Ritos para invocar despedidas (Relato corto)


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Ritos para invocar despedidas

Después de muerto, la sombra de Lencho estuvo realenga, muda de piel, rodando, al acecho, como jaguar que mira de noche. Cruzaba invisible el aire hasta alcanzar los arboles más tupidos y allí, encaramado sobre las ramas, esperaba a sus víctimas, que generalmente eran mujeres solas a la que se les montaba por detrás y las hacía caer de boca.

Una noche yo estaba haciendo tabacos y vi cuando pasó del fondo de la casa hacia la batea. Lo supe porque el perro se meó en la tierra, metió el rabo entre las patas y largó un aullido como si hubiese visto algo maluco. Yo eché un escupitajo lejos porque sentí que Lencho traía sed y ganas de formar lío, y eso no era bueno . Así que, como el que no quiere la cosa, dije en voz alta:

_Aquí siempre hay ron y tabaco pa' mi hijo. Después de esas palabras eché aguardiente en la tierra y puse un tabaco prendido sobre una piedra que estaba en la esquina. El tabaco se consumió rapidito y la tierra chupó el ron inmediatamente. Como lo supuse: Lencho traía cansancio y ganas de guerra.

En la noche le dije a Juana que cubriera con sábana los espejos de la casa para que la sombra de nuestro hijo por fin agarrara camino y así hizo Juana. También prendimos velas blancas en unas totumas negras y las colocamos en pleno sereno. Esto lo hicimos por tres noches, pero la gente dijo que la sombra de Lencho seguía entre los matorrales, haciendo de aquellas tierras nidos de gritos.

Entonces no me quedó de otra que ir para que Carmelita quien era la culpable de que Lencho muriera y se lo dije:

_Dale aunque sea descanso en la muerte a ese hombre, ya que no pudiste darle descanso en vida, le solté con rabia para que ella supiera que yo sabía. Entonces se supo que Carmelita había agarrado sus cosas y se había ido del rancho dejando la puerta abierta, como pa' que la gente supiera que no había nadie y que se había llevado todo, incluso la sombra de Lencho.

Más nunca supimos de ella ni de la sombra de mi hijo, que tal vez se fue detrás de la mujer traicionera. A veces un deslumbrante relámpago de sangre por los farallones nos recuerda la sangre de aquel día y yo le digo a Juana que ojalá nuestro hijo, por fin, haya tenido descanso.

Yo quiero creer que sí, aunque desde ese momento, por más que eche aguardiente, la tierra de la casa permanece con una sequía interminable y el tabaco bota unas volutas suaves de las hojas quemadas, un aire gris, un humo espeso parecido a la sombra de Lencho.


Gracias por vuestros comentarios. Hasta una próxima historia, amigos



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