Yo vivía en aquella época en una plantación de café. Mis padres, que eran trabajadores de la hacienda, me dejaban en casa con la abuela. Yo apenas tenía 5 años y me la pasaba jugando en los jardines de la casa grande donde la abuela hacía y servía comida. Era muy poco lo que sabía en aquella época, especialmente lo que hacían o decían los adultos.

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En una oportunidad mis padres no vinieron a casa a dormir, generalmente venían cuando el sol se ocultaba. Tampoco vinieron al siguiente día, ni al otro. A mi pregunta de dónde estaban, recuerdo que la abuela me daba caramelos o me mandaba a dormir. Evadió la pregunta hasta el final y por semanas no supe de ellos.

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Un día la abuela me puso la ropa de los domingo, hizo una maleta con nuestras cosas y salimos caminando hacia un valle desolado. El sol se ocultaba cuando detrás de una colina salieron mis padres. Me besaron y me cargaron, recuerdo, luego le dieron algo a la abuela y se fueron por un camino largo. La abuela y yo estuvimos allí hasta que desaparecieron. Después de eso la abuela me tomó de la mano y me dijo: "Vámonos que comenzó la guerra".

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La guerra terminó después de algunos años y mis padres nunca volvieron. Ante mis preguntas constantes, abuela implementaba su táctica predilecta: quedarse callada. Llegó un momento en que más nunca tuve que preguntarle: su silencio hablaba por sí solo. Lo que sí nunca dejé de hacer fue quedarme viendo el horizonte todas las tardes, porque cuando el sol se ocultaba recordaba aquella vez cuando mis padres se hicieron un punto cada vez más pequeño en la distancia.

GRACIAS POR LEER Y HASTA UNA PRÓXIMA HISTORIA, AMIGOS