Cuentos de amor, locura, muerte y desesperación | Pasión en tiempos de Covid (Contenido Original)

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Cintia y Alejandro tenían más de un año sin verse. Se habían casado a finales del año 2019 y apenas tuvieron tiempo de regresar de su viaje de novios cuando estalló la emergencia nacional por los primeros casos de covid-19 en el país. Ella tenía algunos síntomas que la hacían parecer sospechosa, las autoridades la recluyeron en un modesto hotel monitoreado las 24 horas al día por personal sanitario con una decisión inflexible de no claudicar ante las suplicas de ella y de Alex afuera por verse y afinar detalles de su naciente vida de casados. A los tres días de reclusión los resultados del test decían que Cintia era positiva para el virus y Alex negativo. De esta forma ella se convertía en la cuarta paciente portadora del contagioso y hasta entonces desconocido virus.

Alex, vencido por la emergencia y por las realidades cotidianas (su empleo, su casa recién comprada y su perro recluido en una residencia canina) requerían de su presencia. El personal médico aseguró que Cintia estaría bien, hasta ahora no había mostrado síntomas y tal vez formaba parte de ese grupo raro al que estaban llamando "asintomáticos", pero debía estar recluida hasta que diera negativa durante dos test consecutivos.

Hablaron por teléfono y acordaron que él iría a su ciudad (a dos horas de donde estaba Cintia) a poner todo en orden y acabar con la zozobra de que pasaría de ahora en adelante... "Dicen que no podemos aglomerarnos, ni tener contacto... menos mal que tuvimos bastante contacto en la luna de miel" bromeó cuando habló con ella, para decidir cómo actuar. Ella al otro lado de la calle, se ruborizó como si fuera una niña, su ahora esposo tenía una visión tan descomplicada del sexo que siempre le pareció un poco vergonzoso hablar de ello con él.

A los tres días de cuarentena, Cintia recluida en una pequeña habitación veía pasmada en la televisión como los casos en el país se habían multiplicado por mil en apenas 72 horas, "esto no es un virus, es una venganza divina"-pensó, apelando a sus raíces profundamente creyentes. Pero lo que más le atemorizó fue escuchar que se imponía la cuarentena obligatoria y la prohibición de traslado entre ciudades por un tiempo indefinido. Esa noche, Alex y ella (como todas) hablaron por teléfono, pero esta vez no fue como las dos anteriores -que incluso en una intercambiaron fotos eróticas y tuvieron sexting-, en esta llamada había incertidumbre, miedo y una certeza irracional de que lo peor pasaría sin estar cerca de los seres queridos. Alex también estaba asustado, pero siempre fue mejor para disimular sus emociones y extraordinariamente hábil para virar las conversaciones. Habló de Bronco, el perro; de la pintura que le estaba poniendo al cuarto de visitas; de que estaba trabajando desnudo en casa y así no ensuciaba ropa porque ahorraba detergente, no desgastaba la ropa y no consumía electricidad para lavar... Cintia no se resistió y rió a carcajadas, aunque algunas lágrimas atolondradas se colaron entre la alegría y el constante echar de menos a su marido.

Al día siguiente, Alex le pidió prestado el carro a su mejor amigo, contando de que la medida de restricción de la circulación tenía menos de 24 horas de emitida, aún había posibilidades de que los guardias de camino estuvieran desperezándose para ir a custodiar las vías. se equivocó, no pudo salir de la ciudad. Incluso se enfrentó a una multa por irrespeto a la autoridad. Se consoló en que cuando transcurriese los 12 días que faltaban para la prueba (que seguramente saldría negativa) de Cintia, ya las restricciones se habrían flexibilizado. No fue así.

A los 30 días de reclusión, Cintia resultó negativa para covid, fue echada literalmente del hotel sanitario y de pronto se encontró sola en una ciudad que no era la suya, decidió llamar a la ex esposa de su hermano para pedirle alojamiento -total, siempre se la habían llevado bien- y sin dudarlo, Consuelo, se lo proporcionó, se acomodaría en el sofá, pues la casa era muy pequeña, sin embargo, Cintia mintió, sin saber que mentía: "este fin de semana Alexander viene por mi". Esa noche hablaron y Alex le contó su plan para ir a por ella en un camión de alimentos (que si podían circular) y se rieron de cosas y ocurrencias, pero echaron en falta la privacidad de su habitación de cuarentena para hacer el amor como dos posesos a distancia. Pero ambos se consolaban a sí mismos, de que pronto, muy pronto podrían saciar aquella sed que los megabytes, las videollamadas y el tacto no podía.

