La noche del 21 de septiembre, a las 11:25, en el hospital Central de Tristania, un grito desgarrador sobresaltó a una enfermera. Ella corrió por el pasillo como si fuese una presa perseguida por un depredador, hasta llegar al origen del aullido.

—¡Cristóbal… ayúdame… por favor…! —Le suplicó Ernesto a su hermano con voz ronca y ahogada.

—Tranquilo…, todo va estar bien. ¡Enfermera, por favor haga algo!

La enfermera acudió de inmediato al paciente, el aspecto del susodicho hizo que su cuerpo se estremeciera de horror. Los ojos de Ernesto estaban rojos; inundados de venas rotas. Su piel estaba magullada por melanomas hinchados de diversos colores; en los que predominaba el azul y el gris. Sus dientes y su rostro se alargaban, como si fuesen jalados por alguna fuerza invisible. Su cabello se caía tan rápido que la almohada quedó atestada de pelos negros. El pobre chico convulsionaba en jadeos preocupantes, la enfermera, con la ayuda de Cristóbal, intentaron mantenerlo quieto.

—¡Debería estar dormido, acabo de inyectarle la morfina! —Aseveró la enfermera.

—¡Pues tal parece que no funcionó! —Replicó Cristóbal, mientras intentaba mantener inertes los brazos delgados de su hermano.

—¿Qué es lo que pasa? —Irrumpió el doctor Vallarta; médico encargado de atender a Ernesto.

—¡Doctor, por favor haga algo! —Rogó Cristóbal— ¡De repente él despertó y comenzó a toser y a gritar!

—¡No le hizo efecto la morfina! —Añadió la enfermera.

—Pues vuelva a inyectarle, pero esta vez con una dosis más alta—. Ordenó el doctor. Los ojos de Cristóbal se desorbitaron.

—¿Está loco? ¡Eso lo mataría! —Exclamó Cristóbal.

—¿Quiere seguir viendo a su hermano agonizando, o peor… muerto? —Enfatizó el doctor Vallarta con voz severa.

Cristóbal quedó en suspenso; sin habla; el solo hecho de imaginar a su hermano menor muerto lo aterrorizaba y sus ojos se voltearon hacia él. Mientras sujetaba a Ernesto, la enfermera se apresuró en inyectarle la morfina. El muchacho berreaba y gruñía, mirando a todos lados con sus espantosos ojos.

El sedante tardó un poco en hacer efecto, el cuerpo de Ernesto finalmente se adormecía, mientras hilos de saliva espumosa se escurrían por su quijada.

Cristóbal jadeó de alivio, luego relajó los dientes y se pasó la mano por sus cabellos castaños. Miró al doctor Vallarta como si fuese su única esperanza y lo confrontó.

—¿Qué diablos está pasando con mi hermano? —Preguntó Cristóbal.

El doctor Vallarta, un hombre de cincuenta años, rostro regordete y barba rasurada con cañones canosos, se quitó los lentes para limpiarlos con un paño pequeño de seda que traía en el bolsillo. Su rostro siempre ostentaba indiferencia, pero esta vez se mostraba preocupado. Pasaba su mano por su cabeza calva ante la pregunta de Cristóbal, encogiéndose de hombros levemente.

—Venga, hablemos en la oficina. No se preocupe por su hermano, la enfermera Renata cuidará de él—. Dijo el doctor médico mientras abandonaba la habitación. Cristóbal fijó sus ojos cafés en la enfermera; era una muchacha joven, parecía no sobrepasar los veinticinco años de edad. Tenía el cabello rubio y el rostro pronunciado por la delgadez. La muchacha asintió con la cabeza, haciéndole entender a Cristóbal que no se preocupara por su hermano. Él, sin responder al gesto, siguió adelante y se dirigió a la oficina del doctor Vallarta.

El médico se hallaba sosteniendo un cigarrillo encendido mientras observaba unas fotos encima de una repisa. Al entrar Cristóbal, se dio la vuelta y apagó su cigarrillo.

