Throughout our lives, it is normal that problems affect us to a point that we feel an emotional downturn that often makes it impossible for us to look at the opportunities that lie ahead, however, despite the difficulty, flashes of light appear, who I call super heroes that have arrived to make our lives much more pleasant.

These heroes without a cape that every day motivate us to give the best of ourselves in search of a common good, are our children and the family nucleus, they are the basis of society and without a doubt we must learn to value those little sparkles that have come into our lives to generate happiness even in times of uncertainty.

In this sense, I will dwell on the term happiness, since I assume that this is conditioned to places and social status that is currently demanded, however, we go further, where we can note that this term refers to a state of mind of people, who have the possibility of feeling fully satisfied by enjoying what they want or enjoying something good.

Consequently, we can infer in a narrative way, that happiness is like a treasure that we usually look for according to the circumstances and places where we are, however, many of these spaces are not the key to feel truly happy, likewise great achievements do not represent a perennial happiness, on the contrary, they are synonyms of momentary or ephemeral wellbeing.

In this sense, when I analyze this subject in retrospect, I realize that the true essence of happiness, have as a starting point, the little things that life offers us, those imperceptible everyday subtleties that often pass by our face unnoticed.

But, What are we talking about? You may be wondering, let me tell you that God has provided us with the requirements for us to have a full life and among his creative wonders is the great treasure of the family bond accompanied by the wonderful presence of children and it is there, where we end up understanding that happiness is found in the ability to value and appreciate these daily gifts, building a solid foundation of love and connection that accompanies us in every step of our journey to what many of us call life.

So, if we pay attention to the small details, we can see that behind these everyday things, there are great treasures that respond to the beauty of soft sunrises and golden sunsets, to the contagious laughter of a child, as well as the wonderful and warm embrace of a mother, these things that many assume as small, are the essence of life that generate an accumulation of allergies that enrich and fill us with happiness.

But what if we go into this world of little things, for this I will use two fundamental elements that allow us to understand that happiness goes beyond places and social position, so that as the first element we find the family and the value that we should generate to our first ministry, since this undoubtedly represents the fundamental pillar and the rock in time of storms and a shelter that embraces us and fills us with love and admiration, hence the importance of recognizing this bond, to appreciate the good moments shared perhaps in family dinners, in sincere conversations and in moments of complicity.

Therefore, in an ever-changing world where challenges can be overwhelming, family is the anchor that keeps us grounded and provides us with a sense of belonging and security.

As the second element of the small things we find our children, that incomparable gift God has given us and made us responsible for their lives, hence the arrival of children generates an incomparable joy, mixed with doubts and insecurities. However, the simple fact of being able to appreciate their laughter and their witticisms, allows us to fill our homes with light and their innocence reminds us of the pure and simple beauty of life.

Hence, learning to value our children goes beyond attending to their basic needs, but also being present for them emotionally, we have to learn to listen to their thoughts and concerns, as well as share their triumphs and challenges, this is what strengthens the bond between parents and children and fills us with immense and lasting love.

Consequently, we can establish that happiness is not a destination to reach, but a road to travel, whose fuel is found in the ability to appreciate the small joys that life offers us.

A lo largo de nuestra vida, es normal que los problemas nos afecten a un punto que sentimos un bajón emocional que en muchas ocasiones nos imposibilita para mirar las oportunidades que tenemos por delante, sin embargo, a pesar de la dificultad aparecen destellos de luz, a quienes yo llamo súper héroes que han llegado para hacer nuestras vidas mucho más placenteras.

Estos héroes sin capa que cada día nos motivan a dar lo mejor de nosotros en busca de un bien común, son nuestros hijos y el núcleo familia, ellos son la base de la sociedad y sin duda debemos aprender a valor esos pequeños destellos que han llegado a nuestras vidas para generar felicidad aun en momentos de incertidumbre.

