the moment he received a university scholarship.
In front of the almost destroyed house, he read with difficulty the number the investigator gave him weeks ago. The idea of reprimanding him for abandonment resounds loudly. Open the gate and walk the path full of withered leaves. Knock on the door, your heart beats, wait a few minutes, and see in amazement a familiar face behind the door.
"What are you doing here?"
"Hello, Michael. I live here."
"I do not understand! What is this?"
Michael looks down into the empty room, and to his surprise, he sees the loving childhood teacher sitting on the only chair in the house.
"Can you explain what's going on, and what are you doing here?"
"It's a long and complex story."
"You are my father."
"No, I'm your grandfather, but she is your mother!"
"Where is my father?"
"Supposedly he arrives today, last week he was acquitted of the sentence."
They hear footsteps, and both turn towards the door. It is the man who indicated the direction of the street.
"Dad, here I am, free at last."
"Son, and your enemies?"
"Justice takes time, but at last, we are free."
"We don't have to hide Michael anymore. Now he'll be safe."
A tear runs down his face as he hugs his mother.
The end
An original drabble by @janaveda
Image by Gioacchino Volpe on Pixabay