—Seré sincero con usted, señor García, no sé lo que tiene su hermano—. Aseguró el doctor Vallarta con un tono de frialdad.

Cristóbal quedó boquiabierto y se exaltó. —¿Cómo dice? ¡Pero si ya tiene más de una semana tratándolo!—.

—Lo sé, pero… ¡jamás había visto algo así! Al principio pensábamos que se trataba de un caso de rabia, y lo tratamos como tal, pero luego su cuerpo empezó a rechazar los medicamentos hasta volverse inmune a ellos. Ahora parece que se hace invulnerable a la morfina, y deduzco que, si sigo aumentándole la dosis para calmarlo, más resistente se volverá. Estoy de verdad preocupado por el caso de su hermano.

Un escalofrío se asentó en las entrañas de Cristóbal. Sus ojos no podían soportar ver a ese hombre cabizbajo hablando de rendirse. Se levantó de la silla y tomó al doctor Vallarta por el cuello fulminándolo con angustia y miedo.

—¡Escuche, hombre, no puede hablar así! ¡Es la vida de mi hermano la que está en peligro, debe haber una forma de ayudarlo!

—Hacemos todo lo que podemos, señor García—. Aseguró el médico —¿Está seguro que me ha contado todo lo que ocurrió ese día?

Cristóbal echó el cuerpo un poco hacia atrás y comenzó a recordar.

—Por supuesto, ¿por qué le mentiría? Ese día, Ernesto y yo fuimos al parque con nuestra perra: Ángela, jugábamos a la pelota con ella. De pronto, Ángela estaba como nerviosa, mirando unos arbustos con miedo. Ernesto fue a revisar y de repente liberó un grito terrible de dolor. Acudí a él de inmediato y lo primero que vi fue esa extraña herida en su brazo, y fue cuando lo traje inmediatamente aquí.

» Le pregunté a Ernesto que le había pasado y solo me dijo que algo con alas y dientes filosos lo había mordido. Eso es todo; le juro que no sé más nada.

El doctor Vallarta se quedó en silencio cavilando sobre la historia de Cristóbal, hasta que un grito desgarrador interrumpió sus pensamientos. Ambos hombres palidecieron y corrieron de súbito hasta la habitación donde se hallaba Ernesto.

Al entrar, los ojos de uno y del otro se empañaron de horror ante lo que veían. La enfermera Renata se hallaba en el suelo sobre un charco de sangre. La parte izquierda de su cuerpo estaba despezada exponiendo sus entrañas.

Cristóbal sintió nauseas, pero luego divisó inmediatamente a su alrededor buscando con angustia a su hermano. Al no encontrarlo, cayó en una crisis, pero luego notó que el marco blanco de la ventana estaba lleno de sangre. Se asomó y empezó a gritar desesperado el nombre de su hermano varias veces, hasta que enmudeció cuando sus ojos vislumbraron con horror la silueta oscura de una criatura voladora surcando los cielos.

On the night of September 21, at 11:25 a.m., at Tristania Central Hospital, a piercing scream startled a nurse. She ran down the hallway as if she were prey being chased by a predator until she reached the source of the howl.

-Cristobal... help me... please...! -Ernesto begged his brother in a hoarse and choked voice.

-Everything will be all right. Nurse, please do something!

The nurse immediately went to the patient, the appearance of the patient made her body shudder with horror. Ernesto's eyes were red; flooded with broken veins. His skin was bruised with swollen melanomas of various colors; in which blue and gray predominated. His teeth and face were elongated as if pulled by some invisible force. His hair was falling out so fast that the pillow was covered with black hair. The poor boy convulsed in worried gasps, and the nurse, with Christopher's help, tried to keep him still.

-He should be asleep, I just injected him with morphine! -said the nurse.

-Well, it doesn't seem to have worked! -Cristobal replied while trying to keep his brother's thin arms inert.

-What is going on? -Dr. Vallarta, the doctor in charge of Ernesto's care, interrupted.

