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Nacido el 6 de marzo de 1926, Anrzej Wajda es quizás la más importante figura del cine polaco contemporáneo, autor de una extensa y aguda producción cinematográfica (más de 40 filmes). Fue merecedor de varios premios en festivales como Cannes, Venecia, San Sebastián y Huesca, además del Óscar honorífico en 2000 y el Oso de oro del Festival de Berlín en 2006.

En varias de sus realizaciones se dedicó a tratar el tema de la guerra, no podía ser de otro modo habiendo crecido en un contexto social que tuvo por estigmas los embates de las dos guerras mundiales, y en particular el nazismo. Uno de sus filmes más emblemáticos sobre la guerra, que recuerdo con extrañeza, es Paisaje después de la batalla (1970). Y a lo largo de su creación cinematográfica, siempre estará presente la visión crítica del incansable y resuelto artista preocupado por la libertad, en contraste con una sociedad o época que atenta contra ella, incluso antes del siglo XX, de lo que es muestra su filme Danton (1983), el líder traicionado y sacrificado de la Revolución Francesa. Hasta su último filme, Los últimos años del artista: Afterimage, de 2016, año de su muerte.

Tuvimos la suerte en mi ciudad (Cumaná, Venezuela), gracias a los cineclubes existentes entonces y a ciertos días de cine selecto en algunas salas comerciales, de ver en los años 80 y 90 gran parte de las realizaciones de Wajda. En aquel momento se forjaba en mi generación la posición crítica y de desenmascaramiento de las trampas ideológicas del llamado “socialismo”, revelado como otra cara de la barbarie. En asentar ese rechazo contribuyeron en gran medida dos filmes del director polaco: El hombre de mármol (1977) y El hombre de hierro (1981), a los que me referiré brevemente.

En El hombre de mármol (1977) una estudiante de cine prepara su trabajo de graduación que consistirá en un filme sobre la vida de un albañil de los años 50, Birkut, quien había sido promocionado como un ejemplo del obrero abnegado y productivo, casi un héroe del obrerismo del régimen socialista polaco, emulador del soviético estalinista. Sin embargo, había desaparecido y no se sabía nada de él. Para armar la historia y sus claves, la estudiante se vale de grabaciones censuradas y acude a entrevistas a sus amigos, a su exmujer y al cineasta que lo promovió como héroe. El trabajo de investigación será frenado por un supervisor, imponiéndose nuevamente la censura.

Como se puede notar por esta síntesis, Wajda aborda uno de los núcleos de la niebla ideológica impulsada por el estalinismo: la manipulación de la conciencia del pueblo a través de la mentira, así como el ejercicio del “borrado” o el ocultamiento de la historia y de sus personajes que han dejado de ser “útiles” para el régimen. Todo ello hecho con dedicado cuidado narrativo y una punzante ironía.

El hombre de hierro (1981) es, en gran medida, la continuación de El hombre de mármol. Es presentado el naciente movimiento sindical Solidaridad, que lucha por los derechos laborales y civiles de los trabajadores mediante protestas localizadas en los astilleros navales de Gdansk en 1980. Un periodista será contratado por el régimen comunista para espiar y difamar a un importante dirigente del sindicato Solidaridad, que resulta ser el hijo del héroe de El hombre de mármol. En este filme reaparece la estudiante de cine y además es presentado el real e histórico líder de Solidaridad, Lech Walesa, quien, cuando se produzca el cambio político en Polonia, será presidente de la república.