Gur Gul | Relato corto |

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(Edited)

Gur Gul

   

    Alicia corría hacia su casa, el autobús la había dejado atrás hacía horas y cada vez se le hacía más tarde para llegar; sin embargo, aún sabiendo esto, se detuvo cuando algo al borde de la carretera le llamó la atención. Estaba segura de que había visto algo, una ¿persona? que velozmente se perdió del panorama.

    —¡¿Hola?! —llamó, acercándose a la acera que separaba la vía del bosque. Quizá eso seguía escondido entre los árboles —¡¡¡Hoooooooooola!!! —gritó, con mucha más fuerza está vez. Luego calló, esperando escuchar algo, algún saludo, ruido o algo similar.

    A excepción del sonido del viento, todo el bosque fue tan silencioso como siempre. Pero aquello no la convencía, sabía que algo se escondía en las proximidades. Sin miramientos saltó la cerca y caminó hasta el árbol más cercano. Cuando estuvo a punto de tocarlo, esto la empujó. No alcanzó a distinguirlo, parecía una gran y negra masa amorfa que huía. Emprendió la carrera tras esta, no tenía ni idea de qué se trataba, pero sentía la imperiosa curiosidad, típica para alguien de su edad, de descubrirlo.

    Así corrió y corrió por un período de tiempo que sintió como escasos segundos, hasta que perdió de vista a la gran masa amorfa en un claro del bosque. Solo en ese momento se percató de que la noche había caído sobre ella; y el bosque, que por los días asemejaba a una obra de arte digna de admirar, ahora, cubierto por la penumbra y la repentina baja de la temperatura, no parecía otra cosa más que el escenario de una película de terror.

    —¿Hola? —preguntó de nuevo, esta vez con cierto temor y tiritando del frío.

    Se hincó de rodillas para sacar su chaqueta del morral que llevaba a espaldas. Repentinamente alzó la vista, creía haber escuchado algo. «¿Fue un paso?» pensó: —¿Hola? — dijo, pero nadie respondió. Definitivamente no podía quedarse allí, así que se dispuso a volver a su casa. Solo había un problema: no recordaba el camino.

    Anduvo por horas, sin agua ni comida, llena de miedo y angustia. Finalmente se sentó contra uno de los arboles, con la cabeza entre las rodillas, y reventó en llanto cuando, sin haberlo notado hasta entonces, descubrió que nuevamente estaba en el mismo claro del bosque donde partió. Un ruido repentino, como un golpe en seco contra el suelo, la hizo reaccionar.

    Frente a ella todo estaba particularmente oscuro, ¿se había quedado ciega? No, sus ojos funcionaban bien, podía verse las manos, pero ya no veía los árboles que tenía frente a sí. Subió vista y ahí estaba, más oscuro que la noche misma, se extendía a más de dos metros, no parecía tener piernas ni brazos, pero sí ojos, dos grandes ojos amarillos que no dejaban de observarla. El susto la hizo incorporarse y gritar, lo que ocasionó que el monstruo huyera despavorido hasta atrás de un árbol.

    —¿Qué? —su miedo rápidamente se tornó en confusión — ¡Espera! ¿Te... te asusté? —podía ver la gran masa negra que no lograba ocultarse por completo tras el escuálido tronco —¿También estás perdido? —con pasos cortos se aproximó a la criatura, cuyos ojos no dejaban de seguirla.

    Estiró su pequeña mano hasta el monstruo y lo tocó con la palma, al principio este estaba notablemente atemorizado, pues temblaba sin parar, pero con el paso de los minutos se quedó tranquilo, mirando fijamente a la niña con esos grandes ojos amarillos. —Parecen ojos de gato —le dijo —, y tu piel se siente como la de un caracol —aseguró, con una sonrisa.

    —Soy Alicia, ¿tú tienes nombre? —no obtuvo respuesta. Repitió el proceso, ayudándose esta vez con sus manos —A li cia, A li cia —decía mientras hacía ademanes.

    El monstruo hizo unos ruidos a través de una hendidura, que debía de ser su boca, oculta justo bajo sus ojos. Lo que pronunció se escuchó como Gur Wel Wal Guar Gul. «¿Gur Wel Wal Guar Gul?» repitió ella en su mente, extrañada, y luego preguntó: —¿Puedes repetir eso? A li cia —se señaló con sus manos, después señaló a la criatura.

    —Gur Wel Wal Guar Gul —dijo, esta vez mucho más claro que la anterior y agregó: —A li cia.

    «¡Si entiende, sí entiende!» repetía Alicia dentro de sí, emocionada por poder comunicarse con aquel feo e interesante ser.

    —¿Te llamas Gur Wel Wal Guar Gul? Es un nombre muy raro y largo. ¡Te llamaré Gur Gul! ¿Te gusta? —no dijo lo contrario, así que asumió que sí.

    Alicia y Gur Gul permanecieron allí, en el claro. Ella le contó historias, que de seguro él no entendía, hasta que la luz del sol apareció por el horizonte.



Imagen original de Pixabay | 12019

   

XXX

   

¡Gracias por leerme! Espero que te haya gustado, y gracias de antemano por tu apoyo.

Te invito a leer mi presentación del capítulo I de Los cuentos de Epimeteo, un universo de fantasía que estoy desarrollando.

Las historias aquí contadas se transcurren en el continente de Epimeteo, una tierra que recientemente experimentó una de sus más cruentas guerras, y parece estar en aras de otra:

Puede que ahora Epimeteo viva en paz. No obstante, quince años después, los horrores de la Rebelión de los Elfos, llamada también la Gran Guerra, siguen frescos en la memoria de quienes la pelearon de lado y lado. Por ello, existe mucho desprecio mutuo de la mayoría de los elfos para con la mayoría de los humanos y viceversa.

Si te gustó, te invito a leer otros de mis posts:



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Que susto para la pobre Alicia. Es un buen escenario para continuar la historia. Saludos!

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Hola, esa era la intención jaja. Bueno, dejé el final abierto; quizá algún día haga alguna continuación, pero por el momento no lo tengo planeado.

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Muy interesante la historia de Alicia me gustan. saludos exitos

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Hola, gracias por comentar. Me alegra que te haya gustado, ¡Saludos!

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