On the day of the event, everyone got up very early and set up on the only main road in town. Since they did not know at what time the cyclists would pass by, they stayed there all day with their colorful banners and their bouquets of flowers under the sun. In the afternoon, when they were about to give up, they heard a noise coming from far away. Immediately, they immediately took up their positions again and prepared to watch, whistle and applaud the competitors.

Within minutes, the noise arrived: trucks with music, people with loudspeakers and a number of cyclists speeding along. The townspeople barely had time to clap, shout or watch the spectacle. Andy's little eyes opened like two plates trying to take it all in, but it was all so fast, as fast as an uncontrolled bicycle.

Although everything lasted a second, it excited the people, who were used to nothing happening in town, felt that this ephemeral or fleeting event was the event of the century.

The one in the red shirt is going to win the lap," commented some people.

The one on the blue bicycle will be the champion," said others.

The next day and the following days, the whole town was still talking about it. So much so that when the mayor's office came to remove the fence, people asked them to take it down, but to leave it at the main entrance, so that everyone would know that the cyclists had passed through there.

After that, it was not uncommon to see Andy riding on the fence as if that piece of wood was a bicycle, imitating the cyclists. Andy, as if pedaling, was looking straight ahead trying to reach the finish line and be the first to arrive. When people would look at him, Andy would smile and just say:

_bicycle, bicycle, bicycle...

And the people smiled, because even though there were many shortages, the people of that town were happy.

The main image is free to use and edited in Canva, and the text is mine, translated with Deepl Translate

Thank you for reading and commenting. Until next time, friends

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Una bicicleta para Andy
Aquel era un pueblo tan pobre que solo tenía a su gente, la cual se encargaba de sembrar y criar animales para alimentarse: criaban pollos en los corrales de las casas, las verduras las sembraban en los conucos y el pan lo hacían en el horno de leña. Se alumbraban con velas hechas de grasa y el agua la buscaban en un manantial que estaba a algunos kilómetros. Pero más allá de aquellas limitaciones, aquella gente era feliz.

Por ser un pueblo con tantas carencias, nadie transitaba por allí. Por eso, cuando la gente del pueblo supo que en unos días, los competidores de la XXI vuelta en bicicleta, Torneo San Isidro, pasarían por allí, la gente se emocionó mucho. Empezaron a hacer banderines de colores, guirnaldas de flores y hasta unos banquitos de madera para sentarse a ver a los ciclistas:
_Es un acontecimiento muy especial, decían algunos.
_Debemos recibirlos como se merecen, comentaban otros.
_Seguro son personas muy importantes, señalaban todos.
Pero Andy que era un niño callado, que nunca había ido a la escuela, solo pensaba en las bicicletas. Nunca en su vida había visto una. En el pueblo solo había animales como los burros o los caballos, y como todo quedaba tan cerca, nadie tenía necesidad de carro. Solo cuando tenían necesidad de salir del pueblo por una emergencia, como cuando Alirio se fue a la universidad, vino un carro grande y se lo llevó:
_Las bicicletas son más lentas que los carros –le había dicho Conchita a Andy. Y son de colores muy bonitos. Algunas tienen cesticas con flores.
Andy había nacido sietemesino por lo que siempre había sido muy enfermizo, pálido, lento, de aspecto débil y mirada huidiza. Alguien le había dicho a Agustina que Andy no era igual a los otros niños:
_Todos los niños son diferentes –había sentenciado Agustina como madre y más nadie le había tocado el tema.
También Conchita, la hermana de Andy, se había convertido en la sombra del niño y hasta se había peleado con los otros niños cuando le habían echado broma a su hermano:
_Aquí estoy yo para defenderte, Andy –decía Conchita en el oído de Andy y este sonreía desentendido de todo, intentando atrapar con la mano una partícula de polvo que se perdía con el viento.
Unos días antes del evento, unos hombres uniformados llegaron en un camión y montaron, en la entrada del pueblo, una gran valla promocionando el gran evento ciclístico. La gente admiraba la valla con ojos de alegría y sorpresa:
_Ahora sí nos tomaron en cuenta –decía uno.
_Esto atraerá turistas –comentaba otro.
Estaban muy optimistas y entusiasmados, pero quien más se alegró fue Andy que saltaba y aplaudía, diciendo una sola palabra:
_Bicicleta, bicicleta…
_Esa es una bicicleta, Andy, le dijo Conchita señalando aquel objeto de hierro y aluminio, con ruedas brillantes. El niño miraba la valla y sonreía con unos ojos pequeños e inclinando la cabeza como si el sol le pegara en el rostro- Esta no tiene cestica con flores, pero hay algunas que tienen cesticas y son más bonitas –continuaba Conchita con su perorata describiéndole a Andy lo que veía. Todos los días, desde que se levantaba, hasta que se dormía, Andy pasaba su tiempo observando la valla y cada vez que la veía, una sonrisa fácil le salía:
_Bicicleta, bicicleta –repetía a todos los que pasaban, mientras señalaba la imagen con el dedo.
El día del evento, todos se levantaron muy temprano y se apostaron en la única vía principal que había en el pueblo. Como no sabían a qué hora pasarían los ciclistas, pues se quedaron allí todo el día con sus bambalinas de colores y sus ramilletes de flores debajo del sol. Ya en la tarde, cuando estaban a punto de darse por vencidos, escucharon un ruido que venía desde lejos. Inmediatamente se apostaron nuevamente y se prepararon para ver, pitar y aplaudir a los competidores.
En minutos llegó la bullaranga: camiones con música, personas con parlantes y una cantidad de ciclistas que iban a toda velocidad. A penas, las personas del pueblo tuvieron tiempo de aplaudir, gritar o ver el espectáculo. Los ojitos de Andy se abrían como dos platos intentando captar todo, pero todo fue tan rápido, tan veloz como una bicicleta descontrolada.
Aunque todo duró un segundo, aquello entusiasmó a la gente, quien acostumbrada a que no pasara nada en el pueblo, sintió que aquel acontecimiento tan efímero o fugaz, era el evento del siglo.
_El de camisa roja va a ganar la vuelta –comentaban unos
_El que iba en la bicicleta azul será el campeón –decían otros.
Al día siguiente y los otros días, todo el pueblo seguía hablando de aquello. Tanto así que cuando los de la alcaldía vinieron a retirar la valla, la gente pidió que la bajaran, pero que la dejaran en la entrada principal, para que todos supieran que los ciclistas habían pasado por allí.
Después de eso, no era raro ver a Andy montado sobre la valla como si aquel pedazo de madera fuera una bicicleta, imitando a los ciclistas. Andy, como si pedaleara, miraba al frente intentando alcanzar la meta y ser el primero en llegar. Cuando la gente lo miraba, Andy sonreía y solo decía:
_Bicicleta, bicicleta…
Y la gente sonreía, porque aunque con muchas carencias, la gente de aquel pueblo era feliz.