-Doctor, please do something! -He suddenly woke up and started coughing and screaming!

-The morphine didn't work! -The nurse added.

-Then inject him again, but this time with a higher dose. The doctor ordered. Cristobal's eyes widened.

-Is he crazy? That would kill him! -Cristobal exclaimed.

-Do you want to go on seeing your brother dying, or worse... dead? -Doctor Vallarta emphasized with a stern voice.

Cristobal remained in suspense; speechless; the mere fact of imagining his younger brother dead terrified him and his eyes turned towards him. As he held Ernesto, the nurse hurried to inject him with morphine. The boy bawled and grunted, looking everywhere with his frightful eyes.

The sedative took a while to take effect, Ernesto's body finally going numb, as strands of frothy saliva trickled down his jaw.

Cristobal gasped with relief, then relaxed his teeth and ran his hand through his brown hair. He looked at Dr. Vallarta as if he were his only hope and confronted him.

-What the hell is going on with my brother? -Cristóbal asked.

Doctor Vallarta, a man in his fifties, with a chubby face and a shaved beard with gray cannons, took off his glasses to clean them with a small silk cloth he had in his pocket. His face always showed indifference, but this time it was worried. He ran his hand over his bald head at Cristobal's question, shrugging his shoulders slightly.

-Come on, let's talk in the office. Don't worry about your brother, nurse Renata will take care of him.- Said the medical doctor as he left the room. Cristobal fixed his brown eyes on the nurse; she was a young girl, and she looked to be no more than twenty-five years old. She had blonde hair and a face pronounced by thinness. The girl nodded, making Christopher understand not to worry about his brother. He, without responding to the gesture, went ahead and headed for Dr. Vallarta's office.

The doctor was holding a lit cigarette while he was looking at some pictures on a shelf. As Cristobal entered, he turned around and extinguished his cigarette.

-I will be honest with you, Mr. Garcia, I do not know what your brother has," assured Dr. Vallarta with a cold tone.

Cristobal was dumbfounded and became exalted. -Excuse me? But he has been treating him for more than a week already!

-I know, but... I've never seen anything like this before! At first, we thought it was a case of rabies, and we treated him as such, but then his body began to reject the drugs until he became immune to them. Now he seems to become invulnerable to morphine, and I gather that if I keep increasing the dose to calm him down, the more resistant he will become. I am really worried about his brother's case.

A shudder settled in Cristobal's gut. His eyes could not bear to see that crestfallen man talking about giving up. He got up from his chair and grabbed Dr. Vallarta by the neck, glaring at him with anguish and fear.

-Listen, man, you can't talk like that! It is my brother's life that is in danger, there must be a way to help him!

-We are doing everything we can, Mr. Garcia. The doctor assured me, "Are you sure you have told me everything that happened that day?

Cristobal leaned his body back a little and began to remember.

-Of course, why would I lie to you? That day, Ernesto and I went to the park with our dog: Angela, we were playing ball with her. Suddenly, Angela was kind of nervous, looking at some bushes with fear. Ernesto went to check and suddenly she let out a terrible scream of pain. I went to him immediately and the first thing I saw was this strange wound on his arm, and that's when I immediately brought him here.

"I asked Ernesto what had happened to him and he only told me that something with wings and sharp teeth had bitten him. That's all; I swear I don't know anything else.

Doctor Vallarta remained in silence pondering over Cristobal's story, until a heart-rending scream interrupted his thoughts. Both men turned pale and suddenly ran to the room where Ernesto was.

As they entered, the eyes of both men blurred with horror at what they saw. Nurse Renata lay on the floor in a pool of blood. The left side of her body was torn open, exposing her entrails.

Cristobal felt nauseous, but then immediately looked around him, anxiously searching for his brother. Not finding him, he fell into a crisis but then noticed that the white window frame was full of blood. He looked out and cried out his brother's name several times in desperation until he fell silent as his eyes caught a horrified glimpse of the dark silhouette of a flying creature streaking across the skies.