Arnaldo Acosta Bello: el entusiasmo melancólico de la poesía

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Como designio del destino, abril fue el mes de nacimiento –11 de abril de 1927— y de muerte –6 de abril de 1996— de uno de los relevantes poetas venezolanos de la segunda mitad del siglo XX: Arnaldo Acosta Bello. Aunque quizás su obra no sea tan conocida, como lo merece, esta es una de las de mayor significación en la poesía venezolana publicada a partir de mediados de los años 50 hasta finalizando la década del 90.


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El poeta Arnaldo Acosta Bello (Foto: Vasco Szinetar) - Fuente


Se enfrentó a la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, por lo cual sufrió prisión primero en la Cárcel Modelo y luego en el campo de concentración de Guasina; posteriormente vivió exilado en México, hasta que volvió a Venezuela. Fue integrante del grupo y revista Tabla Redonda, en los años 60, junto con escritores como Rafael Cadenas, Manuel Caballero, Jesús Sanoja Hernández, Ligia Olivieri, entre otros, agrupación que jugó un papel muy importante en la literatura venezolana por su ánimo vanguardista.

En vida publicó unos doce poemarios y dos novelas. De los primeros puedo resaltar: Los mapas del gran círculo (1975), Sereno rey (1979), Minimum Mysterium (1985), Mar amargo (1988) y Adiós al rey (1995).

Residió en Cumaná por varios años, desempeñándose como organizador y promotor cultural en la Dirección de Extensión Cultural de la Universidad de Oriente, desde donde impulso iniciativas de mucho valor como la creación de la Bienal Literaria José Antonio Ramos Sucre y fue redactor de la revista Oriente de esa casa de estudios universitarios.

Quiero recordarlo en este post, reproduciendo cuatro poemas de dos de sus libros y con un comentario breve general.


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Fuente


De su libro Sereno rey:

Sereno rey de ojos vivos
y azul cerúleo en los pómulos
una extraña balada dentro de ti
te mueve
muy triste
la boca no escancia la copa.
Hay una palabra que no decimos
un vino ardiente como canción
efluvios de un río que pasa para siempre.

***

No se puede decir que el sol es bello
nadie puede verlo en el cenit
sin voltear los ojos hacia otra parte
en cambio descubre la hermosura del mundo
su tinte es perfecto sobre una rosa o sobre un hombro
hace girar las cosas como la música de los girasoles
y aturde, tumba y mata.
Sólo la salamandra lo puede traspasar
y nosotros apenas dorarnos
y verlo de frente en el atardecer.

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De su libro Adiós al rey:

Palabras

Una sola palabra deseo encontrar
pero se han ido. En la oscuridad
no puedo seguir sus pisadas.
Una sola deseo encontrar
y no tengo tiempo para eso,
ella espera debajo de los labios
como una señora en el jardín debajo
de un árbol frondoso. Cuánta sombra
entre ella y yo, cuánta brisa se lleva
las hojas, las voltea, las arrastra,
como si nuestras vidas fueran las aguas
silenciosas del fin, y no es así,
sé que no es así. Espero la sonrisa,
abierta ventana de un verano para el que falta poco.

Adiós al rey

Dios bendiga estas tierras, estas aguas
y las haga crecer. Estoy con ellas
piedras y chamizas. Si bastan para arder
y construir, ardo y construyo lo que mañana
hoy y siempre habrá de ser. Ser siempre
y también no ser, entregar lo sagrado
a lo sagrado, devolver a la tierra
la majestad y la sencillez que le pertenecen.
Por donde venga o vaya, los caminos
de un cuerpo gastado irán cayendo,
el fuego de flores, más que adorno
estará en altares probando vino y palabras
éstas bajarán de los labios a la cisterna
y ni abejas ni mariposas podrán seguir
la radiante carrera: mil ríos transportarán
todos los días semillas negras y doradas
hasta la playa áspera. Continuamente el plato
va llenándose y el hambre da a la boca
la forma necesaria para que la estaca
donde el verbo se hirió retoñe
y sea el eje entre el cielo y la tierra.
No sé si habrán notado que si a alguien
se le agotó el tiempo no es por anciano,
está muerto, y sólo cuenta que ambos
él y el tiempo se han anulado. No hay historia,
la poesía, ese viento antiguo, soñará entre
las cañas de un nuevo pueblo y otra vez el principio
y la gloria andarán juntos, porque ¿acaso el hombre
no ha nacido para acercar su madera a su fuego
y unirse así a las cosas más que a sí mismo?

Vida, no te perdono que hayan pasado años
y hayas concluido en medio del océano.


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Fuente


El poeta Rafael Cadenas, compañero de ruta y amigo de Arnaldo Acosta Bello, en una afectuosa y sencilla disertación sobre la vida y obra de éste, opina que “su entusiasmo tenía un fondo melancólico. Como acaso es mejor, pues si no se trataría de un entusiasmo superficial y no entrañable. No habría un dios adentro, que eso quiere decir la palabra entusiasmo”. Es una valoración que se articula perfectamente con el talante o temple de la poesía de nuestro autor, que podemos percibir en los poemas que transcribimos, particularmente en el primero, el segundo y el último.

Sin embargo, no impide este temple melancólico un reconocimiento, desde la sensación, desde el sentir casi erótico, de la presencia y experiencia del mundo, como ese acogimiento humilde del sol en el atardecer (en el segundo poema), esa sonrisa esperada cual ventana abierta al verano (en el tercero), o esa comunión con lo divino y terrenal, como expresa en los versos del cuarto poema: “entregar lo sagrado / a lo sagrado, devolver a la tierra / la majestad y la sencillez que le pertenecen.” Y siempre la poesía siendo pensada y cantada por nuestro escritor, a la que nombra metafóricamente como "ese viento antiguo" que nutre el eterno retorno que es la vida.

Se pregunta el poeta Cadenas, al igual que me pasó a mí como lector de los libros de Acosta Bello, sobre el uso recursivo de la palabra rey. Dice Cadenas: “¿Por qué esa insistencia de Arnaldo en semejante arquetipo? No hay en esta reiteración ninguna vanidad. Yo creo que todo hombre es un rey porque es —no hay rango mayor que el hecho de ser— y también es un mendigo”. Yo añadiría, cual los dioses en exilio, como cantara y profetizara el poeta Hölderlin, ¿no va el rey (recuérdese las referencias del rey pe(s)cador y baldado, en la Biblia y en las leyendas medievales) también en retiro del mundo, y se despide?


Referencias:

Acosta Bello, Arnaldo (1979). Sereno rey. Caracas: Monte Ávila Editores.
Acosta Bello, Arnaldo (1995). Adiós al rey. Caracas: Monte Ávila Editores.
https://www.elnacional.com/papel-literario/evocacion-de-arnaldo-acosta-bello/

Pueden leer otros poemas de Arnaldo Acosta Bello en 1 y 2.


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Gracias por su lectura.


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