^{Foto de Savernake Knives en Unsplash}

Es preferible el bien de muchos a la opulencia de pocos.

— José Martí

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E S P A Ñ O L

Parte Final

El Hambre de la Bestia

A estas alturas, la bestia debe estar muy hambrienta. Su apetito ya no merma y su paciencia es casi exigua en su personalidad. Ya ha pasado un buen tiempo en que no ha vuelto a probar la sangre, su oportunidad está tan cerca que puede percibirla muy cerca. Su lengua se ve desesperada, lamiendo sus labios lentamente, al ritmo de una respiración depredadora y ojos volteados hacia atrás.

Los amaneceres en San Jaín, son rojizos y hermosos. Despiden un paisaje artístico proveniente del ojo inteligente de un creador. Una estructura panorámica que cubre a los edificios y a sus habitantes. Quienes son bañados por los reflejos selectivos de la naturaleza, serán los protagonistas de una nueva situación que se elaborará en el momento adecuado.

Uno de esos destellos tocó el rostro de Ana, quien iba hacia la Universidad; como cada día de entre semana. Se paró frente al edificio donde vivía y vislumbró la cafetería. Un rayo de luz muy particular alumbró el rostro de Colmillo, quien, como siempre, se hallaba adentro disfrutando de su ya rutinario desayuno.

El detective hizo un gesto de saludo para la joven, y esta se lo devolvió con un sabor extraño en su boca, luego se fue por el camino habitual que siempre toma. A veces, uno debe revelarse ante sus enemigos, cuando estás acorralado y tus planes salen al descubierto, lo último que queda es dar tu estocada final. Colmillo de Plata ya estaba preparado para asumir el reto. Esa noche, se presentaría a la última batalla.

Con premura, tomó todos sus documentos que estaban en el auto y unió las piezas; algo no le cuadraba, así que decidió resolverlo. Siguió de manera sigilosa a Ana y la encontró sentada en la parada del autobús. Esperó unos minutos hasta que finalmente apareció el transporte público.

El detective lo siguió por varias cuadras de la ciudad hasta que se detuvo en una esquina en donde Ana se bajó. A Colmillo le pareció extraño, ya que él sabía perfectamente que la sede de la Universidad no quedaba por allí. Ana caminó una cuadra más hasta llegar al edificio donde trabaja el Doctor Sevillano.

Colmillo, asombrado por las coincidencias, decidió bajar de su auto y seguir a Ana por dentro del edificio. Esta vez fue cauteloso, no quería que la chica se diera cuenta, pues si veía que él la seguía, se asustaría y todo su plan se arruinaría. Al caminar despacio por el pasillo principal, Colmillo se encontró con la misma conserje del otro día.

—Detective, buen día. —Dijo la chica. Colmillo la miró y sonrió.

—Catalina, buen día, que bueno volver a verte.

—¿Va a volver a ver al Doctor Sevillano? —Inquirió—. Creo que en estos momentos está atendiendo a una paciente.

Un destello se posó fugazmente sobre el ojo del detective.

—¿Ah, sí, es la chica que acaba de ingresar al edificio?

—Sí, esa misma. Parece una chica amable, ha estado viniendo por varios días. Una vez me quedé hablando con ella, se ve que es introvertida, pero tiene una linda personalidad.

Definitivamente esa es Ana. Pensó Colmillo.

—Ah, pero qué calamidad, entonces vendré otro día, por lo general esas sesiones duran una hora y tengo mucho que hacer. Gracias Catalina, espero que tengas un buen día hoy.

Catalina respondió y esbozó una sonrisa con un gesto de despedida. Colmillo salió del edificio y esperó en el auto hasta que Ana saliera. Se quedó allí varias horas hasta que finalmente vio a la chica salir del edificio. Caminó hacia otra dirección, quizás hacia la Universidad; no estaba muy seguro. La chica iba muy rápido, dobló la esquina y, cuando Colmillo fue a echar un vistazo, la había perdido de vista por completo.

