Xaxa: la última chamán | Relato corto |

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Xaxa: la última chamán

Este relato es una continuación inmediata de Xaxa: la tragedia y pone fin a la historia.

   

    Recordó aquel día: ella y los otros once doherioz, «chamanes guías» en la lengua humana, habían empezado la sesión hace poco. Al inicio, cuando la tierra retumbó, creyeron que solo sería un terremoto, pero luego siguieron las explosiones. Momentos después una roca ardiente, del tamaño de un bisonte, abrió un hoyo en el techo del Gran Salón y aplastó a la doherioz Zya.

    De no haber sido por la pronta reacción del doherioz Vroxix, que conjuró una protección en el instante que otro proyectil atravesó el techo, Xaxa también habría quedado aplastada. A través de los dos agujeros contempló el cielo más gris que existió jamás; el hedor a azufre no tardó el llegar.

    —¿Estás bien, hermana? —Saraxo la devolvió a la realidad.

    Allí ya no habían rocas en llamas y el cielo era celeste, el mismo cielo celeste que alguna vez tuvo Van Paladez. Sobrevivió, fue la única de los doherioz que lo logró, ahora el peso de cada hijo de Slootirez que aún pisaba la tierra caía sobre sus hombros, y su misión tenía que ser garantizar la supervivencia de su pueblo.

    —Mis señores, mi Rey. No pedí a mi hermano que hiciera el esfuerzo de reunirnos aquí hoy solo para hablarles de la tragedia que ya todos conocemos —sabía que sus ancestros la despreciarían eternamente por lo que estaba por hacer, «pero ellos ya murieron hace mucho, tengo que pensar en el futuro de los que aún viven, no aferrarme al pasado», se convenció —. Quiero hacerles una propuesta.

    —Ya veo —dijo el Rey.

    —¿De qué se trata? —preguntó Dalia Zein.

    —Insistes en llamar a Zuhair «mi Rey». ¿Es eso solo una cortesía, Xaxa do Naxoz?

    —No —contestó rápidamente —. De hecho, esa es mi propuesta: El pueblo de Van Paladez, cada paladiciano leal, se unirá a la causa de Adel Zuhair por independizar Bastán.

    —Hermana... —los ojos de Saraxo estaban tan abiertos como platos.

    —En toda la historia, Van Paladez se mantuvo hermético, casi totalmente ajeno a los asuntos del Imperio del que solo formamos parte en el papel para que nos dejaran tranquilos. Nunca serviremos al Imperio, no... por el contrario, podemos servir al reinado de Bastán. Quizá Van Paladez nunca vuelva a ser habitable —admitió, con profundo dolor —, pero es hora de que demos a conocer su legado al mundo, de que compartamos lo que la tierra de nuestros ancestros nos enseñó.

    Adel Zuhair se levantó del escritorio en el que estaba recargado y caminó hasta Xaxa, ambos eran casi de la misma estatura, ella le sacaba unos pocos centímetros de más. Se miraron a los ojos por un prolongado e incómodo lapso de tiempo. Para Xaxa, la piel color cobre de los humanos resultaba aun más extraña y blanda vista de cerca.

    —¿Y qué puede ofrecernos tu pueblo que no tengamos ya? —preguntó, a treinta centímetros de distancia.

    —Los mejores guerreros que verá en su vida —respondió, sin titubeos —. En la Batalla de las Costas de Paladez murió una veintena de imperiales por cada paladiciano. Ha visto a mi hermano en acción, y él no es el más hábil los nuestros. Además, conocemos secretos arcanos que ni siquiera los más adiestrados elfos saben que existen.

    —¿Por qué confías en que los paladicianos acatarán lo que les digas? —preguntó el caballero, Jarah, a la distancia.

    —Sí —reafirmó el Rey —. ¿Y qué quieres a cambio?

    —Usted es el Rey, pero yo soy la mediadora de mi pueblo, soy la última de los chamanes guías, me seguirán —aseguró —. A cambio, pido tierras que no estén ocupadas. Si son áridas no importa, sabremos trabajarlas, pero hasta que tengamos cosecha propia necesitaremos alimento.

    »Entre mi gente no existen la alcurnia ni la plebe, en cambio a nuestros guerreros y chamanes les reconocemos de forma especial por su honor, por ende solicito que a estos se les nombre como caballeros, lo que ustedes llaman «Sir». Por último, quiero que me permitan a mí, y a dos hijos de Slootirez de mi confianza, formar parte del Consejo Real que pretenden crear.

    —¿Eso es todo? —comentó Zuhair, con una risotada, después de más silencio incómodo.

    —Es todo —confirmó Xaxa, su expresión era mucho más seria.

    —Acepto.

    Con un apretón de manos concretaron el acuerdo.


Xaxa La última chamán.png
Imagen original de Pixabay | susnpics

XXX

   

¡Gracias por leerme!

   

Este relato forma parte del capítulo II de Los Cuentos de Epimeteo. Te invito a leer mi presentación del capítulo I y el post en el que detallo cuáles son las especies dominantes en este mundo de fantasía.

Las historias aquí contadas se transcurren en el continente de Epimeteo, una tierra que recientemente experimentó una de sus más cruentas guerras, y parece estar en aras de otra:

Puede que ahora Epimeteo viva en paz. No obstante, quince años después, los horrores de la Rebelión de los Elfos, llamada también la Gran Guerra, siguen frescos en la memoria de quienes la pelearon de lado y lado. Por ello, existe mucho desprecio mutuo de la mayoría de los elfos para con la mayoría de los humanos y viceversa.

Posts anteriores:
Xaxa: la tragedia
El profeta de la hermandad
La habitación carmesí
Convicciones
Marea alta



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