Nadie nos prepara.

anne-nygard-Sl69Jw-o0rU-unsplash.jpg

Foto de Anne Nygård en Unsplash


Se puede pasar mucho tiempo tratando de ignorar las cosas que suceden a nuestro alrededor, esas que no nos gustan o nos lastiman… como si se tratara de un vago intento por “omitir” esos sentimientos. Pero la triste realidad es que, apenas se asoma el pensamiento justo, es todo lo que se necesita para volver a sentir ese dolor y a sobre pensar hasta el agotamiento.

Un poco de contexto. Hace algunos meses, compartí con ustedes que no me sentía ya cómoda con mi “familia”, solo algunas pequeñas excepciones me hacían mantener la fuerza para no decaer y, según yo, no dejar que me afectara en lo absoluto. Pues... falso. Todo (o por lo menos lo que puedo percibir) se fue al carajo. Unos de los pocos que comprendían lo que estaba pasando, y me ayudaban inmensamente, se fueron a finales de enero y pensé que más allá de la tristeza que eso me provocaba, muchas cosas mejorarían. Ya que, aunque ellos se fueran del país, dejaron pequeños granitos que han sido de gran ayuda, pero al parecer, eso terminó de detonar lo inevitable.

A mi esposo y a mí nos tocó mudarnos, y fue la cosa más dolorosa que hasta hoy sigue perturbando (aunque por momentos me mienta a mí misma, haciéndome creer que me siento bien). El primer día fue un completo suplicio, me encontraba completamente sola (a mí esposo le tocó trabajar hasta tarde) en un espacio que no conocía, rodeada de bolsas, bolsos y lo peor de todo, sin Nana (nuestra perrija). Estaba hecha un mar de lágrimas, miedo, incertidumbre, sentía que ya no podía soportar más nada; no tenía con quien compartir nada de lo que me estaba pasando y la persona que menos pensé, logró calmarme un poco y hacerme ver que no hacía nada malo, que no estaba mal lo que estaba haciendo, que efectivamente la “familia” era la que estaba meando fuera del perol (como decimos en mi país). Ya el segundo día pudimos buscar a Nana y el resto de nuestras cosas, así que pasé los días, las semanas “bien”, un poco más tranquila con esta nueva etapa. Y parece mentira, pero ni bien salimos de esa casa, todo empezó a mejorar drásticamente, conseguí un trabajo (por poco tiempo, pero fue de gran ayuda), hasta empecé a arreglar mi apariencia (ya me hago los cariñitos que tanto me hacían falta), logramos concretar varios negocios, en fin, económicamente estábamos muy cómodos y se podría decir que estamos surgiendo. Pero la cara de la otra moneda aún respiraba en nuestras nucas, la “familia” buscaba (o aún) perjudicarnos de alguna manera, mi mamá no me hablaba desde el año pasado (si acaso algunas cosas puntuales).

En fin, no sé qué está sucediendo, no sé qué pasará en cualquier momento y esa incertidumbre crece cada día más y más. He logrado “controlar” un poco mi ansiedad y depresión, pero siento que están ahí, como una jauría de lobos esperando a que empiece a cojear una pequeña oveja. El dolor terminó de explotar cuando me encontré con la sorpresa de que mi madre botó o vendió, no sé qué carajo hizo, pero el hecho es que cuando fui a llevarle algunas cosas para ella, no estaban varias de mis cosas, mis fotos, cosas que le había regalado… eso fue el punto de quiebre, no supe cómo reaccionar porque, de paso, ella no estaba en casa y no pude ni siquiera preguntarle qué había pasado. No entendía nada, solo estaba ahí parada en el sitio donde pasé 28 años de mi vida, viendo a la nada, sin saber qué hacer. Tragué grueso. Cuando se lo comenté a mi esposo y a mi papá, solo quedaron en silencio, supongo que pensaron igual que yo: “¿qué mierda…?" Y tampoco podían decir algo, nada podía remediar lo que sentía (y lo que ellos también pudieran sentir).

Los meses han pasado inmensamente rápido desde que nos fuimos, mi mundo dio un giro impresionante, positivamente y un poco en el aspecto negativo, ya que algunas veces, me siento como en la deriva, como si los días pasaran por mí y ya. Con esto no quiero decir que no he disfrutado todo lo nuevo y bueno; es extraño, no sé cómo describirlo, pero me he sentido excelente, pero una pequeña parte de mi mente me hace pensar que no. Entonces no sé si me miento al creer que me siento bien o si quiero autosabotearme por una parte pienso que es momento de sentirme bien y hacer por fin lo que realmente quiero, pero por otra parte pienso que no he tenido tiempo para procesar lo que pasa y no me permito sentirme mal… ¿Ven? Es extraño.

No sé cuántas veces he intentado escribir esto, pero podría decir que me siento un poco mejor por soltar; tenía meses sin escribir y lo necesitaba, pero no me atrevía por miedo a que me sintiera mal y rompiera a llorar (ya me ha pasado varias veces cuando dreno escribiendo). Sigo sin saber qué sucederá mañana, solo espero seguir teniendo fuerzas para no dejar que me vuelvan a lastimar.



0
0
0.000
1 comments