Se bajó del auto, buscándola de esquina a esquina, incluso entró a algunos locales que quedaban alrededor, pero no la encontró en ninguno. ¿Cómo pudo desaparecer de la nada? Colmillo estaba pasmado.

Se subió a su auto de nuevo y comenzó a reflexionar.

La cueva de la bestia ya está casi preparada para su ritual de sangre. Esta noche lo considerará un nuevo triunfo para satisfacer su hambre si todo sale bien. Las pistas se alinean y apuntan hacia una dirección en concreto. Todo se deshila, se desmenuza, se vuelve corpúsculo. Todo estaba quedando casi claro, sí, ¡ese es el lugar!

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La noche había llegado y era más tranquila y fría alrededor del edificio de la señora Thelma. Colmillo se preparó con su pistola, una actitud desafiante y ojos que harían desfallecer al miedo. Ingresó al edificio a la fuerza. El conserje lo vio apuntándolo con el arma y alzó los brazos.

Colmillo ascendió por las escaleras rápidamente hasta llegar al último piso. Había una especie de invernadero que estaba alumbrado por dentro. Escuchó voces extrañas y siniestras, cuando de repente sintió una presencia detrás de él.

Era el conserje del edificio, quien intentó golpear a Colmillo por la espalda, pero este lo esquivó y le dio una patada fuerte en el estómago, luego lo dejó inconsciente con un golpe directo en la cabeza y lo dejó en el suelo.

Colmillo se acercó sigilosamente al invernadero y, al echar un vistazo, encontró a la señora Thelma con un cuchillo en su mano, rezando en un lenguaje extraño y diabólico, aun lado de ella, se hallaba el doctor Sevillano, inmovilizando a alguien que estaba sobre el suelo; era Ana, parecía estar completamente inconsciente.

El detective actuó de inmediato y apuntó a la satánica pareja.

—¡Quietos! —Vociferó Colmillo—. ¡Liberen a esta chica de inmediato!

Thelma y Sevillano se echaron para atrás con las manos arriba, sin hacer nada más.

—¡He dicho que la liberen, ahora! —Recalcó Colmillo.

—Oh, señor Colmillo de Plata, usted no quiere que hagamos eso… —Dijo la señora Thelma—. Una vez que el ritual inicia ya no se puede detener.

—Mire, señora, tengo un arma apuntándolos a ambos y les estoy dando una orden, ¡así que olvídese de sus putas mierdas locas o les volaré la cabeza a los dos! ¿De acuerdo?

—He dicho… ¡Que no! —Gritó la señora Thelma antes de tomar una lámpara de gas encendida y lanzarla cerca de los pies de Colmillo. Un disparo se liberó de su arma, pero solo dio hacia arriba.

El terapeuta aprovechó y con rapidez se abalanzó contra Colmillo. Ambos forcejearon mientras una llama ascendente empezó a consumir parte del lugar. La risa diabólica de la anciana se escuchaba como ecos mientras los dos hombres peleaban entre sí. Mientras tanto, Ana lentamente intentaba despertarse de su trance. Empezó a abrir los ojos despacio y, aunque todo lo percibía borroso, pudo identificar el rostro malévolo de la señora Thelma frente a ella.

La chica quería gritar, pero su cuerpo no reaccionaba; estaba completamente paralizada. Colmillo, ya obstinado de forcejear con el demente psicólogo, usó su rodilla para darle un golpe certero en los testículos; el hombre cayó por el dolor, después, con el mango de la pistola, golpeó la cabeza del terapeuta tan fuerte, que hizo que rebotara contra el suelo.

Sostuvo la mirada al frente y vislumbró a la señora Thelma encima de Ana, alzando el cuchillo lo más que pudo.

A veces hay que tomar decisiones rápidas.

