E S P A Ñ O L

TERCERA PARTE

La decisión está tomada

Hace días que envié el correo al profesor Mendoza sin respuesta alguna. Comencé a creer que fue una equivocación, pero al menos lo intenté. Cada mañana, tarde y noche revisaba la computadora para ver si había llegado respuesta, pero cada día que pasaba, comencé a olvidar lentamente el asunto.

Creo que mi madre tenía razón, no debí indagar en esas cosas y mejor debí enfocarme en mi rutina diaria. Esto solo me ha traído problemas y desacuerdos con mi madre, así que decidí en dejarlo todo como estaba. Una mañana, desperté como todos los días para ir al trabajo. Mi madre ya tenía el desayuno listo para ambos. Terminamos de comer y cada quien se fue a sus respectivas labores.

La tienda del señor Sergio estaba sumamente tranquila, no muchos clientes entraron a comprar. No era algo extraño, había días en que no llegaba ni una persona siquiera. Al terminar mi jornada, me dirigí a mi casa sumamente tranquilo sin nada más que pensar. El asunto de Brasazul y las fotografías rondaron por mi mente un rato, hubiera sido estupendo que el profesor Mendoza respondiera a mi correo.

Finalmente llegué a mi casa, mi madre todavía estaba en la calle. Subí a mi habitación y me quité la ropa. Me di un baño relajante que hizo que todas mis perturbaciones se despejaran. Al volver a mi habitación, revisé mi computadora. Había dejado el correo abierto desde anoche. Lo revisé por casualidad y, para mi sorpresa, había un mensaje nuevo.

Mis expectativas dieron en el clavo, el mensaje era del profesor Mendoza, el cual me había respondido esa misma tarde. Mi corazón se aceleró de la emoción y abrí el correo inmediatamente. Me devolvió el saludo y explicaba el por qué se había tardado tanto en responderme.

Comentó que se había asombrado al ver la imagen del mapa que le había enviado, y que pensó que todas las copias de su libro sobre la sociedad de Brasazul habían sido confiscadas.

—Así que confiscados… —espeté—, pero, ¿por quién? —Decidí no preguntarle más, pues el asunto parecía ser delicado. La información que necesitaba ya me la había proporcionado.

El profesor Mendoza me dejó indicaciones descriptivas sobre el mapa, más una ruta detallada de cómo llegar a Brasazul. De donde me encontraba hasta ese punto, solo eran cuatro horas de viaje en bus, pero como las rutas hacia ese lugar habían sido eliminadas, la única forma de llegar es quedándose en el sitio más cercano y a partir de ahí irse caminando.

Parecía algo peligroso, y de nuevo la intriga se apoderó de mi mente para conocer dicho lugar. No estaba tan lejos, podía irme y regresarme el mismo día, solo debía idear una excusa para mi madre; o quizás no, solo debía irme lo suficientemente temprano para no topármela en la mañana.

Cavilé por varios minutos, no podía creer que de verdad estuviera pensando en llegar a ese lugar, sin embargo, pensé en mi padre y en la posibilidad de encontrarlo allá. Reflexioné en muchas cosas, tal vez mi padre es un hombre malo y por eso mi madre lo dejó, o fue ella quien lo abandonó estando embarazada de mí, y al estar atrapado en un lugar tan hermético, sin tecnología ni internet, no pudo salir a buscarme.

La cabeza me daba vueltas y, al final, me decidí en ir para allá. Rápidamente comencé a planificar las cosas. Preparé una mochila con varias cosas necesarias, luego escribí una carta para mi madre, una en la que le revelaba a donde iría ya que no me parecía justo tenerla preocupada si no volvía el mismo día.

Todo estaba casi listo, esa noche debía actuar con normalidad sin levantar sospechas. Compartí con mi madre, vimos una película después de cenar y luego cada quien se fue a dormir pues debíamos madrugar nuevamente. Coloqué la alarma un poco más temprano de lo habitual para que me diera el suficiente tiempo de llevar un poco de comida y acomodar el dinero en efectivo. Solo rogaba que las cosas salieran bien y que pueda retornar a casa ileso.

La hora esperada llegó. Desperté un minuto antes de que la alarma sonara, la ansiedad no me permitió dormir bien. Sigiloso, salí por el pasillo y me adentré hacia la cocina. Tomé comida para el camino y algunas bebidas en lata. Dejé la carta para mi madre justo en la mesa antes de dirigirme hacia la puerta. Miré hacia atrás con una leve zozobra en mi pecho, pensando si de verdad estaba haciendo lo correcto. Me armé de valor y disipé las distracciones, y me aferré a la decisión que ya había tomado.

Llegué hasta la parada en vía hacia las afueras de la ciudad. Supuse que la dirección me llevaría hacia la ruta de Los Llanos, solo debía calcular el tiempo preciso hasta poder arribar mi siguiente destino. Después de media hora, el autobús finalmente llegó. Los puestos estaban casi llenos, así que me senté junto a un anciano que parecía dormido.

El trayecto fue de suma tranquilidad, también me permitió reflexionar nuevamente en lo que estaba haciendo. No dejaba de pensar en mi madre, sentí que le rompía el corazón por un capricho egoísta de mi parte. Comencé a lamentarme, quería levantarme de mi asiento, detener el bus y volver a casa. De repente, una mano sujetó mi brazo derecho y fue como una revelación asombrosa.

El anciano sentado junto a mí me miraba juzgadoramente; como si supiera mis objetivos. Me quedé inerte por unos segundos hasta que él habló: «La decisión está tomada, muchacho. No te arrepientas». Todo pareció una ilusión, pues el anciano volvió a quedarse dormido en un parpadeo.

Me quedé en suspenso por un momento y luego volteé para el otro lado. Abracé mi mochila con fuerza pensando en lo extraño que fue lo que acababa de pasar. Sea epifanía o no, algo era cierto: la decisión estaba tomada y no había vuelta atrás.

CONTINUARÁ...

Escrito por @universoperdido. 8 de Agosto del 2022