En este sentido, me detendré en el término felicidad, ya que asumo que esta, está condicionada a lugares y estado social que en la actualidad se demanda, sin embargo, vamos más allá, donde podemos notar que este término alude a un estado de animo de las personas, que tienen la posibilidad de sentirse plenamente satisfechas por gozar de lo que desea o por disfrutar de algo bueno.

En consecuencia, podemos inferir de modo narrativo, que la felicidad es como un tesoro que solemos buscar de acuerdo a las circunstancias y lugares donde nos encontremos, sin embargo, muchos de estos espacios, no son la clave para sentirnos verdaderamente felices, de igualmente los grandes logros no representan una felicidad perenne, por el contrario, son sinónimos de bienestar momentáneo o efímero.

En este sentido, cuando analizo este tema en retrospectiva, me doy cuenta que la verdadera esencia de la felicidad, tienen como punto de partida, las pequeñas cosas que la vida nos ofrece, esas imperceptibles sutilezas cotidianas que a menudo pasan por nuestro rostro de forma desapercibidas.

Pero, ¿De qué estamos hablando? Te estarás preguntando, déjame decirte que Dios nos ha provisto con los requerimientos para que tengamos una vida plena y entre sus maravillas creacionales está el gran tesoro del vínculo familiar acompañado de la presencia maravillosa de los hijos y es allí, donde terminamos de comprender, que la felicidad se encuentra en la capacidad de valorar y apreciar estos regalos cotidianos, construyendo una base sólida de amor y conexión que nos acompaña en cada paso de nuestro recorrido a quienes muchos denominamos vida.

De manera que, si prestamos atención a los pequeños detalles, podemos observar que detrás se estas cosas cotidianas, se encuentran presentes grandes tesoros que responden a la belleza de los amaneceres suaves y los atardeceres dorados, a la risa contagiosa de un niño, así como al maravilloso y cálido abrazo de una madre, estas cosas que muchos asumen como pequeñas, son la esencia de la vida que generan un cumulo de alergias que enriquecen y nos llenan de felicidad.

Pero qué tal si nos adentramos en este mundo de las pequeñas cosas, para ello utilizare dos elementos fundamentales que nos permiten comprender que la felicidad va más allá de lugares y posición social, de modo que como primer elemento encontramos la familia y el valor que debemos generar a nuestro primer ministerio, ya que esta sin duda representa el pilar fundamental y la roca en tiempo de tormentas y un refugio que nos abraza y nos llena de amor y admiración, de allí, la importancia de reconocer este vínculo, de apreciar los buenos momentos compartidos quizás en cenas familiares, en las conversaciones sinceras y en los momentos de complicidad.

Por consiguiente, en un mundo en constante cambio, donde los desafíos pueden ser abrumadores, la familia es el ancla que nos mantiene firmes y nos proporciona un sentido de pertenencia y seguridad.

Como segundo elemento de las pequeñas cosas encontramos a nuestros hijos, ese regalo inigualable que Dios nos ha dado y que nos ha hechos responsables de sus vidas, de allí que la llegada de los hijos nos genera una alegría incomparable, mezclada de dudas e inseguridades. Sin embargo, con el simple hecho de poder apreciar sus risas y sus ocurrencias, nos permite llenar nuestros hogares de luz y su inocencia nos recuerda la belleza pura y simple de la vida.

De allí, que el aprender a valorar a nuestros hijos va más allá de atender sus necesidades básicas, sino también estar presente para ellos emocionalmente, tenemos que aprender a escuchar sus pensamientos y preocupaciones, así como compartir sus triunfos y desafíos, esto es lo que fortalece el vínculo entre padres e hijos y nos llena de un amor inmenso y duradero.

En consecuencia, podemos establecer que la felicidad, no es un destino que alcanzar, sino un camino que recorrer, cuyo combustible se encuentra en la capacidad de apreciar las pequeñas alegrías que la vida nos ofrece.