Mientras tanto, en la azotea del "Prince Empire", Lian, quien languidecía ebrio en una esquina, comenzó a convulsionar. Los ojos se le blanquearon, torció la boca y emitía palabras extrañas. La fiesta se detuvo al suponer que estaban ante un agudo ataque epiléptico. Pero Lian se transformó en un ser violento que comenzó a destrozar todo lo que tenía en su camino. El éxtasis cedió paso al miedo y la borrachera huyó despavorida. El muchacho empezó a destruir el lugar, rompió las botellas con su cabeza y mordía los pedazos de vidrio, mientras se causaba heridas en sus brazos y pecho. La sangre brotaba caudalosa por paredes y suelo. Los vigilantes del edificio, al escuchar tal escándalo, subieron de inmediato, observaron al chico enloquecido. Intentaron sujetarlo entre varios, pero aquel joven poseía una fuerza sobrehumana, cada golpe asestado contra sus agresores sacudía el sitio.

Lian despertó en la sede de la policía, esposado de manos y pies, sin saber qué sucedió. Allí le informaron que hace unas diez horas inquilinos de un edificio llamaron para alertar de una situación irregular con alguien que se volvió loco. Al acudir al sitio notaron que había alteración del orden público, daños a la propiedad, intento de homicidio y lesiones a varias personas, además resistencia al arresto. El chico seguía incrédulo, jamás en su vida había sido detenido y menos peleado con otra persona. Un policía le mostró un video del suceso, allí pudo reconocerse, estaba ensangrentado, levantando a un hombre en peso y lanzándolo contra un muro, a otro lo agarró por el cuello y lo sacudió varias veces hasta dejarlo inconsciente en el suelo, todo aquello mientras gritaba algo ininteligible. Pero Lian no recordaba nada de eso, ni siquiera entendía cómo sus heridas habían cerrado con tanta facilidad. A los tres días pudo salir de la cárcel ya que ninguno de los afectados formalizó una denuncia.

Por otra parte, las gemelas también se dieron cuenta del escándalo ocurrido en el edificio y comprendieron lo que sucedía. Desde ese momento, realizaron un seguimiento a Lian para observar si la presencia volvía a hacerse sentir. Decidieron permanecer al acecho e incluso infiltrarse en cualquier fiesta o reunión. Dos días después volvieron a reunirse, en esta ocasión, el chico se disculpó por su violento comportamiento. Esta vez se hallaban en una construcción abandonada, una obra gris a medio terminar, ese aire misterioso hacia el lugar más atractivo para sus fines. Ahora decidieron reunirse solamente ellos tres, llevaron cinco botellas de whisky y empezaron a beber. Los efectos del alcohol eran evidentes en Noah y Lian, en cambio, Jacob no dejaba de pensar en aquella noche en el edificio.