When Carlos left the office after the second session, it was already six o'clock in the evening and it was getting dark. In his head he carried many questions and concerns, one of them was whether the last answer given to the therapist was sincere. The answer was clearly no. It was a way of dodging the issue.

He had sought help from the position of the hopeless one, the one who has given up all hope, the one who carries inside more death than life and was very aware of it.

He did not want to return home so soon, his elderly mother was waiting for him there, that was another dynamic that he had to resolve, but he did not want to experience it at this moment. His mother was a being who loved him in her own way and the way he loved her, but she was full of toxicity and that frustration and unhappiness that comes from the lack of acceptance of old age. So he settled his jacket and decided to walk for a while.

Living requires courage and faith and he lacked those two things. What was the point of asking for help? Deep down he thought it was useless. Deep inside, he had no hope that things would change or that someone else would come into his life who would love him and save him.

He knew that this was nothing more than an illusion, more stories and melodies than reality. No one can save you from yourself, he had experienced it firsthand. He was no longer dreaming, neither awake nor asleep. He wasn't even sure he was alive, he was more like a zombie - as trite and pathetic as it sounded - than a normal person.

He remembered those nights, in which he had cried so much looking at the sky, like someone who absurdly prays to a God he doesn't believe in. At that moment he had mixed feelings: a very deep sadness, but at the same time he smiled with irony, it seemed corny and ridiculous to remember it. How much unnecessary suffering he had had in the past because of those dreams. Yes, it was true that the lack of love was killing him, especially the one he felt for himself.

What would he do now, would he go back to the office or would he leave everything like that? He decided to apply a piece of advice, which recommended to stop and breathe, and that's what he did. His mind wouldn't stop, he could feel the torrent of thoughts running through his head.

Witnessing the sunset, from a large park overlooking a large lake, he was amazed to find himself there. He couldn't remember going in that direction since he had started walking. The mystics would say that it was his being that led him there. The truth was that he felt that his internal dialogue had ceased, that he had achieved the necessary serenity to make a decision.

He had already begun to walk that path and it was necessary to continue it from an adult perspective, to turn back and remain in the nothingness was the worst thing he could do. He had to trust, he would call the therapist to arrange when they could talk again. At that moment, she remembered that the therapist had ended the session without arranging another appointment.

That would have been an oversight or something done intentionally. Perhaps he realized her insincerity and what he did was to give her time to process the first two sessions and make a decision. She smiled and thought she was putting too much mind to the question and that was not good.

To be continued...

Cuando Carlos salió del consultorio después de la segunda sesión, ya iban a ser las seis de la tarde y estaba anocheciendo. En su cabeza llevaba muchas interrogantes e inquietudes, una de ellas era si la última respuesta dada al terapeuta fue sincera. La respuesta claramente era no, Fue una forma de esquivar el bulto.

Él había buscado ayuda desde la posición del desahuciado, del que ya renunció a toda esperanza, de ese que lleva por dentro más muerte que vida y estaba muy consciente de ello.

No quería volver tan pronto a su casa, allá lo esperaba su madre ya anciana, esa era otra dinámica que debía resolver, más no quería experimentarla en este momento. Su madre era un ser que lo quería a su manera y a la que él quería, pero que estaba lleno de toxicidad y esa frustración e infelicidad que da la falta de aceptación de la vejez. Así que acomodó su chaqueta y decidió caminar por un buen rato.

Vivir requiere valentía y fe y a él le faltaban esas dos cosas. ¿Qué sentido tenía pedir ayuda? Si muy en el fondo pensaba que era inútil. Ya en su ser profundo, no guardaba las esperanzas de que las cosas cambiarán o que llegara otra persona a su vida que lo amara y lo salvara.

Sabía que eso no era más que una ilusión, más cuentos y melodías que una realidad. Nadie te puede salvar de ti mismo, él lo había experimentado en carne propia. Ya no soñaba ni despierto, ni dormido. Ni siquiera estaba seguro de estar vivo, era algo más parecido a un zombi –por trillado y patético que sonara- que a una persona normal.

Recordaba aquellas noches, en la que tanto había llorado mirando el cielo, como quién le ruega absurdamente a un Dios en el que no cree. En ese momento tenía sentimientos encontrados: una tristeza muy honda, pero a su vez sonreía con ironía, le parecía cursi y ridículo recordarlo. Cuanto sufrimiento innecesario tuvo en el pasado por esos sueños. Sí, era cierto lo estaba matando el desamor, sobre todo el que él sentía por sí mismo.

¿Que haría ahora, volvería a la consulta o dejaría todo así? Decidió aplicar un consejo, el cual recomendaba detenerse y respirar y eso hizo. Su mente no paraba, podía sentir el torrente de pensamientos corriendo su cabeza.

Presenciando el ocaso, desde un gran parque con vista aún gran lago, se asombró por descubrirse en ese sitio. No recordaba haber tomado esa dirección desde que había comenzado a caminar. Los místicos dirían que fue su ser quien lo llevó allí. Lo cierto fue que sintió que su dialogo interno cesó, que había logrado la serenidad necesaria para tomar una decisión.

Ya había comenzado a andar ese camino y era necesario proseguirlo desde una perspectiva adulta, devolverse y quedar en la nada era lo peor que podía hacer. Tenía que confiar, llamaría al terapeuta para concertar cuando podían volver a conversar. En ese momento, recordó que el terapeuta había concluido la sesión sin acordar otra cita.

Eso habría sido un descuido o algo hecho intencionalmente. Quizá él se dio cuenta de su falta de sinceridad y lo que hizo fue darle tiempo para que procesara las dos primeras sesiones y tomara una decisión. Se sonrió y pensó que le estaba poniendo mucha mente a la cuestión y eso no era bueno.

Continuará…