Colmillo apuntó rápido sobre el pecho de la anciana y disparó. El impacto fue tan fuerte que la mujer salió volando hasta atravesar la pared de cristal del invernadero. El detective tomó a la chica y se la llevó hacia el exterior de la terraza; miró hacia abajo y notó que la policía apenas estaba llegando.

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Días después de lo ocurrido, Colmillo disfrutó su último desayuno en su cafetería preferida en San Jaín. Mientras leía las noticias y degustaba su mocaccino matinal, sintió que alguien se le acercaba por detrás; sus sentidos siempre estaban muy agudos y en alerta, incluso en los momentos de paz.

No hubo peligro alguno; era Ana, la chica a la que salvó de morir. Ella lo miró y le sonrió, se sentó frente a él y comenzaron a conversar. Ana estaba diferente, más radiante, sin una pizca de penumbra sobre su cabeza; tal parece, que todo estaba saliendo bien.

San Jaín no es una ciudad para los cobardes, aquellos que quieran enfrentarse a la oscuridad dentro de los muros, deberán sostener su malicia y su astucia para no ser devorados por lo oculto. En este lugar, las cosas místicas no son buenas; son nocivas, lambuceas, crueles y pretensiosas, sin embargo, para cada mal hay solución.

FIN

E N G L I S H

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The good of the many is preferable to the opulence of the few.

— Jose Marti

FINAL PART

The Hunger of the Beast

By now, the beast must be very hungry. His appetite no longer wanes and his patience is almost exiguous in his personality. It has been a good while since he has tasted blood again, his opportunity is so close that he can sense it very near. His tongue looks desperate, licking his lips slowly, to the rhythm of predatory breathing and his eyes rolled back.

Sunrises in San Jain are reddish and beautiful. They give off an artistic landscape coming from the intelligent eye of a creator. A panoramic structure that covers the buildings and their inhabitants. Those who are bathed by the selective reflections of nature will be the protagonists of a new situation that will be elaborated on at the right moment.

One of those flashes touched the face of Ana, who was on her way to the University; like every weekday. She stopped in front of the building where she lived and glimpsed the cafeteria. A very particular ray of light illuminated the face of Colmillo, who, as always, was inside enjoying his now routine breakfast.

The detective waved to the young woman, and she returned the greeting with a strange taste in her mouth, then left on the usual path she always takes. Sometimes, one must reveal oneself to one's enemies, when you are cornered and your plans come out in the open, the last thing left is to deliver your final lunge. Silver Fang was already prepared to take on the challenge. That night, he would present himself for the last battle.

With haste, he took all his documents that were in the car and put the pieces together; something didn't add up, so he decided to figure it out. He stealthily followed Ana and found her sitting at the bus stop. He waited a few minutes until the public transport finally appeared.

The detective followed it for several city blocks until it stopped at a corner where Ana got off. Colmillo thought it was strange since he knew perfectly well that the University headquarters was not that way. Ana walked one more block until she reached the building where Doctor Sevillano works.

Colmillo, amazed by the coincidences, decided to get out of his car and follow Ana inside the building. This time he was cautious, he didn't want the girl to notice, because if she saw him following her, she would get scared and his whole plan would be ruined. Walking slowly down the main hallway, Fang met the same concierge from the other day.

-Detective, good morning. -Said the girl. Colmillo looked at her and smiled.

-Catalina, good morning, good to see you again.

-Are you going to see Doctor Sevillano again? -I think he's seeing a patient at the moment.

A glint flickered across the detective's eye.

-Oh, yes, is that the girl who just entered the building?

-Yes, that's the one. She seems like a nice girl, she's been coming in for several days. I stayed talking to her once, she seems to be introverted, but she has a nice personality.

That's Ana. Thought Colmillo.

-Ah, but what a calamity, then I'll come another day, usually those sessions last an hour and I have a lot to do. Thank you, Catalina, I hope you have a good day today.

Catalina replied and smiled with a farewell gesture. Colmillo left the building and waited in the car until Ana came out. He stayed there for several hours until he finally saw the girl leave the building. He walked in another direction, maybe towards the University; he wasn't quite sure. The girl was going very fast, turned the corner and, when Fang went to take a look, he lost sight of her completely.

