Mario García, el sencillo y humilde fontanero de Santa Elena; el gordo del bigote grueso y braga sucia, no supo qué decirle cuando su pequeño hijo de 6 años le pidió que fuera, a propósito de un evento del día del padre, a hablar, frente a los niños y sus representantes, del trabajo que realizaba en Santa Elena. Sin tener excusas ni escapatoria, tuvo que prometerle al pequeño que iría.

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A partir de ese momento, un solo pensamiento ocupó la mente de Mario: su vida era tan simple, en comparación a la vida de los otros padres, que seguramente apenaría a su hijo frente a sus compañeritos. Sin poder evadir su promesa, cuando el día llegó, acompañó a su hijo que emocionado lo llevaba de la mano y se lo presentaba a todos los que encontraba en el camino: amiguitos, maestros, trabajadores de limpieza.

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Efectivamente, cuando la celebración comenzó, cada uno de los padres tuvieron algunos minutos para hablar de lo que hacían: unos eran abogados, otros eran arquitectos, comerciantes, ingenieros. El señor Mario que estaba al lado de su hijo y que nunca había ido a la universidad, tenía las manos sudadas por los nervios: debía buscar la forma de no avergonzar al pequeño que lo veía como su ídolo.

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Llegó el turno de Don Mario y lo primero que dijo fue: "Soy fontanero. ¿Saben qué es eso?" y ante la respuesta negativa de los niños comenzó a contar: "Yo debo correr de un lugar a otro para evitar el caos. Si no llego a tiempo, la ciudad puede inundarse y todas las alcantarillas explotarían haciendo volar por los aires los carros, las casas y hasta esta escuela. También debo romper paredes y pisos, porque a veces trabajo de manera subterránea, en los más oscuros rincones del subsuelo. Los niños quedaron tan impresionados, que al salir de clases todos decían que querían ser fontaneros como Don Mario.

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Mr. Mario, the plumber

Mario Garcia, the simple and humble plumber of Santa Elena; the fat man with the thick mustache and dirty panties, did not know what to say to him when his little 6-year-old son asked him to go, on the occasion of a Father's Day event, to speak, in front of the children and their representatives, about the work he was doing in Santa Elena. With no excuses and no way out, she had to promise the little boy that she would go.

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From that moment on, a single thought occupied Mario's mind: his life was so simple, compared to the life of the other parents, that he would surely embarrass his son in front of his little companions. Unable to evade his promise, when the day arrived, he accompanied his son who excitedly took him by the hand and introduced him to everyone he met along the way: friends, teachers, cleaning workers.

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Indeed, when the celebration began, each of the parents had a few minutes to talk about what they did: some were lawyers, others were architects, merchants, engineers. Mr. Mario, who was next to his son and who had never been to university, had his hands sweaty from nerves: he had to find a way not to embarrass the little boy who saw him as his idol.

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It was Don Mario's turn and the first thing he said was: "I'm a plumber. Do you know what that is?" and before the negative answer of the children he began to tell: "I must run from one place to another to avoid chaos. If I don't get there in time, the city could flood and all the sewers would explode, blowing up cars, houses and even this school. I also have to break walls and floors, because sometimes I work subway, in the darkest corners of the subsoil. The children were so impressed that when they left school they all said they wanted to be plumbers.

HASTA UNA PRÓXIMA HISTORIA, AMIGOS