E S P A Ñ O L

VORÁGINE

Dijeron que no sobreviviría, que mis deficiencias quedarían para la posteridad y que mis ojos se apagarían para siempre. Podía escuchar sus voces, pues mi cuerpo espiritual se había desprendido de mi cuerpo físico y podía verlos y escucharlos a todos. Parecía otra dimensión; era idéntica a la normal pero mucho más gris. A cada rato los objetos y las personas se distorsionaban, cambiaban de forma o simplemente desaparecían.

Veía caminar a los doctores y familiares por la habitación, sus figuras se difuminaban con cada movimiento y sus voces sonaban como ecos en un cuarto vacío. Regina, mi esposa, era a quien más veía en la habitación. No dejaba de hacerle preguntas a los médicos, y a medida que lo hacía, yo me unía a sus incógnitas. Era frustrante, pues nadie me escuchaba y mientras los días pasaban yo caía en un bucle de desesperación.

Decidí probar alejarme de mi cuerpo y transité por los pasillos del hospital. Los caminos eran confusos, iban de un lado a otro y parecían curvarse. Entré a otras habitaciones y vislumbré a otros pacientes, veía como de algunos su esencia se agotaba. Caminé hacia el pasillo principal para intentar encontrar a otras almas como yo, pero no había nadie más, me pareció extraño siendo este un hospital, debí ya encontrarme con otros muertos iguales a mí.

A medida que avanzaba hacia la puerta principal, comencé a preguntarme si de verdad estaba muerto. Sabía que no era el plano de los vivos, eso era seguro, pero no era posible que después de estar tanto tiempo deambulando no haya encontrado a otros como yo. Solo seguí caminando, no me importaba lo que pasaría. Seguí mi trayecto hacia otros edificios; como bares, cafeterías, restaurantes y más. Todo se veía cada vez más estruendoso y vertiginoso, la sensación era tan rara que no podía ni marearme.

Este lugar, parecía absorber mi energía, pensé que me extinguiría en alguna de estas grises calles. Arrodillado al suelo, sentí otra presencia; no era peligrosa ni ruidosa, era apacible como la mía. Sin embargo, detrás de esta fuente, apareció otra con esencia peligrosa. Por supuesto tuve miedo y quise arrojarme por las alcantarillas, pero un grito hizo que me detuviera. El aullido de auxilio de un hombre perseguido por algo espantoso; era como un sabueso, gigantesco, con un pelaje cubierto por un vapor negro.

—¡Por aquí, ven! —Le grité al hombre desconocido, él me escuchó y salió corriendo hacia mí. Lo tomé del brazo y ambos nos deslizamos por el alcantarillado; el cual se abrió como un camino en este plano retorcido.

La criatura se detuvo y empezó a observar hacia todas partes, y al no encontrarnos, se alejó rápidamente hacia el oeste de la ciudad.

—Gracias, amigo— espetó el desconocido—. Eres la primera persona que encuentro en este lugar, todos los demás parecen ser simples abstracciones de nuestro mundo originario.

Este tipo sabía perfectamente lo que estaba viviendo, por lo tanto, tuve que averiguar lo que sabía.

—¿Cuánto tiempo llevas aquí y que era esa cosa que te perseguía? —Inquirí.

—La verdad no lo sé, he perdido la noción del tiempo. Y esa cosa que me perseguía, tampoco sé que es, pero yo la llamo «Centinela». Hay más como ellos en este lugar, debemos no llamar mucho la atención.

Empecé a sentirme aterrorizado, pensaba que, pese a lo inhóspito y tergiversado de esta dimensión, pensé que no habría peligro pues soy un cuerpo etéreo.

—¿Cómo llegaste aquí? —Le pregunté a mi nuevo compañero.

—Quedé en coma, mi cuerpo se encuentra en un hospital no muy lejos de aquí. Los doctores dicen que no tendré salvación.

—¿De veras? —Me exalté— ¡También estoy en coma!, y ese hospital que mencionas, también estoy internado allí.

—¡Vaya! ¿Entonces qué es esto? ¿El limbo?

—No lo sé, pero sé que muertos no estamos, pues nuestros cuerpos físicos siguen respirando.

—Que impresionante… imagínate las explicaciones científicas sobre esto, ¿eh? —Comentó en modo de broma. Yo emití un jadeo de risa entendiendo su chiste.

Caminamos horas por la ciudad, era como cruzar un laberinto, pues los caminos cambiaban o se deformaban, llevándonos a otros sitios o impidiéndonos cruzar los límites del centro. Circundamos cerca de un río de escombros cuando sentimos otra presencia, tan maligna como la del Centinela anterior, pero en este caso, la criatura era diferente.

La entidad era enorme, su forma era parecida a la de un humano, pero esbelta y larguirucha. Al igual que un centinela, su cuerpo estaba cubierto por vapor negro e inagotable. Comencé a sentir una presión en el pecho y me paralicé, mi compañero dijo también sentir lo mismo. La criatura se acercó a nosotros y, con uno de sus delgados y enormes brazos, me atravesó el pecho y sentí mucho dolor. Mi vista quedó cegada por una intensa luz blanca, que me transportó de vuelta a mi habitación y a mi cuerpo físico en el mundo real.

Todos reaccionaron al escucharme jadear. Regina me abrazó con fuerza y al rato los médicos me examinaron.

—¡Doctor! —Gritó una enfermera que irrumpió en la habitación— ¡El paciente del cuarto once acaba de despertar de su coma! —No podía ser casualidad, estoy seguro que era mi compañero en aquel plano.

Le pedí a Regina que me dejara ver a ese hombre, así que ella con ayuda de otros enfermeros me llevaron hasta él. Al cruzar la habitación y verlo, quedé pasmado. Ambos salimos de nuestro coma, después de ser atacados por aquella criatura.

FIN

Escrito por @universoperdido. 4 de Agosto del 2022