Hacía mucho tiempo ya que Doña Angélica no salía de su casa, desde que su esposo y su hijo habían fallecido en un trágico accidente, se había ensimismado y muchos decían que hasta el habla había perdido, la veían como una persona fría e indolente. Ella tenía una empleada que le hacía las compras una vez a la semana y se encargaba de los gastos, Doña Angélica no le profesaba palabra alguna, solo le entregaba una lista y casi le lanzaba la puerta en la cara.

Justo frente de la casa de Doña Angélica estaba una cancha donde niños y adolescentes practicaban distintas disciplinas deportivas como futbol, baloncesto y voleibol. Todos los días ella se asomaba por el balcón y se quedaba lela mirando las prácticas y los partidos, los niños le gritaban: “vieja bruja, amargada, vete de aquí, no te queremos”

Ella totalmente inmutable, parecía un maniquí, ni se movía ni mostraba emoción alguna, era como una muñeca, rígida e inalterable. Igual su pasatiempo favorito era contemplar a los niños por el balcón.

Cierto día, unos niños estaban jugando con una vieja pelota de tenis, y Miguel, un niño de 11 años de piel oscura, cabellos lisos y ojos verdes, lanzó la pelota tan fuerte que justo fue a caer en el balcón de Doña Angélica. Los niños quedaron atónitos viendo por primera vez como ella movió su cuerpo, se agachó, tomó la pelota y se fue dentro de su casa para no salir más durante el día.

A la mañana siguiente Doña Angélica escucha tocar el timbre de la casa, no podría ser la empleada pues ella solo iba los lunes a las 09:00 AM.

Al abrir la puerta, pues era el mismo niño que había lanzado la pelota hasta su balcón, Miguel con la voz temblorosa, le dice:

— Por favor, ¿me puede devolver la pelota?

La anciana quedó casi sin aliento al ver como aquel pequeño niño había tenido la valentía de ir hasta su casa y la osadía de hablarle, cuando muchos adultos ni siquiera se le acercaban.

La pelota estaba sobre la mesa, ella fue a buscarla, la tomó en sus manos y cuando se le acerca a Miguel para entregársela, el niño le pregunta:

— ¿Las arrugas duelen mucho? Las suyas están muy marcadas, parecen dolorosas.

A Doña Angélica le hizo un poco de gracia el comentario del niño y por primera vez en mucho tiempo le dirigió la palabra a alguien:

— Hay otras marcas que no se ven pero que duelen mucho más.

Miguel pareció no entender exactamente lo que la anciana quiso decir, solo le respondió:

— Me gustaría que me regalara un vaso con agua, por favor, jugar en la cancha causa mucha sed.

La anciana estaba un poco emocionada con la visita del pequeño, su gallardía le estaba robando el corazón. Ella fue con pasos lentos a buscar la bebida para el niño y tambíen tomó un cuchillo de la cocina y rebanó un trozo de pan azucarado para brindarle.

Miguel, curioso como todo niño, aprovechando que Doña Angélica se tardaba, se puso a ver lo que estaba sobre de la mesa y había un pequeño documento en el cual se podía leer que ella era la dueña de la cancha y quien seguía pagando por su mantenimiento, también vio una foto de ella cuando era joven al lado de su esposo y su hijo, un adolescente vestido con un uniforme de futbolista.

Miguel no pronunció palabra alguna de lo que había visto, bebió el agua, mordió un trozo de pan, se llevó el restante, agradeció y se fue.

A la mañana siguiente volvió a tocar el timbre de Doña Angélica y la invitó a bajar a la cancha, ese niño tenía un fuerte poder sobre ella, quizás la conmovió o la impresionó, ella sin decir palabra se fue con él, después de todo era temprano y no había nadie más hasta el momento, además en el fondo ella quería salir a tomar un poco de sol, ya no soportaba tanta frialdad.

Al llegar a la cancha había un banquito preparado especialmente para ella, le colocaron un cojín para su comodidad. Fueron llegando los otros niños, le trajeron dibujos, flores silvestres y muchas sonrisas. Doña Angélica volvió a sonreír en mucho tiempo, no entendía exactamente qué pasaba, ella solo se dejaba llevar como una niña más.

Desde ese entonces, Doña Angélica iba todos los días a la cancha a tomar el sol y a disfrutar ver desde cerca a los niños jugar.

_{Espero les haya gustado este pequeño relato inspirado en la invitación que me realizó @Hispaliterario con motivo a celebrarse el Dia Mundial de la Bondad el 13 de noviembre, para más detalles puedes hacer click aquí. Invito a @aguamiel y a @jsaez a participar.}

Hasta la próxima 😉