[ENG-SPN] Boots and roads / Botas y caminos

If they had been mine, and no matter how bad they were, I would never have gotten rid of them. The boots, for pilgrims, walkers and vagabonds -you have read correctly- mean the best and most faithful of friends: the one who will always remain by your side and who will suffer a thousand and one tortures with meritorious obstinacy, before allowing the feet to that they serve are severely damaged by any of the multiple unforeseen events that, I have no doubt and experience supports me to affirm, are always found in any of the paths that one has to travel, whether for pleasure, necessity or transcendence . Believe it or not, I have seen many boots abandoned in the most unlikely places -road markers, ditches, mountains of stones turned into ex-votos, like the one that serves as the base of the famous Cruz de Ferro de Foncebadón, in the deep solitudes of Bierzo Leonese and even, with the broken toe, resembling a sad smile that looks with commiserating languor towards the West, in the deserted rocks of Cape Finisterre- and although I try to understand the hidden motives and perhaps even transcendent of its former owners, I do not share them . Above all, because I have seen that many of them -perhaps most- can be repaired with a bit of glue and some staples, which would also do a favor to irrational consumption and, therefore, to sustainability. But, in addition, which in a certain way saddens me -in other words, from that romantic personality that sometimes possesses me as strongly as the girl in the movie The Exorcist- because, I repeat, even though we are objects, that fatal detachment is observed towards things and their value, which turns us into unscrupulous predators and leads us to participate in that metaphorical lobster effect, which devastates everything in its path. Therefore, the vision of those abandoned boots, which could possibly still be useful, overwhelms me, because - delusional of me - I still believe in those great principles of the Way: everything is used and no one is left behind, nor is it abandoned. From this perspective, I wonder if it would be possible to start the year with another vision of things. Just started, we have a long way to find out.

Si hubieran sido mías y por muy destrozadas que estuvieran, jamás me habría deshecho de ellas. Las botas, para peregrinos, caminantes y vagamundos -han leído bien- significan el mejor y más fiel de los amigos: aquel que siempre permanecerá a su lado y quien sufrirá mil y una torturas con meritoria obstinación, antes de permitir que los pies a los que sirven resulten severamente dañados por cualquiera de los múltiples imprevistos que, no me cabe ninguna duda y además, me avala la experiencia para afirmarlo, se encuentran siempre en cualquiera de los caminos que tiene uno que recorrer, bien sea por placer, necesidad o trascendencia. Lo crean o no, he visto muchas botas abandonadas en los lugares más inverosímiles -mojones de carretera, acequias, montañas de piedras convertidas en exvotos, como la que sirve de base a la famosa Cruz de Ferro de Foncebadón, en las profundas soledades del Bierzo leonés e incluso, con la puntera rota, semejando una triste sonrisa que mira con conmiserativa languidez hacia el Oeste, en las desiertas peñas del cabo Finisterre- y aunque procuro entender los motivos ocultos y hasta puede que trascendentes de sus antiguos dueños, no los comparto. Sobre todo, porque he visto que muchas de ellas -quizás, la mayoría- se pueden reparar con un poco de cola y unas grapas, con lo cual, se haría también un favor al consumo irracional y por lo tanto, a la sostenibilidad. Pero, además, lo que en cierto modo me entristece -dicho sea, desde esa personalidad romántica que a veces me posee con tanta fuerza como a la niña de la película El exorcista- porque, repito, aun siendo objetos, se observa ese fatal desapego hacia las cosas y su valor, que nos convierte en depredadores sin escrúpulos y nos lleva a participar en ese metafórico efecto langosta, que arrasa todo cuanto se encuentra a su paso. Por lo tanto, la visión de esas botas abandonadas, que, posiblemente, todavía podrían seguir siendo útiles, me sobrecoge, porque -iluso de mí- todavía sigo creyendo en esos grandes principios del Camino: todo se aprovecha y no se deja a nadie atrás, ni se le abandona. Desde esta perspectiva, me pregunto si sería posible comenzar el año, con otra visión de las cosas. Recién comenzado, tenemos un largo camino para averiguarlo.

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