He got out of the car, looking for her from corner to corner, he even went into some stores that were around, but he didn't find her in any of them. How could she disappear out of nowhere? Colmillo was stunned.

He got into his car again and began to ponder.

The cave of the beast is almost ready for its blood ritual. Tonight he will consider it another triumph to satisfy his hunger if all goes well. The clues line up and point in a particular direction. Everything unravels, crumbles, and becomes corpuscular. Everything was becoming almost clear, yes, that's the place!

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The night had come and it was quieter and colder around Mrs. Thelma's building. Fang stood ready with his gun, a defiant attitude, and eyes that would make fear faint. He forced his way into the building. The janitor saw him pointing the gun at him and raised his arms.

Fang ascended the stairs quickly until he reached the top floor. There was a kind of greenhouse that was lit from the inside. He heard strange and sinister voices when suddenly he felt a presence behind him.

It was the janitor of the building, who tried to hit Fang from behind, but Fang dodged and kicked him hard in the stomach, then knocked him unconscious with a direct blow to the head and left him on the ground.

Colmillo sneaked up to the greenhouse and, taking a look, found Mrs. Thelma with a knife in her hand, praying in a strange and diabolical language, next to her was Dr. Sevillano, immobilizing someone who was on the floor; it was Ana, she seemed to be completely unconscious.

The detective acted immediately and pointed at the satanic couple.

-Freeze! -Colmillo shouted, "Free this girl immediately!

Thelma and Sevillano stood back with their hands in the air, doing nothing more.

-I said release her, now! -Fang emphasized.

-Oh, Mr. Silver Fang, you don't want us to do that," said Mrs. Thelma. Once the ritual starts, it can't be stopped.

-Look, lady, I've got a gun pointed at both of you and I'm giving you an order, so forget your crazy fucking shit or I'll blow both your heads off! Okay?

-I said... No! -Ms. Thelma shouted before grabbing a lit gas lamp and throwing it near Fang's feet. A shot was released from her gun, but it only hit upwards.

The therapist took advantage and swiftly lunged at Fang. The two struggled as a rising flame began to consume part of the place. The old woman's devilish laughter could be heard like echoes as the two men fought each other. Meanwhile, Ana slowly tried to wake up from her trance. She began to open her eyes slowly and, although everything was blurry, she could identify the malevolent face of Mrs. Thelma in front of her.

The girl wanted to scream, but her body did not react; she was completely paralyzed. Colmillo, already obstinate from struggling with the demented psychologist, used his knee to give him an accurate blow in the testicles; the man fell from the pain, then, with the handle of the pistol, he hit the therapist's head so hard, that he made it bounce against the floor.

He held his gaze straight ahead and caught a glimpse of Mrs. Thelma on top of Ana, raising the knife as high as she could.

Sometimes you have to make quick decisions.

Fang aimed quickly at the old woman's chest and fired. The impact was so strong that the woman flew through the glass wall of the greenhouse. The detective grabbed the girl and carried her to the outside of the terrace; he looked down and noticed that the police were just arriving.

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Days after what happened, Fang enjoyed his last breakfast at his favorite coffee shop in San Jain. As he read the news and sipped his morning mochaccino, he felt someone approaching him from behind; his senses were always very sharp and alert, even in moments of peace.

There was no danger; it was Ana, the girl he saved from dying. She looked up at him and smiled, sat down across from him and they began to talk. Ana was different, more radiant, without a hint of gloom over her head; it seemed that everything was going well.

San Jain is not a city for cowards, those who want to face the darkness within the walls, must hold their malice and their cunning not to be devoured by the occult. In this place, mystical things are not good; they are noxious, lambent, cruel, and pretentious, yet for every evil, there is a solution.

THE END

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[ESP-ENG] Crímenes en San Jaín (VI)