As Calderon de la Barca said: That all life is a dream, and dreams are dreams (English/Spanish).

Soñar despierta, siempre he pensado que los sueños son nuestro lugar feliz. Algunos pueblos originarios de América sostenían la creencia de que los sueños eran la vida consciente; nuestros deseos, anhelos y sentimientos en su máxima expresión. Al despertar, en cambio, entramos en un verdadero transe. Una idea bastante poética, ¿qué otra cosa podría hacernos más dueños de nosotros mismos que poder construir el mundo a nuestra imagen y semejanza?, en nuestros sueños todos somos Dios.

Pero no es lo mismo soñar despiertos que el sueño nocturno, ese viaje placentero y misterioso que empieza cuando nos desconectamos de lo material, para entrar en planos desconocidos. No, soñar despierto es más bien un escape fallido. Las veces que he dejado volar mi imaginación para construir un escenario más amigable, han sido en los momentos más duros de mi vida, donde aceptar la realidad me resulta imposible.

Por eso siempre he creído que mis sueños son muy sentidos, que nacen de la urgencia o de la herida. Como las chicas de los barrios de Caracas, las favelas brasileñas o las villas argentinas, que sueñan en sus casitas de lata, que un día cercano llegue ese hombre que les dará amor y una vida digna, como pasa en la telenovela de 6pm. O el niño que juega futbol en la calle del barrio, sin zapatos ni camisa, soñando con la suerte de Cristiano Ronaldo, mientras que la crueldad urbana lo va devorando vivo. Y por qué no, como el perro que fue abandonado en la calle, el que ahora solo le quedan los huesos y las pulgas, sueña con que un transeúnte piadoso le regale por lo menos un poco de comida, mientras la mayoría solo le ofrece piedras y maldiciones.

Nunca he soñado con fama ni grandeza. En los últimos años las circunstancias adversas me hicieron soñar despierta; soñé que tenía paz, que tenía una casa digna, que tenía las condiciones mínimas, que estaba en otro lugar. En el mismo momento también soñé despierta que me moría, los sueños no siempre nos llevan a donde queremos, algunas veces solo nos conducen a donde necesitamos.

Ahora solo sueño con no tener que soñar tanto, que la vida sea lo suficientemente justa para no tener que escapar, para descansar de esta huida interminable. Lo sueño para mí y los míos, para mi gente querida, que la precarización generalizada de la vida no obligue a soñar tanto con nuestros derechos fundamentales, que la dignidad sea un mandamiento y las cosas buenas se materialicen. Y que los sueños sean una construcción bondadosa en armonía con nuestra realidad material y no un grito desesperado.

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