[ENG-SPN] Of lights at the end of the tunnel / De luces al final del túnel

Little or nothing has changed in history, in relation to the essential content of those extraordinary experiences, close to death, since those distant seventies, of the last 20th century, in which daring pioneers, such as doctors Raymond Moody and Elizabeth Kübler-Ross , they risked their credibility and, by default, their professional careers, divulging to the world the incredible experiences of patients, technically deceased, who returned from the other side of the threshold - that last frontier, which is far beyond the capacities of the imagination - telling his extraordinary experience, which, in most cases, seemed to have, as an unalterable constant and regardless of religious beliefs, the vision of a dark tunnel and a light at the end, similar, comparatively speaking, to a lighthouse, which calmed the fear of navigating souls, providing them with an extraordinary peace, which, in practically all cases, impelled them not to want to return.

Sometimes, without realizing it and, of course, saving all the distances, in our daily wandering, we can come across situations and scenarios that make us remember these episodes, whose reading, in our youth -of course, I speak for myself and I suppose that for those of similar ages who also had it as a bedside reading at the time- we found it so amazing, so emotional and full of hope, that now, recovered again in our memory, with the powerful force of evocation, it can bring us back the comforting thought that life, like that dark tunnel, is also an enigmatic road to travel, in whose last stage, it encourages the feeling, without a doubt, reassuring, that we are once again at home and in a safe place.

Poco o nada ha cambiado la historia, en relación al contenido esencial de esas extraordinarias experiencias, cercanas a la muerte, desde aquellos lejanos años setenta, del pasado siglo XX, en el que atrevidos pioneros, como los doctores Raymond Moody y Elizabeth Kübler-Ross, arriesgaban su credibilidad y, por defecto, sus carreras profesionales, divulgando al mundo las increíbles experiencias de pacientes, técnicamente fallecidos, que regresaban del otro lado del umbral -esa última frontera, que queda mucho más allá de las capacidades de la imaginación- contando su extraordinaria experiencia, que, en la mayoría de los casos, parecía tener, como constante inalterable e independientemente de las creencias religiosas, la visión de un oscuro túnel y una luz al final, semejante, comparativamente hablando, a un faro, que calmaba el miedo de las almas navegantes, proporcionándolas una paz extraordinaria, que, en la práctica totalidad de los casos, les impelía a no querer regresar.

A veces, sin darnos cuenta y, por supuesto, salvando todas las distancias, en nuestro cotidiano deambular, podemos encontrarnos con situaciones y escenarios, que nos hagan recordar estos episodios, cuya lectura, en nuestra juventud -por supuesto, hablo por mí y supongo que por aquellos de edades afines que también la tuvieron como lectura de cabecera en su momento- nos pareció tan asombrosa, tan emotiva y cargada de esperanza, que ahora, recuperada de nuevo en nuestro recuerdo, con la poderosa fuerza de la evocación, puede devolvernos el reconfortante pensamiento de que la vida, como ese oscuro túnel, es también un enigmático camino a recorrer, en cuya última etapa, alienta el sentimiento, sin duda, tranquilizador, de que ya estamos otra vez en casa y en lugar seguro.

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