Tres suspiros al aire son suficientes para el final, en un campo al que nadie se atreve circular, al que las personas atribuyen leyendas urbanas y espíritus, donde todo lo bueno del mundo se pierde en tinieblas y no vuelve jamás. Allí en esa zona tan impía por las palabras de la gente, se encuentra una casa de madera vieja y negra, abandonada por una familia y su misteriosa desaparición.

Aquello fue una hermosa granja, rodeada de extensas hectáreas de maizal, y junto a ella un arroyo que empezaba en un valle de rocas blancas, que decían observadores detallistas que por las noches brillaban como diamantes; un fenómeno inusual que nadie más pudo ver, ni siquiera los propios lugareños.

En aquel sitio abandonado, vivió una agradable familia como la mía o como la de mis amigos. Primero estaba el señor Duncan Hayes, un devoto granjero que amaba sus tierras más que a su esposa, Gizelda Hayes; una mujer muy amable que hablaba alemán, de hecho, era una inmigrante austriaca que vino a este país muy joven con un propósito pero al final lo ha perdido.

Luego estaban sus dos hijos; Thomas, el mayor, tenía catorce años para entonces, y luego estaba Hannah, de seis años, una pequeña niña rubia muy tímida para interactuar con los demás. Yo tenía la edad de Hannah cuando todo ocurrió, no tenía memoria para el momento solo la de mis padres posteriormente, pues a través de ellos y los relatos de la comunidad, pude hacer una construcción de lo que le ocurrió a la familia Hayes.

Puede que ustedes no sean creyentes de lo sobrenatural, pero la explicación que me doy al referirme a esa familia, es a la que yo me amparo, pues, aunque no suene lógico y hasta que no exista una explicación más coherente, seguiré creyendo en la historia que ahora les voy a relatar.

Todo sucedió cuando la pequeña Hannah recibió como regalo de su padre un muñeco con un aspecto bastante singular. Hay personas que aseguran que en realidad la niña lo desenterró del suelo en una zona del maizal, de cualquier forma, el muñeco tenía un aspecto horrible, tenía los ojos saltones y azules, su cabello era rizado y rojo y su cabeza era muy grande. Su piel de madera era tan blanca como el papel y estaba vestido de arlequín.

Y aunque su aspecto daba mucho miedo, Hannah se enamoró al instante de él y lo hizo su mejor amigo, le colocó un nombre: «Toreto», hay quienes aseguran que ese fue el nombre que el muñeco le confirió a la niña. Pasó el tiempo y Hannah y Toreto se volvieron inseparables, iban a todas partes juntos incluso a las visitas en el pueblo. Decían que Hannah tenía una imaginación muy activa, pues aseveraba que Toreto tenía poderes especiales, y que podía hacer que las personas volaran en sus sueños.

Esto no sé si sea verdad, pero me remito a los comentarios que he recabado, la parte fuerte de la historia es lo que sucedió después, cuando los miembros de los Hayes comenzaron a desaparecer. Hannah empezaba a decir cosas horribles a su familia, que según ella, las decía Toreto.

Decía que el muñeco quería que lo acompañaran a un agujero en el campo, el cual nunca se encontró, para poder soñar por siempre. Hannah era muy insistente con este tema, y eso preocupaba a sus padres. Un día dijo exaltada que sino iban con ella se iría sola. Era la primera vez que la niña se comportaba así.

Las desapariciones comenzaron a ocurrir, primero fue Hannah, no hubo rastro de ella. Su familia y amigos la buscaron desesperadamente pero nunca apareció. Su padre recordó lo del agujero en el maizal, así que fue inmediatamente a buscarlo recorriendo todas sus hectáreas y nunca volvió. Solo quedaron Grizelda y Thomas, que por la preocupación salieron a buscar a sus seres queridos, pero ellos tampoco volvieron a aparecer.

Desde entonces, aparecían de la nada carteles con advertencias extrañas en los límites de la propiedad, como: «No suspires al aire tres veces aquí» o «Aquí comienza el fin», la gente ignoraba quien los colocaba allí, solo aparecían como si algo sobrenatural nos alertara. También es extraño que las autoridades y el banco no hayan querido meter sus manos en aquellas hectáreas. El caso fue cerrado y las entidades financieras lo han olvidado. Al quedar la tierra descuidada todo se marchitó, el suelo se volvió oscuro como el cielo que lo cubría. Hay personas que aseguran que aún pueden escuchar voces andar, y una de ellas, la de una niña llamando desesperadamente a su muñeco Toreto.