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Fuente: https://tec.mx/es/noticias/nacional/salud/noviazgo-en-tiempos-de-covid-que-la-cuarentena-no-truene-tu-relacion

Llegó diciembre y Cintia, que ahora trabajaba atendiendo un call center, no había podido salir y Alex que había comprado una muñeca inflable no había podido ir a por ella. Lo descubrieron ese fin de semana escondido entre jaulas de pollo, lo persiguieron por el monte que bordeaba la autopista, tratando de escapar de la alcabala para pedir un aventón más adelante. Lo descubrieron disfrazado de médico. Pero nada era posible en un país donde la muerte rondaba por todas partes.

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Fuente: https://www.enfermedadandradevalverde.com/consejos-para-llevar-bien-la-cuarentena/

Ambos: frustrados, vencidos, cansados, decidieron esperar que "todo acabara". En enero nada acabó, pero se flexibilizaron los viajes, sin pensarlo dos veces Cintia, se despidió de su ex cuñada y se fue a terminar su luna de miel y empezar su vida de casada, más de un año después. Ante la inminencia de la llegada, Alex, encerró al perro, pidió sushi, compró vino, aceitunas y jamón serrano, dos docenas de rosas, una docena fue desecha para decorar con los pétalos el camino desde la puerta hasta la cama, llenó la bañera, se depiló los bajos, se cepilló cinco veces los dientes, le clavó un punzón a la muñeca inflable y la echó a la basura del vecino, se perfumó lugares donde no llega la luz del sol y esperó, emocionado, excitado, enamorado a su esposa...

La recordaba menos bella, la había visto por fotos y videollamada a diario y le pareció que estaba más esbelta, más alta, más hembra... Ella, se sorprendió al verlo tan delgado, justo como siempre lo había querido y sin mucha espera, se entregaron a la pasión y a la mierda la desinfección y las medidas de seguridad, igual pronto estaban sin ropas...

-Tienes un poco de tos ¿No?- increpó ella.
-Si, tú sabes, el frío de enero trajo la gripe de siempre- contestó indiferente él.

Ya desnudos en la sala, con ella en brazos, Alex llegó a la cama, ella no reparó en más nada que el cuerpo de su esposo, le valieron madres las velas, el incienso, los pétalos y la habitación a media luz. Al marido que recordaba no le gustaba depilarse y tampoco lo tenía tan grande...

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Fuente: https://facilpedicure.blogspot.com/2019/12/imagenes-de-camas-decoradas-de-amor.html

Se amaron como dos desahuciados, se amaron como conejos, hasta que la tercera vez, Alex pidió jugar un poco, le dijo: "Átame", ella no se extrañó, sabía que su matrimonio tendría mucho de eso, porque Alexander siempre había sido un calenturiento, buscó la corbata nupcial y le ató por las muñecas al copete de hierro forjado de su cama queen size, los pies los ató con una correa de piel sintética y encima de él galopó hacia el noveno orgasmo (el tercero de él) y cuando estaba por alcanzar la cumbre Alex la interrumpe y le pide que le unte el cuerpo con sirope de chocolate... Ella, no quería que nada se acabara, lo deseaba tanto como él, así que obedeció.

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Fuente: http://www.yovueloconyezidy.com/category/sexo/page/4/

Salió de la habitación, justo cuando pasó un carro pregonando un recordatorio de las medidas de higiene para prevenir la propagación del virus y de pronto, Alex tosió largo, una tos profunda y gutural. Al regresar a la habitación, Cintia lo consiguió muerto, ahogado en su propia flema, que al estar atado fue incapaz de escupir o tragar. Igual que a miles, el covid lo mató.

Nota: Nunca se subestimen las medidas por más pequeñas que sean para hacer que nuestra vida y la de los seres amados, más segura

Un cuento nacido de la más absoluta ficción



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