El olor del heno se esparcía por el aire y los animales por todas partes estaban. En ese momento ella regaba las plantas y escuchó la voz de su madre, en un eco, como si de lejos la llamara. Se volteó y buscó con la mirada, y solo vio una gallina con sus pollitos, picoteando la tierra mojada. "Hasta los animales tienen familia", pensó y volvió a la casa.

Entró y sus ojos se desviaron a la mesa de la sala. Sobre ella, el boleto de avión que le había enviado Fernando y una carta: con su puño y letra, con tinta negra, le decía que la esperaba. Aunque lo habían discutido muchas veces y ella le había recordado que no podía abandonar la granja, Fernando, su novio de años, la había puesto entre la pared y la espada. Le había dado un ultimatum que la tenía muy preocupada.

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Fue a la cocina, tomó una taza de café y se sentó cerca de la ventana. Sus padres le habían dejado la hacienda para que ella la cuidara y sintió que por nada del mundo podría abandonarla. Les había prometido darse cuenta de todo aquello y no podía faltar a su palabra, pero por otro lado estaba Fernando, del que siempre estuvo enamorada y quien había estado con ella en las buenas y en las malas, pero que ahora se había ido a otro país y le pedía que se casaran.

¿Qué hago, madre?, preguntó angustiada: ¿Qué harían ustedes si les hubiese tocado decidir entre el amor y la palabra empeñada? Como si le hubiesen dicho, voltea la cara, ella miró la fotografía que en una de las paredes se encontraba. Era una fotografía en blanco y negro de sus padres, que enamorados y felices se miraban. En ese momento no necesitó más respuestas: el amor hay que vivirlo cuando nos pasa, y no dejarlo para después, porque tal vez no exista mañana.

Esta es mi participación en Cuéntame una historia, de la comunidad de @freewritehouse. Me encantaría invitar a mis amigos @acostacazorla y @nervana para que participen en este reto.

HASTA UNA PRÓXIMA HISTORIA, AMIGOS